Papá desesperado. Necesito una Niñera ¡urgente!

CAPÍTULO 37

DEREK

Toda la mañana la pasé organizando junto a Arkady un plan meticuloso para atrapar a Laura y a Alejandro. Estoy convencido de que ellos tienen a Milena secuestrada, y con esa certeza decidí mandar a agentes encubiertos a seguir cada uno de sus movimientos. Mi objetivo es claro: encontrarlos, rescatar a mi esposa y asegurarme de que ambos paguen por cada uno de sus crímenes.

No puedo sacarme de la mente la traición de Alejandro y Laura. Jamás imaginé que mi amigo y confidente de tantos años pudiera hundirme un puñal tan profundo. Descubrir que eran amantes no me sorprendió tanto como enterarme de que, tiempo atrás, habían intentado asesinar a Esposa. Ese pensamiento me llena de rabia, de náusea y de un odio que jamás creí capaz de albergar. No descansaré hasta verlos tras las rejas, pagando por cada maldad que cometieron.

Antes de ponerme en marcha decidí darme una ducha. El agua fría me ayudó a despejarme y a concentrarme en la batalla que se avecinaba. Al salir, tomé el teléfono y llamé a mi madre para asegurarme de que los niños estuvieran bien. Me informó que Carelia los había llevado al parque de la residencia, para distraerlos un poco. Sin embargo, también me comentó que Jade había descubierto que Milena es su madre. Apreté los puños con fuerza, conteniendo las lágrimas. Tenía que mantenerme firme por mis hijos, por mi familia… y sobre todo, por Milena.

Lo único que deseo en este momento es recuperarla. Nada más me importa. La empresa, los negocios, incluso las amistades que creía verdaderas… todo quedó en un segundo plano. La traición de Alejandro me dejó marcado. Ayer presenté mi carta de renuncia, y aunque me llamó insistentemente para hablar, jamás contesté. Alejandro intentó justificar lo ocurrido, asegurando que lo suyo con Laura había sido solo un “desliz del pasado”, algo que lamentaba profundamente. Pero no le creo ni una palabra. Para mí ya no es más que un hipócrita, alguien en quien nunca volveré a confiar.

Pensé incluso en hablar con su padre y contarle todo lo que había hecho su hijo, pero decidí que ese momento llegaría después, cuando todo esto terminara. Ahora lo primordial es rescatar a Milena.

Mientras me terminaba de vestir, mi teléfono volvió a sonar. Esta vez era Arkady.

—Derek, prepárate —escuché su voz firme—. Tenemos noticias. Laura y Alejandro se dirigieron ayer hacia León. Algo me dice que detrás de ese movimiento encontraremos a tu esposa. Pasa por mí de inmediato, voy a preparar todo.

—En seguida.

Colgué con rapidez, me puse la chaqueta y me detuve unos segundos, cerrando los ojos y rogándole a Dios que todo saliera bien. No soy un experto en armas ni un peleador, pero estoy dispuesto a arriesgarlo todo. Haré hasta lo imposible por rescatar a Milena.

Con el corazón ardiendo de esperanza y furia, tomé las llaves del auto y susurré para mí mismo:

—Resiste, amor mío… solo un poco más. Ya voy por ti.

***

El motor rugía con fuerza mientras Arkady aceleraba rumbo a León el decidio manejar mientras el GPS le indica la ubicación. El amanecer se sentía pesado, casi sofocante, con una tensión que podía cortarse en el aire. Iba en el asiento del copiloto, con las manos apretadas contra mis piernas; los nudillos blancos delataban la ansiedad que me devoraba por dentro. No podía dejar de pensar en Milena. Cada kilómetro recorrido me acercaba más a ella y al final de este infierno.

—Hoy se acaba todo —me repetía—. Milena volverá conmigo.

Arkady, siempre calculador, hablaba por teléfono con sus hombres. Según los informes, en una casa de campo apartada de la ciudad estaban Laura y Alejandro, junto a varios desconocidos. El auto de ellos había sido visto ahí, lo que confirmaba nuestras sospechas. Pero no había rastro de Milena.

—Seguro la tienen encerrada —dije con firmeza—. ¿Tú crees que la dejarían suelta después de secuestrarla?

Arkady asintió, con el ceño fruncido

—Tienes mucha razón.

Tras una hora de camino, entramos a León, en dirección a una comunidad aislada, cerca del empalme. La tensión me estaba matando cuando de pronto un grito desgarrador de una mujer interrumpió el silencio. Arkady clavó el pie en el freno y el auto se detuvo de golpe. No lo pensé: abrí la puerta y salí corriendo.

Frente a mí, una joven temblaba, con el rostro cubierto de lágrimas.

—¿Quién eres? —le pregunté, con la voz entrecortada.

—¡Mi prima! ¡Mi prima se la llevaron y le dispararon! —gimió.

—¿Quién es tu prima?

—Soy Marjorie… Milena es mi prima. A mí me tuvieron secuestrada durante meses.

Me quedé helado. Sin perder tiempo la subí al vehículo, le ofrecí agua y esperé a que recuperara el aliento. Cuando por fin pudo hablar, relató lo sucedido: Milena había arriesgado su vida para ayudarla a escapar, pero en medio de la huida las atraparon otra vez. En la persecución, los hombres abrieron fuego y alcanzaron a Milena.

Sentí que la rabia me devoraba como un incendio en el pecho. ¿Cómo habían podido hacerle daño? ¿En qué estado estaría ahora? Todo pensamiento se redujo a un único deseo: recuperarla viva.

Al llegar al lugar, Arkady dio la orden de preparación. Sus hombres rodearon la casa, listos para la emboscada. Marjorie quedó bajo custodia, mientras yo avancé con Arkady hacia la entrada. No hubo espera: derribamos la puerta de una patada y, de inmediato, un grito desgarrador inundó la estancia. Era la voz de Milena.

La escena me heló la sangre. Un hombre la sostenía con violencia, apuntándole una pistola en la sien.

—¡Suéltala! —rugí, conteniendo la furia que me quemaba por dentro.

Arkady trató de razonar.

—Gerardo. Entrégala y te prometo que no pasarás tantos años en la cárcel.

El tal Gerardo soltó una risa cargada de sarcasmo.

—Eres un imbécil, Arkady. Tenías bien oculto que eras de la Interpol, ¿verdad? O de la DEA… Fingiste ser un amigo, pero todo fue un teatro. Ahora todos van a pagar.




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