CAMILA NOBOA
Han sido días bastante provechosos desde que mi padre me contó la verdad acerca de su pasado. Los cuentos y metáforas de don Vinicio se volvieron realidad de un momento a otro, sentía que estaba viviendo dentro de un libro de fantasía y yo era la protagonista de la historia. Era mi destino convertirme en la líder de esta familia.
Caminé varias calles desde la casa del tío Juan hasta llegar a un parque donde mi padre quedó en venir a recogerme. El olor a césped recién cortado, los adoquines limpios y una pileta en perfecto funcionamiento me hicieron notar el contraste del lugar donde crecí.
Recuerdo un día, cuando era pequeña, jugaba con una peluca, una muñeca sin cabeza y un carrito de juguete, del mismo modelo del Beatle que tengo ahora y que pertenecía a papá en ese entonces. De pronto, papá llegó cargando a un niño de mi edad en sus brazos a nuestro departamento. Estaba inconsciente y lo acostaron en mi cama. Papá y uno de sus compañeros de trabajo discutían con alguien durante una llamada por celular al otro lado de la puerta. En ese entonces no entendía el significado de secuestro o extorsión, pero lo estaba presenciando como algo del día a día.
Papá entró con cinta de embalaje y un pañuelo. En un gesto me pidió que no hiciera ruido y yo obedecí alegremente, era entretenido verlo trabajar, ya sea en torturar a personas o contar fajos de billetes. Siempre lo hacía desde lejos, así que era suerte que no me alejara. Posteriormente empezó a cubrirle los ojos, taparle la boca y atar sus manos. El niño comenzaba a moverse y supe que estaba despertando, ¡Estaba emocionada esperando su reacción! al encontrarse inmóvil comenzó a llorar empapando el pañuelo sobre sus ojos y yo divertida le tapé la nariz, pero papá me dijo que me calme. Él salió e hizo otra llamada esperando una confirmación para su rescate, o eso me supongo, mientras yo jugaba con mi carrito haciéndolo andar sobre el niño como si fuera una pista de autos que temblaba y se sacudía.
Pasaron las horas y mi papá sentó al niño en una silla sobre un charco de sangre seca para sacarle una fotografía con una cámara instantánea, luego metió la foto dentro de un sobre y le entregó a su compañero de trabajo. Cerca de la media noche el celular de papá sonó, y se llevaron al niño al cual un momento antes estaba abrazando dormida. Creo que esa fue la primera vez que me encariñe con alguien ya que mi papá pocas veces me dejaba acercarme a sus víctimas, era divertido tenerlo de pista de autos. Pasaron los días y mi padre dejó de hacer cosas interesantes, se ausentaba un tiempo dejándome con la vecina, quién era una señora mal hablada con problemas de adicción, ella no me agradaba, así que un día encerré a su gato en una caja de tomates y le prendí fuego. La señora entró corriendo y yo me reía parada sobre la caja, al fin le daba su merecido, pero no fue tan buena idea; tomó una escoba y de un golpe caí al piso noqueada. En la noche mi papá me reprendió y me enseñó a distinguir las buenas de las malas acciones a través de historias.
Mi papá era como un héroe para mí, solía decirme que todo lo que hace, refiriéndose a tu trabajo, es para traer el equilibrio al mundo y me contaba historias de un personaje llamado don Vinicio, quien trabajaba en beneficio de los necesitados ya que surgió de ellos; era temido y venerado por reyes y ángeles ya que imponía su propia justicia, y siempre atacaba a los malos desde el corazón. Era el punto débil de todos. Me enseñó que, si uno se planteaba alejar sus emociones, sería invencible. Yo creía en esas palabras. Nunca tuve afecto o cariño por nadie, pero si gran admiración por don Vinicio, y una vocación a la justicia y el trabajo que me inculcó papá.
Salí de mis recuerdos en cuanto él apareció en su motocicleta. Se acercó y me pasó un casco, al subirme arrancó más rápido de lo normal, lo que me dio a entender que este tipo de lugares le desagradan tanto como a mí. Son superficiales, llenos de gente falsa que no tiene ni idea de lo que es surgir de la nada. Atravesamos varias calles y callejones en un trayecto laberintico por si alguien nos seguía y debíamos perderlo. Al llegar a casa me despojé del vestido negro y me puse un buso de capucha holgado y shorts.
-¿Y cómo estuvo? -preguntó papá refiriéndose a mi debut como Noboa.
-Esperaba algo más, no sé, algo que me impresione.
-Eso es irrelevante, Camila. No esperes tanto de gente ordinaria -sacó un cigarro como acostumbraba y siguió-. Mejor cuéntame del hijo de Moya y Vivian.
-Pues creo que tus sospechas fueron ciertas. A Vivian le gusta Alex -dije acomodándome en el sillón con una cerveza. Esta conversación se iría de largo.
-¿Y qué hay de él?
-Ella no mintió, Alex es muy distinto a lo que me contaste de su padre. De hecho, ni si quiera parece alguien de la mafia.
-¿Crees que debamos liquidarlo?
-No lo creo, además de que no sería conveniente. Vivian sabría que fuimos nosotros y nos daría la espalda, su lealtad no es tan alta hacia el negocio. Otra opción sería liquidarlos a ambos.
-Qué lástima, creí que Vivian se convertiría en la nueva líder de la mafia -lo miré con disgusto-. ¿Qué? ¿A caso tú quieres ese puesto?
Traté de quitarle importancia y bufé.
-De todas maneras, será mío.
-Allá tú. Por el momento, solo me interesa la computadora de Moya, pero mi preocupación crece según lo que me has dicho.
Eso me hizo recordar que Vivian ya debería haber contactado con mi padre para entregarle la computadora. Es casi medio día y ella salió en la mañana.
-¿No contiene solamente información perjudicial de tu hermano y la mafia? -pregunté ocultando mi nerviosismo y tomando otro sorbo de mi cerveza-. Ni Alex, ni Vivian harían algo malo con eso. No son tan estúpidos como para difundir esa información o ambiciosos para sacar provecho de ahí.
-Eso solo fue un pretexto. Moya nunca tuvo intenciones de traicionar a Juan, de hecho, ambos… eran pareja -dijo haciendo una mueca de asco-. Pero lo maté porque necesito la información de esa computadora.
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Editado: 31.05.2022