Papá por sorpresa

Capítulo 3. Niñera


 

Ana Paula

 

—¿Ya fuiste a la empresa que te dije?

—No, Sonia me dijo que hablaría primero con su jefe para que pudiera atenderme. Es más seguro que me den el puesto si ella habla por mi.

—Esperemos que sí.

—Tendré trabajó en menos de lo que canta un gallo.

—Así dijiste la otra vez y tardaste seis meses en conseguir un buen empleo.

Esa vez fue cuestión de suerte. Habían chicas mejor preparadas que yo, bien calificadas y sobre todo le cayeron muy bien al jefe del lugar.

Por eso me mudé a Madrid. Mi hermano y mi mejor amiga trabajan aquí desde hace un tiempo, Sonia es secretaria de un señor muy adinerado que trabaja en la empresa, según es el hijo del jefe. No se lo creí hasta que me enseñó una foto donde están juntos, y no exactamente como algo más que jefe y secretaria. Según Sonia, el señor ni siquiera la pela.

Mi hermano y mi madre es lo único que tengo, papá murió de un infarto cuado yo tenía dos meses de nacida así que ni siquiera lo recuerdo, eso me hace no extrañarlo, aunque me hubiera gustado crecer con una figura paterna. Mi hermano siempre estuvo agobiado consiguiendo empleos para ayudar a mamá y a mí y que nada nos faltara, gracias a él logre terminar mis estudios ya luego acabé la universidad gracias a un trabajo de medio tiempo.

Hace un par de horas le tire mi bicicleta encima a un auto. ¡El imbecil me dijo ciega! Pedazo de cabrón maleducado. El que no se fijó fue él. Estupido marginado. Arruine mi bicicleta por su culpa, tendré que ir a la empresa a pie.

He estado esperando la llamada de mi amiga todo el día, dijo que llamaría en cuanto su jefe le diera bandera blanca para poder llevarme a la entrevista mañana a primera hora. Casi le hago un hueco al piso de tanto caminar, soy una persona muy ansiosa, engullo todo de prisa por si me llaman y tengo comida en la boca.

Al terminar de poner el plato en el lavado mi celular empieza a sonar como chicharra. Me apresuro a contestar, antes me tranquilizo para no sonar desesperada. Mi amiga es una palanca y espero enormemente me haya ayudado en eso.

—Sonia... dime que sí, por favor. He esperado escuchar eso todos estos días.

Guarda silencio, eso me atormenta mas. No sabe lo que mi corazón corre dentro de mi pecho.

—Sí.

¡Felicidad por un momento!

***

La empresa es prestigiosa. Una de las mejores en Madrid, da empleo a más de doscientas personas, tiene varios récord y su dueño es una persona de buena familia, pero, como siempre hay un pero en todo esta no es la excepción. El señor luce tan dulce como un limón, y eso que los limones no son dulces pero comparado con el señor, lo son.

El jefe de Sonia ya tuvo que haber llegado, me pidió estar aquí una hora después de él. Respiro profundo e ingreso, aquí dentro huele a riqueza y limpieza. Sonia trabaja en el tercer nivel, mis ojos se iluminan con cada cuadro que veo. Todos son clásicos. Subo al ascensor, pero antes de marcar el piso una mano lo detiene. Vaya, vaya, es un hombre guapo con una niña de unos cuatro años.

—Buenos días —su cara me suena conocida. ¡Es el jefe de mi amiga!

Santo cielo... ¿qué hago? ¿Cómo actuó normal? No sabía que tuviera hijos, en su información de wikipedia decía que era soltero y no tenía herederos.

—Buenos días.

—Hola —la niña me saluda con su manita y una sonrisa. ¿Quién la peinó? Su madre lo dudo. Sus colas están una arriba y otra abajo. —¿Qué significa ojete?

El señor la mira con desgano.

—¿Me preguntas a mí?— susurro.

El señor presiona el botón para el tercer piso.

—Sí, le dijiste a Santiago ojete —mocosa chismosa. No me está ayudando en nada, el señor me mira y frunce sus cejas.

—¿Fuiste tu? —dice entre dientes—. Tu me tiraste la bicicleta encima.

—Señor, fue un accidente. Estaba distraído, usted no se fijo— ahora menos que me den el empleo —. Lo lamento.

—¿Lo lamentas? Arruinaraste mi auto. Le dejaste un rayón que se ve horrible.

—Le diría que se lo pagó pero no tengo empleo. ¿De donde quiere que saque dinero? Nadie me quiere contratar, y de alguna u otra manera no lo haré —la niña nos mira con los ojos bien abiertos —Por cierto, le está dando mal ejemplo a su hija.

—No es mi hija... es solo una mocosa.

—¡Yo no soy ninguna mocosa! —le pisa el pie con fuerza.

Santiago se queja y le toca brincar en un pie.

—¿Me acabas de pisar? Renacuajo.

—Mi nombre es Renata. No renacuajo—que retorcido, está discutiendo con una criatura.

—Me importa un comino como te llames, te dire como me de la gana. Y si me vuelves a pisar...

Renata lo vuelve a pisar, me aguanto la risa por si acaso aún tengo alguna oportunidad para que me contraten así sea de limpiarle los zapatos a este señor de pocas pulgas.

—¡Ya veras, muchachita!

—Quiero a mi mamá —lloriquea.

Su mamá debe estar muy tranquila de haberla dejado con su padre. Son un dúo muy dinámico.

—¡A tu mamá se la comieron los gusanos!

Renata se enoja y se hace en una esquina. Abraza su oso de peluche rosa chillon, las puertas del ascensor se abren y él sale sin buscar ni hacerle caso a Renata.

—¿Estás bien? —me arrodillo. —¿Quieres que te arregle el cabello?

Asiente con su carita toda triste.

Le quito las gomas con un poco de trabajo, están todas maneadas con su cabello. Le hago las colitas mucho mejor de lo que las tenía. Me deja pensativa por qué dijo que a su mamá se la comieron los gusanos. ¿Estará muerta?

—¿En donde esta tu mamá? Nena.

—No tengo mamá —susurra. Baja la cabecita, se me hace pedazos el corazón —No me quiso. Me dejo abandonada en un albergue hace cuatro años.

No debí preguntar, debo aprender a no hacer preguntas con temas que no me corresponden.

—¿El señor Santiago es tu papá?

—Sí, pero es muy malo. Me dio una cama para perros de dormir y la manta de su gato.



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En el texto hay: romance, humor y diversion, hija inesperada

Editado: 26.09.2022

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