Papi, estoy de regreso |sueños oscuros #1|

1º En las sombras

La mañana se había esfumado como agua entre sus deberes escolares y el partido de Voleibol. Los enfrentamientos para el torneo de verano habían dado inicio y el equipo de Víctor había ido a enfrentarse con su primer contrincante, ganando gracias a un tiro suyo.

Hacia el mediodía, después de la breve celebración por su victoria, Víctor volvió a casa para darse una buena ducha y quitar toda la tierra que tenía encima.

Subió las escaleras trotando, se encerró en el primer cuarto del segundo piso y se metió al baño. Apenas comenzó a salir el agua caliente, el joven empezó a frotarse el castaño y lacio cabello con desesperación, pensando que tal vez le haría bien usar la fibra metálica de la cocina.

Y no era para menos, porque si bien su primer partido de temporadahabía sido excitante y el mejor en mucho tiempo, lo había dejado más que mugroso. No sólo apestaba a sudor sino que, para ponerle la cereza al pastel, a sus compañeros de equipo les resultó una buena idea cargarlo para festejar el tiro que les dio la victoria y arrojarlo al lodo. Se trataba de una forma de agradecimiento, pero Víctor lo odiaba.

El joven gruñó furioso al sentirse todavía enlodado y maldijo entre dientes a todo su equipo. Ya se vengaría de ellos. Al final de cuentas, nadie era mejor que él para gastar pesadas bromas.

—Si juegan con fuego, se pueden quemar —susurró con su voz juvenil, componiendo una sonrisa maquiavélica.

Después de todo ¿qué se podía esperar? Era tan inteligente, guapo, carismático pero sobre todo, modesto. Sí, la modestia era su mayor virtud además de…

Una enorme bola de lodo brotó de su cabello y le golpeó la nariz, haciéndolo gritar una palabra altisonante que hubiese escandalizado a su madre.Minutos más tarde, cuando por fin logró dejarse limpia la cabeza, prosiguió a enjabonarse el cuerpo y rostro.

Mientras tenía los ojos cerrados comenzó a sentir que la temperatura iba poco a poco descendiendo, a pesar de que el agua de la llave emitía algo de vapor. Después, escuchó con claridad cómo la puerta de su cuarto era abierta poco a poco y se mezclaba conel sonido de pasos ingresando en la habitación.

—¿Mamá? —preguntó el joven y esperó unos momentos sin obtener respuesta.

Tronó la boca con algo de desconcierto.No podía tratarse de nadie más, ya que su hermana menor estaba en el preescolar y su padre en el trabajo. Se detuvo y, aún con los ojos cerrados, escuchó vocecillas de niños acercándose a la puerta del baño.

El lugar se llenó de tenues susurros, pasos, el sonido de cosas al moverse y por último, la forma en que la puerta del baño se abría con posma. Inhaló profundo al estar seguro de lo que ocurría.Su madre no había vuelto y aun así, él no estaba sólo en la casa.

—Ya les dije que no pueden entrar aquí —susurró con la voz firme como si de un regaño se tratase. La puerta dejó de moverse, volviendo al sonido de la regadera el único presente.

Un suave y frío viento ingresó en la habitación.Ellos seguían ahí. Víctor emitió un suspiro cansino antes de terminar de quitarse el jabón de los ojos, cerrar la regadera y girarse hacia la entrada del baño.

Ahí, mostrando la mitad del rostro, con piel pálida y azulada, había un niño pequeño. Tenía los ojos completamente blancos,además de un disparo en la frente del cual brotaba sangre de color oscuro.Su vista se encontraba fija sobre Víctor, pero el joven se mantuvo tranquilo.

Gracias a sus habilidades y el largo tiempo habitando esa casa, Víctor sabía que el niño no tenía más de cinco años, aunque estuviese atrapado entre los vivos desde hacía ya medio siglo.

—Por favor, salte de mi cuarto y recuérdale a tus hermanos que no pueden entrar aquí —dijo Víctor con tranquilidad—. No, no jugaré con ustedes —habló de nuevorespondiendo a la silenciosa pregunta del niño—.Cuando Susy vuelva podrán jugar. Mientras tanto, sálganse.

Y sin más, el niño se dio la media vuelta y se desvaneció, llevándose consigo a sus dos hermanos y la baja temperatura. Víctor sonrió con ternura ante la obediencia de los tres pequeños. Ellos solo querían un amigo.

El muchacho cubrió su cuerpo con una toalla y salió del baño. Debía arreglarse para recoger a Susy del jardín de niños.Sobre su cama estaba puesta la ropa limpia, así que se vistió sin prisa. Mientras se ataba los cordones de sus tennis, el teléfono de la cocina sonó. Con un ligero trote Víctor bajó al primer piso para responder la llamada.




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