Londres, 4 de Septiembre
Llegamos al colegio. David se queda con sus amigos en el banco, pero he ido a la cafetería y he pedido un zumo de naranja. He cogido el periódico y he ido directo a los deportes. Estaba leyendo los últimos avances de la Premier cuando una voz familiar ha dicho algo que me ha hecho reír.
—¡Vamos, Chelsea!
—Buenos días, tronco, ¿qué hay?
—Óptimo, ¿y tú? —me ha contestado Dean, subiendo la barbilla con una sonrisa gigante.
—Nah… bien —le he dicho—. ¿Nos vamos por ahí? Hace un día muy bueno para estar encerrados.
—¿Ya, Paul? —ha preguntzdo tras soltar una risita—. ¿No tienes una presentación que hacer hoy?
—Sí, por eso —he contestado riendo.
Al poco han pasado Barry y dos amigos suyos y me han mirado mal. Pobres idiotas. Dean ha sacudido la cabeza.
—Era el delegado y yo el subdelegado, ¿sabes quién lo hacía todo, no?
—El que va a ser el delegado este año, ¿no?
Él me ha sonreído. Es mucho mejor persona aún de lo que imaginaba. Ha llegado Joanne y no se ha sorprendido nada de encontrarnos allí. Barry seguía mirándome y le he sonreído y le he saludado con la mano.
—¡Buenos días! —le he dicho.
—¿Qué haces, Paul? —ha dicho Jo en un tono serio de desprecio.
Él me ha mirado desde donde estaba, pero no sonreía. Ha puesto una mueca de desagrado bastante curiosa y me ha enseñado uno de sus dedos en un gesto muy feo, la verdad. He puesto cara de sorprendido y después le he vuelto a sonreír. He dado el último trago a mi zumo y he mirado a Dean y a Joanne con la misma sonrisa. Ellos me han sonreído, creo que un poco descolocados por mi actitud, y hemos salido de la cafetería.
Estaba un poco nervioso hoy, era por Jack «el destripador», que le tenía presente haciendo la crítica de mi presentación en todo momento. Hasta después del descanso no tenía que hacerla. He pensado en Delia también. En volverme a poner en evidencia delante de ella. No es que hubiésemos terminado de congeniar esta chica y yo. Me pone un poco nervioso y por más que lo intento siempre adorno nuestras conversaciones con alguna gilipollez. De todos modos iba a ver si había suerte y podía hablar con ella de algo menos trivial que de costumbre. Los días atrás ella ha llegado después que yo a clase. Vaya, ni que la tuviera fichada. El caso es que les he dicho a Joanne y Dean que fueran entrando, que enseguida los alcanzaba. Me he quedado en el pasillo a ver si Delia llegaba. A lo mejor era un poco precipitado pararla en seco en el pasillo, pero ¿qué iba a hacer, dejarle otra nota en la mesa? He estado allí unos minutos, pero no la he visto pasar. He visto al profesor en la puerta y me ha mirado como diciendo: «¿entras o qué?». Le he seguido y he entrado. Delia estaba en su mesa. ¡Vaya, soy imbécil! Me he reído de mí mismo. Me he sentado en mi mesa y Jo se ha dado la vuelta.
—Toma, Paulie —me ha dicho dándome un papel.
—¿Cómo me has llamado? —he dicho sorprendido cogiéndoselo.
—Como te ha llamado ella —ha dicho mientras me sonreía. Mis ojos se han ido a Delia esperando que se tratara de ella.
He abierto la nota. Era de ella, quería que nos viéramos después en el patio. Perfecto. Así podría comportarme de una vez tal y como soy y no como un imbécil. No la he contestado, he esperado durante todo el tiempo a que ella se diera la vuelta y me mirara para decirle que sí, que luego la vería. No ha ocurrido y devolverle la nota lo veía complicado en clase si no quería darle explicaciones a mis compañeros.
A la hora del recreo estaba un poco nervioso, les he dicho a Jo y a Dean que Delia quería hablar conmigo y se han sonreído. ¿Qué les pasa? En fin, he salido caminando con las manos en los bolsillos hacia el lugar donde quería que nos encontráramos según la nota.
—Eh... ¡Hola! —he dicho un poco cortado. Ha sonreído.
—¡Hola! —parecía muy contenta, nada que ver con el día anterior.
Me ha dejado sitio para sentarme frente a ella en un banco. Le he preguntado que qué se contaba y me ha dicho que nada. De pronto se ha puesto más seria y me ha dicho que sentía lo de ayer. No le había dado mucha importancia. Bueno sí, pero no la tenía, así que tenía que quitarle hierro al asunto.
—¿El qué de ayer? —he preguntado haciéndome el sorprendido como un tonto—. ¿Nos conocemos? Hola, yo soy Paul Stonem.