Febrero 1993
Santa Cruz de Tenerife
Amanece, y emanan sus deseos, sus miedos y sus sentimientos.
Cuando el director apretó el interruptor, la ruidosa señal acústica del “Instituto de Enseñanza Secundaria Poeta Viana” terminó de despertar a los aletargados alumnos que entraban para enfrentarse a una jornada escolar más, la rutina de cada día. Había amanecido un día caluroso, en pleno mes de febrero, y las dos adolescentes, a sus trece años, sentían emanar los primeros ardores de la pubertad, consecuencia de unas incontrolables y revueltas hormonas. Ambas, Susana e Ivana, cuchicheaban en la puerta de entrada, señalando y mirando a los chicos más apuestos y, sobre todo, a los que, por algún inexplicable proceso de selección aleatoria, habían logrado ponerse de moda, y solo tenían que esperar a que las niñas más guapas y espabiladas se los rifasen.
Eran los primeros escarceos amorosos, donde cada una le confiaba a la otra qué chico le gustaba más, comprometiéndose a sellar un pacto sobre la inviolabilidad de sus secretos más trascendentales. Encaraban la edad perfecta, merecían amar y ser amadas para sacarle partido a la juventud.
Desde dentro de su coche, en la otra esquina de la calle, Jorge Nara, que acababa de dejarlas allí, las observaba furtivamente. Ivana se dio cuenta de su presencia y, sobre todo, de su inquietante mirada. ¿Por qué no se había marchado aún? La joven se sonrojó. El policía municipal, de treinta años de edad, arrancó su vehículo rumbo hacia su trabajo, en San Cristóbal de La Laguna.
Palíndromo:
Se roe por amanecer emanar, Ivana, Susana, viran a “merecen amar” o peor es