Cuando era pequeña, o bueno, para ser más precisa, hace dos años, mi madre me obligaba a ir a un Campamento de Verano todas las vacaciones, lo cual me gustaba pero habían momentos en los que quería desaparecer, según ella allí haría amigos y me formaría como mejor persona y todas esas cosas que dicen los padres cuando quieren obligarte a algo. Recuerdo que tenía una amiga llamada Gabriela, bueno, le decíamos Gaby, al menos soportaba aquello gracias a ella, realmente era una buena persona, aunque después de estos años, no he sabido más de ella ni he encontrado manera de localizarla, pero ojalá hubiese sido ella la nueva y no este inepto.
Kay es un punto a parte. Solíamos hacernos bromas muy pesadas, todo lo empezó él, esa siempre fue mi justificación. Si él no hubiese puesto miel en todas mis pertenencias para que las hormigas atacaran, hoy hubiésemos sido amigos, pero ahora, solo de pensar en eso me dan ganas de vomitar. Entre broma y broma comenzábamos a odiarnos y dejaban de ser bromas. Siempre he tenido en cuenta que una broma lo es si la otra persona se ríe, sino, es todo lo contrario.
Como se imaginan fue una completa pesadilla.
Con solo mirarlo me dan ganas de pegarle un tiro.
Cuando todo esto terminó a los quince años, me sentía tan feliz de que no tuviera que soportarlo más , pero claro, ahora solo pienso en que debí disfrutar más estos últimos años de paz y tranquilidad.
—Si, también me alegra verte de nuevo.—habló sarcástico interrumpiendo mis pensamientos.
Le di una mala mirada y al no recibir respuesta continuó hablando.
— Ya extrañaba no verte. Debo admitir que has cambiado.—me observó de arriba a abajo nuevamente sin disimular. Rodé los ojos.
— ¡Felicidades! Qué buena observación, en serio eres un genio.—dije sarcástica.— Ahora si me disculpas, sal de mi vista, no somos amigos, nunca lo fuimos y no tengo intención de serlo.
No tenía intención de ser amable, en lo absoluto, y menos con la persona que se ocupó de hacerme la vida imposible.
—El Instituto no se presenta sólo, así que si no te molesta, debes enseñarme al menos dónde están los salones...
Hice un mohín pensando y luego respondí— De hecho... sí, si me molesta.
—¿Quieres que llame al director y le diga que no quisiste hacer lo que te dijo?—puse los ojos, si pensaba que podía chantajearme estaba muy equivocado.
— No lo harás.— lo reté.
— Vamos Cherry, han pasado años, sólo supéralo.—sonrió burlón.
Estúpido apodo.
Había surgido por sus amigos, porque mis labios son un poco más rojos por naturaleza que el del resto de las personas, lo sé ¿Lindo no? Bueno como decía, mis labios son algo más rojizos de lo común y cuando me sonrojaba, si que parecía una cereza aparte de que según las personas era "tierno".
Tonterías.
— ¿Había algo que superar?— sonreí con suficiencia.— Y no me digas Cherry.— advertí por enésima vez.
— ¿O qué?— arqueó una ceja.
— No quieras saberlo.—respondí mirándolo a los ojos como señal de advertencia.
— Hey, calma, tampoco es que me haga ilusión ser tu amigo.—su vista se dirigió detrás de mí.
Entonces miré, y pude ver a Heather, estaba en mi clase, ella era una pelirroja de cabello ondulado, y era atractiva a decir verdad, muy atractiva, tanto que me hacía sentir menos algunas veces. Y no era la única, ella tenía muchos chicos detrás, lástima que tenga una nuez de cerebro ¿Qué? Siento ser sincera. La mirada de la pelirroja se dirigió a Kay y parecía estárselo tragando con los ojos.
¡Ewww que asco! No en público.
—¡Heather!— la llamé y la chica, muy contenta se acercó mordiéndose el labio, puse una mano en su hombro. — El director me asignó la tarea de guiar a este chico nuevo, el cuál es muy amable por cierto.
Mentiras.
—Pero necesito ir a otro lado en estos momentos, emergencia de chicas. —sonreí— Así que me preguntaba si podías guiarlo tú.
Deberían darme un Oscar. No, deberían darme diez Oscars, ok, no.
— Claro ¿Por qué no?— respondió Heather.
— Leah...— habló Kay con una mirada suplicante, sonreí como el gato de Alicia en el país de las maravillas y me despedí.
— Adiós Kay, adiós Heather.—sonreí irónica, este rodó los ojos.
Entonces solté un suspiro de cansancio y caminé con mis audífonos mientras esperaba el nuevo turno de clases, aún faltaban algunos minutos.
En un abrir y cerrar de ojos el timbre de cambio de clases comenzó a sonar, bufé mientras comenzaba a buscar el aula de Literatura. Al llegar no había prácticamente nadie, así que me senté en las últimas mesas a esperar lo que poco a poco fue sucediendo, el salón empezaba a llenarse.
— Hey ¿No te han expulsado aún verdad?—bromeo Caroline llegando a mi lado.
—Casi, pero pasó algo peor.—rodé los ojos.
—¿Peor? Eso si es novedad.—habló Noah sentándose en uno de los asientos cerca.
—¿En qué momento llegas....olvídalo. ¿Recuerdan el chico fastidioso del campamento?—pregunté y mis amigos asintieron.
— Claro que lo recuerdo, cada vez que llegabas de ese lugar no parabas de quejarte de cuanto lo odiabas. Eran como niños pequeños.— se rió mi mejor amigo revolviendo mi cabello.
— Exacto, pues....
Iba a continuar hablando pero un toque en la puerta y la voz de nuestro profesor me interrumpió.
—Puede pasar joven.—habló mirando a la puerta, lo siguiente que vi fue a un sonriente Kay, Agh, como quisiera borrarle esa sonrisita de su cara. Sus ojos verdosos repasaron alrededor de todo el salón, luego se posaron en mí y me mostró una mirada de fastidio.
—El director me habló de usted, pase al frente y preséntese con sus compañeros.
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en el texto hay drama, en el texto hay amor, en el texto hay odio
Editado: 12.05.2021