Palíndromo I, el asesino del rap

UNO a la ONU

Barrio pesquero de San Andrés, Santa Cruz de Tenerife

Los tres estaban comiendo en una pequeña mesa situada en la propia cocina. Habían decidido, finalmente, almorzar en casa de Raúl, porque Ivana no quería enfrentarse aún a los dolorosos recuerdos que impregnaban su hogar. Hasta el día siguiente no les informarían sobre los resultados de la autopsia, así que la joven viuda quería olvidarse de todo lo relacionado con Ricky Roque. El suyo no había sido un matrimonio común. Se habían casado porque sabían que estarían siempre juntos y, a efectos contractuales, era lo más inteligente. Pero su relación no era convencional, no se basaba en una hipócrita atadura de fidelidad ni en una infantil tortura de celos. Se basaba en la libertad e independencia extrema. Por eso sabían que duraría siempre.

Habitualmente, ambos habían mantenido frecuentes relaciones sexuales con terceras personas, sin limitación de sexo ni de número de participantes. A veces hacían tríos u orgías con otra gente, pero, casi siempre, cada uno se lo montaba por separado, cuando le apetecía y tenía ocasión. Al principio se contaban sus experiencias extramatrimoniales, y eso los excitaba, pero, con el tiempo, apenas se referían a dichas relaciones, porque encontraban el tema cada vez más aburrido. Ricky Roque e Ivana habían sido como dos compañeros de piso con derecho a sexo.

Ivana relató brevemente (a Susana) que ambos habían estudiado Bellas Artes, en Sevilla. En la Facultad había trabajado como becaria, lo que le había permitido pagarse una buena parte de los estudios sin tener que depender de sus padres. Tras casarse, se fueron a vivir a Motril, municipio granadino donde consiguieron trabajo en la Conservación del Patrimonio Industrial y Tecnológico. En concreto, pertenecían a un equipo encargado de la rehabilitación, gestión y mantenimiento de las fábricas de azúcar de la ciudad, así como de su reconversión en museos, salones de celebraciones y eventos, etcétera. El trabajo se lo habían ofrecido a ella, gracias a los contactos de uno de los profesores de Historia del Arte con quien colaboraba como becaria. Seguramente el profesor le había conseguido el empleo en correspondencia a la gratitud sexual que Ivana le dispensaba por haberle conseguido la beca. Una vez instalados en Motril, enseguida Ivana logró que contrataran también a Ricky Roque. Para desgracia de Susana, apenas hablaron de Raúl; lo único que pilló fue que era bahá`i, aunque no estaba muy segura de lo que eso significaba.

Susana recordaba a su amiga (del instituto) como una chica muy divertida, pero solitaria. Siempre alegre pero metida en su mundo, como si sus neuronas la necesitasen para realizarse. Y ahora le parecía que lo habían conseguido. No solo las neuronas, toda ella parecía realizada.

— Creo que me voy a casa a descansar un rato. No sé si seré capaz de aguantar la ceremonia fúnebre. ¡Odio estas cosas, y Ricky también las odiaba! —se quejó Ivana.

Aunque en el fondo quería estar acompañada, Ivana era muy perceptiva, y no se le escapó ninguna de las tímidas y mal disimuladas miradas que se cruzaban Susana y Raúl. Ella no era una persona egoísta, así que había decidido dejarlos solos para darles una oportunidad. Miró dulcemente a Susana, de nuevo con desparpajo, y esta se turbó y bajó la vista. Cuando eran jóvenes, Ivana era la mejor amiga de Susana, pero esta solía pasar momentos muy incómodos a su lado, ya que Ivana la miraba diferente, como si la deseara, y ella no tenía esos sentimientos hacia su amiga. Pero nunca se le declaró, por lo que era probable que fuesen figuraciones suyas. Al fin y al cabo, Ivana era de las que no se cortaba si tenía que plantear algo: lo decía y ya está.

La rapera se acercó a ella y, suavemente, le pasó los dedos por los granos de la cara, como solía hacerlo hacía ya más de diez años. Luego le dio un beso y se despidió.

— Quiero que retomemos nuestra amistad. El destino nos ha unido en la fatalidad, así que tenemos que superar este trance juntas —dijo Ivana, sonriendo.

— No entiendo cómo puedes hacer estas bromas, con lo que estamos pasando —recriminó Raúl, incómodo por la frescura en el tono de la rapera.

Cogió la chaqueta del sofá, se la puso y los miró directamente a los dos, atravesándolos. Luego sonrió y salió, convencida de que, decididamente, hacían una buena pareja.

Palíndromo:

Encara ese día —habla Ivana—, vi al bahai desear acné

**

Antes de marcharse Ivana, Susana no podía imaginar el vacío que iba a incomodar el ambiente. La calva rapera era el único vínculo que justificaba la cercanía entre Raúl y ella. El incierto silencio reveló que ambos eran un poco tímidos para dar el primer paso; por lo menos, la soltura de Ivana los hacía, ahora, quedar como dos seres insignificantes. El frío de enero no contribuía, precisamente, a caldear el ambiente. Susana decidió arriesgarse, sacando jugo de la propia incertidumbre que los envolvía.

— Creo que Ivana era la que llevaba toda la conversación durante el almuerzo. Nos ha dejado sin palabras.

— Sí, es como la intersección de dos sucesos. En Matemáticas, si no hay intersección, quedarían dos sucesos incompatibles o mutuamente excluyentes —apuntó Raúl, esforzándose por armar una conversación.

— ¿Quieres decir que, sin ella, tú y yo somos incompatibles? —Enseguida Susana se dio cuenta de que le había salido, sin querer, una frase un poco atrevida, pero se sentía cómoda en este juego y no estaba dispuesta a dar marcha atrás. No entendía por qué estaba tan lanzada con un hombre desconocido, ya que ella no solía ser así.

— ¡Espero que no! —contestó él, sonriendo. Acto seguido se levantó y se puso a recoger la mesa. Susana lo imitó, echándole una mano.

— ¿A qué te dedicas, Raúl?

Raúl la observó detenidamente. Tal como había dicho Ivana, tenía un rostro extrañamente atractivo; tal vez fuese la pícara sonrisa, que no desaparecía nunca, tal vez las falsas pecas. La pregunta que le estaba haciendo era una indagación superficial en su intimidad. Sabía que así se fraguaba una relación, rascando primero el envoltorio y rastreando cada vez más adentro.




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