Parte 1
Después de que las campanas marcaran el final de la última jornada estudiantil, guardé en mi mochila todos los materiales que tenía sobre mi escritorio y comencé a dirigirme tranquilamente hacia la puerta principal del colegio.
Al salir por la misma, realicé unos pocos estiramientos para tratar de vencer el cansancio que habia sido acumulado en mi cuerpo durante toda esta semana.
—Que maravilla —suspire con cierto alivio, casi sintiendo que habia perdido algunos años de mi vida—. Hasta que por fin puedo volver a respirar con tranquilad.
Solo espero que realmente lo haya hecho bien esta vez.
En caso de que mis calificaciones no resulten ser del todo satisfactorias, no soportaría ver nuevamente la cara de mis padres.
Al principio, solía recibir mucho apoyo de su parte siempre que algo salía mal con mis estudios o me sentía sin ninguna oportunidad en la vida.
Un claro ejemplo de esto es que en algunas ocasiones de mi vida existían días en los que ir al colegio se estaba convirtiendo en algo muy molestoso para mi, pues cada vez que llegaba a casa, lo hacia con fuertes dolores de cabeza, cuello y a veces hasta me enfermaba debido al gran estrés que estos me ocasionaban.
Fue así hasta que hubo un día en el que, justo antes de dirigirse al trabajo, mi padre se acercó a mi habitación y luego decidió levantarme los animos deciendo algo como:
“Katashi, no creo que dejar de asistir al colegio sea una buena solución. Hijo, se que escuchar esto te molesta, pero entiende que estudiar es lo mejor que puedes hacer para asegurarte un buen futuro en la vida”.
En ese entonces, escuchar aquellas palabras eran más que suficientes para que mis animos volvieran nuevamente.
Además de esto, también existían ocasiones en las que no tenía ganas de ponerme a estudiar, pues siempre que lo hacía terminaba con un fuerte dolor de cabeza.
Por fortuna también contaba con mi apoyo maternal, quien preocupada por la situación, decidía acercarse hacía mi para después empezarme a decir:
“Debes ser fuerte y luchar contra esa mala manía que tienes, hijo mío. Solo así lograrás cumplir todos los propósitos que tengas en la vida”.
En conclusión, todo este tipo de apoyo que ambos me brindaban, siempre lograban levantarme los ánimos para seguir adelante.
Además, ya no podía seguir comportandome como un niño malcriado durante más tiempo. Pues si lo seguía haciendo, tarde o temprano ellos me darían una lección.
Fue en ese entonces que decidí adoptar la actitud y forma de pensar de un adulto, pues solo asi conseguiría que mis acciones fueran mucho menos estúpidas de lo que solían ser en aquel momento.
—Bueno, ¿quizá si intento no pensar mucho en esto pueda estar más tranquilo conmigo mismo?
Como mi mochila me estaba empezando a incomodar, decidí retirarla de mi espalda para luego sostenerla con una mano sobre mi hombro izquierdo.
—¿Quién sabe? En cualquier caso, creo que por ahora será mejor que me apresuré en llegar a casa.
Después de lo que no podrían haber sido más de algunos minutos, pude llegar a mi destino.
—Oh, vaya. Está ciudad es en verdad muy pequeña.
Una vez en frente de la entrada, lo siguiente que hice fue revisar el bolsillo derecho de mi pantalón y entonces saqué mi copia de las llaves para inmediatamente abrír la puerta de la casa.
Tras finalmente haber ingresado, un par de voces se empezaron a escuchar a lo lejos.
Como estas provenían de la cocina, decidí caminar hacía esa misma dirección.
Al llegar, observé como mi madre se encontraba revisando las ollas de la comida mientras conversaba alegremente con mi padre, quien le estaba ayudando a ordenar la mesa del lugar.
Y entonces dije:
—¡Buenas tardes, familia!
—Buenas tardes —contestaron ellos, al unísono.
Luego de aquello, mi padre dejó de ordenar la mesa por un momento y empezó a dirigirse hacia en donde yo me encontraba.
—Dime, hijo. ¿Cómo te fue en el colegio?
—Pues... bien. De hecho, hoy nuestro curso visitó la colina Catanol.
—¿Ah, sí? ¿Qué te pareció el lugar?
—Bueno, pues es un lugar bastante agradable, tiene un excelente ambiente y una vista magnífica que poder apreciar.
Al escuchar mi respuesta, él inmediatamente me muestra una sonrisa para al poco tiempo decir:
—Oh, eso es genial. Me alegro de que por fin hayas...
—Akihiro, ¿podrías dejarme hablar con Katashi un momento, por favor?
—Ehm, sí. Claro, María —respondió, regresando su mirada nuevamente hacia mi dirección y dando suaves palmadas en mis hombros.
Después de eso, él regresó al lugar en donde se encontraba anteriormente para continuar con lo que, por mi presencia, había dejado inconcluso.
Por otra parte mi madre, habíendose alejado de la cocina, decidió entablar una conversación también.
—¿Sabes, Katashi? La verdad es que siempre te he querido llevar a la colina Catanol.
—¿Oh, de verás? B-bueno, en ese caso, ¿por qué no vamos alguno de estos días?
—Hm… No lo sé. ¿Qué te parece si mañana mismo nos vamos?
—¿Qué? ¿Estás hablando en serio?
—Por supuesto. Solo prometeme que no volverás a estresarte como en los anteriores viajes.
—Claro, no te preocupes. Eso ya no volvera a ocurrir.
Al menos, no en esta ocasión.
—Estupendo, cariño. —Ella colocó sus manos en mis hombros para luego hacerme dar media vuelta y de esa forma, sacarme lentamente de la cocina—. Ahora, ¿qué te parece si mejor te vas a dar un baño? No querrás comer así todo sucio en la mesa, ¿verdad?
—C-claro que no, mamá. Ahora mismo voy a bañarme.
Trás decir aquello, me despedí de mis padres y luego salí de la cocina para subir inmediatamente a mi habitación.
Al llegar, colgué mi mochila sobre un pequeño clavo que habia en la pared para luego proseguir recogiendo un rápido cambio de ropa.
Como en el baño se encontraban las toallas de cada quien, ya no era necesario que me pusiera a buscar la mía.