Todos se habían ido. Aurua y Eroemen estaban solos en la cueva.
“¿Aún tienes dudas?” preguntó ella.
Eroemen resopló. “No dudas. Reservas.”
“Viste lo que hizo. Basó su opinión en cómo podría enseñarle algo bueno a la niña”
“Sigue siendo humano.”
“Sí es humano. Cómo lo llamó la sombra. Sí es humano entre gente. Quizás humano sea lo mejor.”
“No se siente correcto.”
“Lo necesario rara vez se siente correcto.”
Eroemen suspiró con furstración. “No pueden ser ellos. Son demasiado erráticos. Se dejan manipular, controlar, desviar y enceguecer demasiado fácil. No puedo confiar en ellos”
“Sabes y acabas de atestiguar que lo que dices, lo que crees, no es completamente cierto.”
“Lo sé.” Eroemen dejó caer sus hombros y cabeza. “Lo sé.”
“¿Estás de acuerdo, ¿entonces?
“Lo estoy.”
Aurua brincó sobre Eroemen para colgar con sus piernas alrededor de la cintura del Dragón negro, y sus brazos alrededor de su cuello.
“Tengamos niños, mi Noche.”
Editado: 10.08.2018