Parecemos Tontos

Diario de Paul XXI: Obvio, nena.

Me metí en el baño, deseando refrescarme de una vez. Me cayó el agua por la cabeza y me gustó demasiado. Quizá tardé un poco más que de costumbre. Digamos que me quité un poco de tensión de encima, porque llevaba tiempo sin hacerlo y porque me apetecía, sobretodo. Además el agua ardiendo me estaba viniendo de lujo y no me preocupaba lo empañados que estarían los cristales del espejo cuando saliera. La verdad es que el vapor que salía del agua me estaba ayudando a relajarme bastante. La imaginación me volaba sacándome una sonrisa tonta. No tardé mucho en quedarme a gusto, por no decir como nuevo. El agua caliente caía por mi cabeza mientras un escalofrío recorría todo mi cuerpo y las piernas se me tensaban durante unos segundos satisfactorios. Eché la cabeza hacia atrás para que el agua diera en mi cara, devolviéndome poco a poco a la realidad. Sí, ahora era un nuevo y descargado Paul Stonem. Feliz, demasiado feliz. Dispuesto absolutamente a todo.

Terminé de ducharme animado. Salí del agua, desempañé el espejo del lavabo con la mano y me miré de cerca. Me toqué la barbilla, no pinchaba aún. Sonreí. Me pasé la toalla por el pelo y después me la até a la cintura antes de ir a mi habitación a vestirme.

Me rugieron las tripas y me llevé la mano al estómago sonriendo. Cuando había llegado a casa, Franny me había dicho que había hecho sopa Cook-a-leckie y olía toda la casa de maravilla a caldo de pollo. Se me hacía la boca agua pensando en las albóndigas que me dijo que estaba preparando. Iba hacia la cocina cuando escuché: pipi.Pipi.

Stonem, le he dicho a todo el mundo que venga sobre las ocho.

Por eso tú tienes que estar aquí a las siete ;P

De: Delia. A las: 13:10

 

*

Así que a las siete menos diez estaba llamando al timbre de la casa de Delia, increíblemente nervioso y sin saber qué me podía esperar. ¿Qué estaría pasando por su cabeza? Me había reído al leer el mensaje, pero me había puesto intranquilo a lo largo de la tarde según se acercaba la hora de llegar.

—¡Vienes pronto! —dijo con una mueca de molestia al abrir la puerta.

—Hola, ¿qué tal? Yo también me alegro mucho de verte —dije mostrándome un poco indiferente. Le di una bolsa de plástico en la que traía un par de botellas de whisky y unos cuantos patos preparados que pillé en un negocio de comida para llevar que había visto de camino—. ¡Qué guapa estás! ¿no? ¿Vas a salir así? —pregunté señalándola porque llevaba un vestido y zapatillas de andar por casa.

—Estaba terminando de arreglarme —dijo después de reírse de mi comentario—. Pasa, ¡venga!

—Tú me dirás para qué querías que viniera el primero, aunque me imagino que es porque no puedes dejar de pensar en mí y no puedes dejar pasar un momento a solas en mi compañía.

—Paul, eres un creído —dijo antes de resoplar mirando al techo para demostrarme lo molesta que estaba—. Además, ¿qué te hace pensar que eso es cierto?—añadió puntillosa.

—Porque a mí me pasa.

Abrió los ojos de más y comenzó a sonrojarse. Yo alcé las cejas un par de veces y me puse a mirar por el salón disimulando. Ella carraspeó y me dijo que iba a terminar de arreglarse y que bajaba en seguida. Desapareció al fondo del salón por una puerta que parecía dar a la cocina. Le pregunté que qué hacía yo y gritó, mientras se escuchaban sus pasos por la escalera, que pusiera la tele o lo que me diera la gana.

Sonreí pensando en que se hace mucho la tonta, mientras buscaba el mando de la televisión hasta que di con él sobre una mesa de té que había junto al sofá más grande. Encendí la televisión y pasé por los canales sin prestar mucha atención hasta que di con un canal en el que estaban dando hockey. Sonreí y me senté animado a ver el partido.

 Pipi.Pipi.

Paulie!! Te echo de menos. Tengo que hablar contigo un día de estos

para pedirte consejos de mejor amigo! MUAK.Tq

De: Claire A las: 13:10

¿Consejos? Le contesté que si quería consejo amoroso que yo no entiendo de eso. Justo le iba a escribir que la quería cuando Delia entró de nuevo en el salón. Envié el mensaje de forma precipitada. Me levanté del asiento y guardé el móvil en el bolsillo. ¡Qué guapa es! No podía dejar de pensarlo. No paraba de sonreír y estaba guapísima.




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