Samanta
Los chicos fallaron y fueron exterminados antes de que Alexander diera con ellos y les sacara la información. La veo llegar sola, pantalones sueltos y top pegado, tiene curvas naturales, se cree única por llevar el cabello rebelde, es una pobre ilusa, baja y gira la cabeza alrededor del estacionamiento, camina con falsa seguridad, hay está Alexander, que la alcanza en pocas sancadas, me recuerda a un depredador sobre su presa. Su cara se ilusiona en cuanto lo siente cerca, pobre chica, se el efecto que mi marido tiene sobre las mujeres, pero es eso; mi marido. Alexander está rompiendo el prototipo que tiene con las mujeres, que como es debido, no tienen un final feliz, es una tonta, no debió poner los ojos sobre el. Bajo también en cuanto se pierden, solo quiero comprobar lo que siento y su sentencia estará firmada.
Paso primero a la cafetería, quiero hacer un poco de tiempo en cuanto recibo el mensaje, ”entro a su oficina". Aprieto el vaso que tengo en la mano y bajo del banco, me encaminó a encontrarnos, esta vez cambié la táctica, la ultima vez que la vi su reacción me confirmo todo, ella cree en el. No la culpo del todo, mi marido parece un dios, todo se arreglaria si yo fuera viuda en lugar de la mujer que le ven la cara, pero papá dice que aun no es tiempo. Alexander es su mejor carta, se está abriendo camino. Paso de largo asiendole una seña a su secretaria que se caye, optó por llamar a la puerta.
–¿Alexander? – llamo en voz alta. –¿Alexander?– repito insistente. No pasa mucho cuando escucho sus zancadas y veo el pomo girarse, como es costumbre me encuentro con un Alexander cabreado, lo ignoro, vengo metida en mi papel.
–¿Que mierda haces aquí?– me ladra apenas y me ve.
–Necesito hablar– mi timbre de voz lo sorprende un poco, entrecierra los ojos estudiando mi calma.
–No tenemos nada de que hablar– ataca
–No quiero hablarlo aquí en la puerta y que nos escuchen todos– todos los demonios que llevo dentro están en contraste, mi autocontrol no durará mucho, pero lo veo tan sorprendido con mi nueva actitud, se gira hacia atrás dirigiéndose a ella.
– Puede retirarse– le ordena, en su timbre hay algo más que solo ser su jefe, escucho sus pasos nerviosos, aparece detrás de él, con el cabello más alborotado y las mejillas encendidas, "maldita arribista" no durará mucho el que te quieras burlas de mi.
–Buenos días – la saludo, me muerdo la lengua a todos los adjetivos que tengo por decirle. Me dio intenta sonreírme y pasa casi corriendo a mi lado, típico de todas. Se va y Alexander entra, lo sigo cerrando la puerta a mi espalda.
–Tienes 60 segundos– me ladra acomodándose del otro lado del escritorio. Enciende el ordenador, ni siquiera me mira. Hace rato que llegó, debio estar encendido hace tiempo.
– Note mis cuentas sin fondos y necesito dinero – entonces me ve a la cara con bastante asombro.
– No te creo nada– dice serio
– Tengo problemas económicos– digo en voz baja fingiendo caridad.
–Ese no es mi problema– contraataca.
–Soy tu mujer en apariencia– le digo haciendo uso de la poca serenidad que me queda. – al menos no me dejes pasar hambre – finjo y nuevamente lo veo sorpendido, tengo que soportar su mirada estudiando la mía para escuchar lo que quiero.
– Te haré una trasferencia – dice serio, aunque ya no está tan molesto, valla si actuó menos loca el me soporta, ya paso el minuto que me dio.
– Gracias Alexander– le digo poniéndome de pie. Entreabre los ojos sorprendido, imbecil, creyó como si nada mi papel y eso me da acceso a la maldad que estoy conteniendo. Me levanto antes de escuchar su "lárgate" que jamás sale de su boca, no puedo evitar la sonrisa que se forma en mi rostro en cuanto voy de camino a la puerta. Sin decir nada más salgo.
Permanezco escabullida en el estacionamiento, comienzo a aburrirme asta que la veo salir, no puedo dejar pasar desapercibido la bilis que se forma en mi garganta, percibo algo en el, pero me aferro a negarlo. No puede significar algo para ella, no niego que es de alguna forma linda, muy natural para mí gusto, no se le ven cirugías, su cabello para mí gusto es horrible. Siento un ligero alivio cuando la veo salir sola, se escabulle asta meterse en su auto barato. No la comprendo, que hace trabajando si su madre es millonaria. No arranca, veo como su cara se desfigura en cuanto aparece Alexander con la maldita de Melissa, otra más que me falta borrar del mapa. Viene colgada de su brazo, como la zorra barata que es, todo su cuerpo falso de contonea mientras avanza, me contengo por salir y barrer el piso con ella, se merece algo mejor. Vuelvo la vista a la chica que sigue mirando la escena, como lo esperaba, no es tan especial para el, por qué sigue con Melissa. Estos se montan en el auto y arrancan sin siquiera notar que esa estúpida estaba hay, lleva una mano a su cara, suelto a reír, supongo que la muy barata está llorando.
–Debio romperte el corazón – digo en voz alta mientras hago un puchero con burla. Me saca de la soledad el timbre del teléfono.
–Que me tiene?– pregunto sería sin apartar la vista de la maldita qe pone el auto en marcha.
–Acaba de pagar 200 rosas rosas– me informa el hombre, me hierve la sangre, ¿Para quien?.
–¿Algo más?– insisto, mientras mi respiración se entrecorta, voy siguiendo a esa infeliz, pero siento que debí espiar a Alexander, mi propio perro tiene una vida más interesante qe esa falsante.
Editado: 06.07.2025