CAMILA NOBOA
Desde un principio Leo se convirtió en una espina en mi costado, sonriendo y hablando estupideces todo el tiempo, cualquier chico con algo de sentido común entendería cuando no lo quieren cerca. Pero el insistía ¿Bajo qué excusa? Estar enamorado de mí; una ilusión demasiado irreal y tonta. A medida que transcurría la mañana mi mente se volvía más lúcida, algunos pensamientos me dieron indicios de lo que de verdad estaba tramando Leo. Pero aguanté su compañía todo el viaje hasta tener algo claro, una tarea difícil, yo no era muy paciente que digamos.
Estaba a punto de renunciar a esa idea bajándolo a golpes de mi auto, pero entonces Hank me llamó al celular. No sabía cómo consiguió mi número, así que supuse que estaba con mi papá.
-Vivian, ¿estás segura ahora? -habló el primero.
-Si, ahora mismo estoy de vuelta a Quito. Tuve un accidente en Cayambe y un chico se ofreció a llevarme. ¿Sabes algo de mi papá?
-Tu padre está bien, ayer intentaron matarlo, pero capturó a esos sicarios principiantes. Después me llamó para sacarles la verdad de quién los mandó y para qué, así que estuvimos torturándolos toda la noche. El único indicio que teníamos ese rato era un mensaje de un tal “Jefe”, le mandamos un mensaje de que ya había matado a Brandon y nos centramos en sacarle la verdad.
-¿Y qué descubrieron? -pregunté sospechosa-. Ahora mismo el tipo que me está trayendo dijo que trabaja intermitentemente para la red de los Noboa, no lo conozco, eso me siembra sospechas.
-El hombre que mandó a matar a tu padre es de la red de la mafia rival dentro de la ciudad. Por lo que dijo uno de los sicarios, el tipo se llama Leo y tiene un hermano gemelo.
-Ya veo, es la misma persona. ¿Crees que debo liquidarlo ahora?
Hank pasó el celular a mi papá.
-Camila, ¿dónde están ahora?
-A media hora de la entrada a la ciudad.
-Tengo una idea, vamos a darle un escarmiento y usar esta oportunidad en su contra. Analizamos la situación con Hank y resulta que Leo pretende aprovecharse de la fragilidad de la situación de los Noboa. Algo similar a la idea que tenía cuando afirmé que serías la nueva líder de la mafia por el asesinato de Vivian a Juan.
-¿Qué hago ahora? ¿Lo llevo a las buenas o a las malas?
-Divirtámonos un poco, has que venga por su cuenta y que crea que es a mi funeral.
-De acuerdo -dije sonriente-. Tengo varias ideas respecto a eso también.
-¿Qué quieres decir? -se reía también.
-Resulta que el chico insistió en venir afirmando estar enamorado de mí.
Escuché par de carcajadas al otro lado del celular.
-Esperaremos ansiosos, finge estar triste por la muerte de tu padre.
-Lo haré no te preocupes.
Toda la duda que tenía en mi cabeza se esfumó, quería regresar al auto y romperle las piernas haciéndolo suplicar por su vida. Leo fue victima de su propia ambición, lo mejor que hubiera podido hacer era no juntarse conmigo, aún así, quiso seguir y ahora lo perderá todo. Me forcé a mantener una expresión seria y volví al auto. Metí la excusa de que iríamos al funeral de papá y seguí ilusionándole poco a poco. Hacía bien su papel de enamorado, sin embargo, de a poco resultaba más claro su esencia de mafioso mediocre. La preocupación era notoria en su rostro a medida que nos adentrábamos a mi barrio. Apuesto a que nunca conoció este tipo de lugares.
Entró detrás de mí y mi papá estaba detrás de la puerta. Estaba sin camiseta y se podían ver varios de sus tatuajes en el pecho, además de un fresco disparo en el hombro derecho cubierto por gasas y vendaje. Al parecer no salió totalmente ileso del incidente de ayer.
Amarramos las manos de Leo quitándole un arma que tenía guardado bajo su chaqueta y lo hicimos sentar junto a sus sicarios que seguían con vida. Había mucha sangre en el piso y aquellos hombres estaban sin uñas, con el rostro lleno de moretones, varios cortes en la piel y semidesnudos en el piso con las piernas rotas.
-Son unos malditos sádicos -dijo Leo casi llorando.
Nos reímos y después mi papá lo puso de cara al piso.
-Así que tú eres mi nuevo yerno -se mofó-. ¿Por qué crees ser digno de ella?
-Anda, Leo, diles todas las cursilerías que me decías -pedí fingiendo una falsa dulzura.
-Por favor, Camila -papá comenzó a pisarle la cabeza-. Haz que pare.
-Detente -le dije a papá-. Traigámoslo a la silla.
-Camila, por Dios, lo que están haciendo no es humano. No eres la chica de hace rato.
-“La chica de hace rato” era una lección de que no debes dejarte llevar por una cara bonita. Eres patético, Leo.
-Camila, ¡enserio me gustas!
Todos nos reímos, pero me molestó que siga dando vergüenza. Le solté un puñetazo en el estómago.
-Repítelo.
-Me gu…
Le solté un puñetazo en la cara y Leo casi se cae a un lado. En sus ojos ya solamente había desprecio. Ya no suplicaba, ni hablaba más de la cuenta, comprendió que esa no era la salida. Hank tomó a un de los sicarios, lo arrastró hacia sus pies y puso un arma en su cabeza.
-Jefe, por favor -le hablaba a Leo con voz agitada-, tengo familia.
Pero antes de que dijera algo más, Hank le disparó. El muerto cayó a los pies de Leo y su cabeza lo manchó de sangre desde la pierna.
-Hank, se supone que primero haríamos las preguntas -dijo papá de repente.
-Lo olvidé -se reía-, pero aún hay otro.
El otro sicario acostado a un lado comenzó a rezar tirándose al piso, mi papá fue y le dio un puntapié en la costilla para que se callara. Posteriormente agarró del pelo a Leo y levantó su cabeza en dirección al sicario.
-Una vida se acaba de perder por ti. Como ya lo has oído, tenía familia; hijos y esposa quizá. Un futuro próspero al igual que todos en esta habitación, mi pequeño mafioso. Tienes la oportunidad de salvar tu pellejo y del otro idiota si me cuentas un par de cosas que quiero saber acerca de su mafia de juguete. ¿Comprendes?
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Editado: 31.05.2022