Jueves, Londres, 11 de septiembre.
El examen de matemáticas estuvo mamado. Era a segunda hora. Se me dan demasiado bien. No había estudiado nada y esperaba que fuese más difícil, pero era una chorrada. Cuatro cosas de repaso que incluían calcular algún límite y despejar incógnitas en sistemas de ecuaciones. Mi madre estará orgullosa.
En la hora del recreo salía con Dean y Jo, que no paraban de preguntarme dónde había estado el día anterior. Emily estaba con sus amigas terminando de comparar resultados. La he mirado y le he hecho un gesto con la cabeza. Ella ha hecho lo mismo, ha dudado pero al final me ha parado por el pasillo.
—¿Qué pasa? —le he preguntado extrañado.
—Nada —ha dicho mirando al suelo—. Esto, Paul, yo… —ha titubeado. He inspirado aire mirándola. No arrancaba. Me ha impacientado un poco, porque mis amigos esperaban. Les he dicho que salieran sin mí con un gesto. Ella los ha mirado y, al cerciorarse de que se iban, ha continuado—. Siento lo del otro día, fui un poco borde.
—Ah bueno, no pasa nada, no me lo tomé a mal —mentí. Últimamente hago esto mucho. Creo que es un mecanismo para defenderme de defraudar a gente que me importa poco, pero con la que no quiero estar molesto para no tener que estar pensando obsesivamente en por qué no les caigo bien.
—¿Ah no? —ha dicho un poco sorprendida. Quizá hubiera esperado oír que sí—. Pues, bueno, eso.
—Bueno, no pasa nada. No hemos sido muy buenos comunicándonos —he dicho sonriendo inocentemente. Yo no sé disculparme mejor.
—¡Vale! Pues sólo era eso —me ha dicho animada.
—Mira, Em —he dicho intentando no andarme con rodeos—. No es que pase de ti, pero tampoco ha pasado nada entre nosotros —he dicho con un poco de miedo de que ella pensase lo contrario—. Quiero decir que, bueno, acabo de llegar. No me tomes a mal. Me gustas, me caes bien, pero…
—Sí, Stonem, tranquilo, si te entiendo.
—¿Sí?
—Deberíamos conocernos mejor y quizá que no haya cerveza de por medio —ha dicho sonriéndome.
—¡Justo! Aunque bueno, cerveza puede haber, si quieres que nos tomemos una como amigos.
—Claro, como amigos —ha dicho con una sonrisa.
*
Joanne me ha preguntado en cuanto me ha visto. La he llamado cotilla. Me ha dicho que a ver a qué juego. Se lo he contado. Me ha mirado poniendo una cara de sorprendida bastante graciosa. Le he dicho que Emily es muy maja. Me ha mirado raro y me ha dicho que no podía ser tan fácil. Yo me he encogido de hombros. En realidad yo era el que había pasado de ella y demasiado bien se lo había tomado. No sé, a mí me parece maja. Dean ha dicho que también le parece, de todas ellas, la más simpática. Y la más guapa. Yo he asentido con rotundidad.
He preguntado a Pia por Delia y me ha sonreído. Me ha dicho que se había ido a casa porque le dolía mucho la cabeza. ¡No me jodas! ¿Esto es real o es una cámara oculta? He mirado a Aaron y también me ha sonreído. Han vuelto a darme ganas de hablar con él de Delia, pero es que prefería no rayarme más. Acababa de caer en la cuenta de una cosa: no se enrolló con el chico de la fiesta. O eso dicen sus amigos. Es verdad que las cosas hubieran sido diferentes si no hubiera estado en esa habitación. Pero sigue fastidiándome que al día siguiente me montara ese pollo tan celosa, cuando no tenía ningún sentido. Yo pretendía hablar con ella, aún pensando que estaba con otro, ¿no podía ella hablar conmigo antes de sacar conclusiones equivocadas? Y, es más, ¿no era más inteligente hacer como Emily había hecho antes en vez de escurrir el bulto una y otra vez con excusas de mierda? En clase miré a su asiento vacío más de una vez. Una de las veces he mirado a la mesa de Barry Grant, que me miraba con cara de cordero degollado haciendo la forma de un corazón con sus dedos y luego riéndose de mí. He sacudido la cabeza con los ojos en blanco. Pasaba de él.
*
He llegado a casa después de una clase de historia muy densa. Menos mal que Jack me había perdonado el trabajo. Le he dedicado una sonrisa cuando ha entrado en clase, pero él me ha mirado con cierto desprecio guardando apariencias. ¡Qué cabrón! Se me ha escapado la risa mirando mi libro mientras lo abría.
Al final pasé la tarde con mis primos, dando una vuelta por el barrio. Luego en casa ayudé a Sophy con sus deberes. Me gusta hacerlo porque son muy fáciles. Cenamos y me ha dicho que le leyera un cuento antes de dormir. Nunca lo hace; nunca se lo pide a nadie, pero como siempre cuando le da por un capricho pasajero, he aceptado. Su madre me ha dicho que no debería hacerlo pero es que no puedo evitarlo. Me ha encantado hacerlo. Sophia suelta una carcajada y se me olvida todo.