Papá desesperado. Necesito una Niñera ¡urgente!

CAPÍTULO 36

MILENA

Estaba pensando en las mil maneras de poder escapar de este encierro. Mis ojos se fijaban en el rostro de mi prima Marjorie; apenas reaccionaba, su semblante me decía que estaba drogada. Casi no hablaba, permanecía dormida, ida… y eso me llenaba de rabia e impotencia. Todo esto era obra de esos engendros, y en especial de Gerardo. ¿Quién lo diría? Él resultó ser de lo peor. Por eso siempre digo que no es bueno confiar en nadie, porque jamás sabemos qué es lo que las personas planean en lo más retorcido de su mente.

Ahora, lo único que ronda en mi cabeza son preguntas sin respuesta: ¿quién está realmente detrás de mi secuestro? ¿Quién movió los hilos de lo que me hicieron hace cinco años atrás, cuando bombardearon mi vida y lograron que mi auto explotara? ¿Qué sucedió exactamente aquel día? Demasiadas preguntas, demasiados silencios… pero por ahora, lo único que sé con certeza es que necesito salir de aquí cuanto antes.

Mis ojos recorren el lugar. Una pequeña ventana, cubierta con cristales, parece ser nuestra única salida. Me acerco a Marjorie y la sacudo suavemente.

—Marjorie, abre los ojos por favor, reacciona… —susurro con desesperación

—Tengo mucha sed.

—Lo sé. Quisiera poder darte agua, pero aquí no hay, debemos salir de aquí.

—Quiero volver con mi abuelita, quiero estar lejos de este infierno. No soporto más esta pesadilla.— Ella apenas abre los labios, su voz es un murmullo quebrado.

—Como llegaste en la manos de ese hombre.

—No sé… me dejé manipular por ese estúpido… me enamoró primero, me prometió una vida juntos… y yo le creí. Nunca imaginé cuáles eran sus planes macabros…

Empieza a toser con dificultad. Me parte el alma escucharla así.

—Tranquila, tranquila —le digo acariciándole el cabello—. Lo sé, sientes la garganta seca… pero resiste un poco más.

Camino de un lado a otro, con el corazón latiendo a mil por hora. Necesito actuar. Mis ojos se detienen en el tubo de la cortina. La puerta está cerrada por fuera, pero si tranco por dentro quizá gane tiempo. Subo sobre la mesa, estiro el brazo y logro alcanzar el tubo, aunque es más alto de lo que pensaba. Es pesado, pero me sirve. Arranco la cortina de golpe.

—Ven, apóyate en mí —le digo mientras la levanto; apenas puede caminar.

Con todas mis fuerzas golpeo la ventanita. El vidrio estalla en mil añicos, cortándonos la piel, pero eso no me importa. Lo único que quiero es vernos libres.

—¡Vamos! —le grito—. No importa si la caída duele, lo vamos a lograr. Tienes que sobrevivir.

—Vete sola. No tengo fuerzas.

—No seas tonta. No voy a permitir que te quedes aquí sola.

Escucho entonces la manija de la puerta moverse, alguien intenta abrir, pero no puede: yo misma la aseguré por dentro. El corazón se me detiene un segundo. No hay tiempo. Ayudo a Marjorie a subir primero. Ella duda, pero finalmente salta. Luego lo hago yo. Siento un golpe fuerte en la pierna, un rasguño ardiendo en mi brazo… pero no me detengo.

En ese instante suena una alarma ensordecedora.

—¡Corre, Marjorie! —le grito.

Ella tropieza, quiere detenerse por el cansancio, pero no lo permito. La arrastro como puedo. Miramos alrededor y a lo lejos veo un inmenso río.

—¿Sabes nadar? —le pregunto, casi sin aliento.

—Creo que sí… por sobrevivir, lo haré… —responde con miedo en la voz.

No hay alternativa. Nos lanzamos al agua. Por suerte no es tan hondo, aunque la corriente nos empuja con fuerza. Nadamos como podemos, con dificultad, sintiendo los músculos arder. A lo lejos escucho gritos. Entre ellos reconozco uno inconfundible: es Gerardo.

—¡Maldito! —murmuro entre dientes, con el agua golpeándome el rostro—. No voy a permitir que nos sigas encerrando, ni mucho menos que sigas jugando con nuestras vidas.

Sé que no actúa solo, lo intuyo. Alguien lo manipula, alguien más está detrás de todo esto, aparte de Laura, tengo que descubrir quién es. Debo encontrar al verdadero culpable de lo que me sucedió hace cinco años atrás.

Mientras la corriente nos arrastra río abajo, solo una certeza late con más fuerza que nunca en mi pecho: saldré de este secuestro con vida y buscaré respuestas. Porque yo no pienso ser la víctima otra vez.

***

Logramos despistar a esos hombres que nos perseguían y, con suerte, conseguimos escabullirnos dentro de una cueva. La lluvia comenzó a caer con fuerza, empapando el bosque y ocultando nuestros pasos. Estábamos ahí, las dos, temblando de frío. Pude ver a mi prima Marjorie abrazarse los brazos, sus labios azulados del frío. Quise ayudarla, pero apenas tenía fuerzas; aun así traté de animarla.

—Aguanta. Pronto saldremos de esta.

—Gracias… gracias por sacarme de ahí —susurró ella con voz débil—. ¿Será que nos atrapen?

—No seas negativa —le respondí con firmeza—. No nos van a atrapar. De mi cuenta corre que saldremos ilesas de esto.

El corazón me ardía de rabia solo de pensar que ese desgraciado quisiera hacernos daño. Cuando la lluvia se detuvo, decidimos salir de la cueva y avanzar. Caminamos en dirección al sonido de algunos autos que pasaban a lo lejos, con la esperanza de llegar a la carretera. Pero apenas nos acercamos, tuve que detenernos de golpe y esconderme con Marjorie detrás de un árbol. Mis ojos se abrieron con horror: Gerardo estaba allí, de pie, como si nos estuviera esperando. Quizás sabía que saldriamos aquí.

No estábamos lejos de un almacén abandonado, y el miedo me recorrió el cuerpo. Sabía que si nos encontraba, todo terminaría mal. Pero lo peor fue cuando vi a quién lo acompañaba: un hombre y, a su lado, Laura. Mis puños se cerraron con rabia al descubrir lo que siempre había sospechado: ella estaba metida en todo esto.

Observé bien al hombre. Había algo en él que me resultaba familiar… hasta que el recuerdo me golpeó como un balde de agua helada. Alejandro, el primo de Laura. El mismo chico con el que habíamos coincidido en la universidad. Maldita sea, todo se estaba complicando y ahora ya tenia respuestas de quienes fueron los que mandaron a matarme y ahora a secuestrarme.




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