Todos los profesores nos precipitamos hacia las puertas de cristal que separan el patio del comedor. Soy de las primeras en llegar hacia el exterior así que barro cada milímetro el patio buscando el causante de tal ruido, no veo nada que haya caído tan sólo me llama la atención el corro de niños que hay junto a las canastas.
Voy hacia ellos a toda prisa con el corazón en un puño rezando para que no le haya pasado nada a nadie, sufro mucho cuando la gente tiene accidentes y más si son niños.
Indicó a algunos alumnos que se aparten para poder ver una escena que hace que se me revuelva el estómago por completo, Gael uno de mis alumnos está tirado en el suelo con toda la cara repleta de sangre. Rápido reaccionó y me arrodillo junto a él.
-Gael ¿me escuchas? Soy la maestra Emory
Pongo la cabeza del niño encima de mi regazo y agarra una toalla que alguien me pasa, no veo quien es porque no levanto mi mirada del niño todavía inconsciente.
-Gael cielo mírame, soy yo tu nueva maestra
Hago presión en la herida para controlar la hemorragia, tiene una brecha bastante profunda en una de sus cejas.
El niño por fin abre un ojo pero en cuanto ve la sangre vuelve a cerrarlos de nuevo, vale perfecto no está desmayado es que tiene miedo a la sangre.
Gael es un niño bastante menudo así consigo levantarlo del suelo y cogerlo en brazos, colocó su magullada cabeza en mi hombro, la camisa rosa claro que llevaba acaba de quedar arruinada pero ahora mismo eso no es lo importante.
El profesor Adam de gimnasia intenta arrebatarme al niño para llevarlo él pero me niego, ese niño tiene miedo a la sangre y yo sé lo que se siente cuando ves tanta sangre junta a una edad demasiado temprana.
El niño se aferra a mi y escucho como empieza a sollozar.
-Tranquilo Gael, yo estoy contigo, no hace falta que abras los ojos puedes tenerlos cerrados hasta que la sangre desaparezca.
Entro con el niño todavía en brazos al comedor, unos profesores se han llevado al resto de los alumnos así que en el comedor solo quedan dos maestras más y la señora Davis.
-Emory lleva al alumno Robinson al médico local, sabes donde es ¿no? *me tiende las llaves de un coche*
-Tranquila yo he traído el mío.
Adam el profesor de gimnasia me persigue por los pasillos por si necesito su ayuda, yo la rechazo repetidas veces pero el insiste, una vez tengo a Gael sentado a mi lado abrochado al coche me permito soltar toda la tensión que tenía en mis músculos.
Emory, Gael no eres tú, solo se habrá caído en recreo como a tantos niños les a pasado.
-Maestra ¿ya puedo mirar? *dice Gael mientras se sujeta el hielo*
Yo me pongo en marcha mientras le dedico unas palabras de consuelo, el médico no está muy lejos así que lo tardamos en llegar aparte yo voy sobrepasando el nivel de velocidad pero como es un pueblo la verdad es muy extraño que te llegue una muleta a casa.
Lo primero que habría echo en Nueva York abría sido llamar a una ambulancia pero aquí de eso no hay, solo tienen una especie de autobús que se utiliza muy pocas veces.
Cuando llego a la puerta del edificio de la parte de urgencias salgo apresuradamente para dirigirme hacia la puerta del copiloto donde está Gael, el niño parece bastante calmado para tener una brecha en la frente eso hace que me avergüence porque yo estoy como un verdadero flan.
La mujer que está en recepción se sobresalta al vernos llegar, pronto me promociona su ayuda avisando a un enfermero para que coja al niño el cual se aferra a mi hombro.
-Maestra Emory no me deje por favor *dice el niño sollozando*
-Lo siento mucho pero va a tener que llevarme con el *le digo al enfermero*
El hombre me guía hasta el final del pasillo donde está la consulta número dos, el edificio no es muy grande así que solo hay tres consultas pero en este pueblo escasean los médicos, quizás sigue estando la doctora Julieta todavía, era una mujer muy adorable y siempre me daba una piruleta cuando me iba de su consulta.
Una voz de mujer me indica que ya puedo pasar desde el interior de la habitación, el enfermero me abre la puerta.
Juro por dios que pienso ir a hacerme una limpieza astral porque lo que yo tengo sé llama mal de ojo.
Elián está sentado al otro lado del escritorio mientras conversa con la chica la cual deduzco que a sido la que me a echo pasar, es una chica preciosa que lo devora con la mirada y yo no puedo evitar sentir una punzada de celos.
-Perdone mi alumno se esta desangrando ¿serian tan amable de atenderle? *digo irritada*
Elián sostiene unos papeles los cuales resbalan de sus manos al escucharme hablar, vaya quizás no sea a la única que le perturba la presencia del otro.
Mi amor de la adolescencia aparta la mirada de la jovencita rubia para unirla con la mía, si no tuviera a Gael en brazos estaría apunto de caerme de culo contra el suelo.
Esos ojos azules siempre han sido mi mayor debilidad.
Elián se levanta de su asiento y viene hacia nosotros, me abre los brazos para indicarme que le pase al niño, el cual se niega.
-Gael tranquilo este señor solo te va a quitar la sangre, recuerda no abras los ojos hasta que te lo diga.
-Pero maestra tengo miedo *me susurra en el oído*
Elián esboza una mueca divertida con la boca y yo me muero por atraparla con la mía, no tengo ahora tiempo para enfadarme conmigo misma por querer que este hombre me empotre contra la mesa de su consulta, soy mujer tengo ojos y este adonis griego siempre a estado para comérselo pero con el paso de los años a mejorado muchísimo y esa barba que ahora enmarca su mentón le hace un más sexy.
-Florecilla ¿puedes sentarte en la camilla, por favor?
No no ese apodo no.....