Helena Smith
Mi padre me esperaba con Cara en la puerta, su mirada de decepción lo eran todo para mí, hice amago de mirar mi reloj, eran las once y media de la noche, y la mentira que Cara le había dicho no era de las mejores.
-Helena, ¿qué horas son estas de llegar a casa un domingo y más cuando mañana hay examen? Que tienes que decir en tu defensa-. La voz de mi padre sonaba cansada. -Nada papa, yo… siento haberte decepcionado, no era mi intención-. Procuré retirarme en absoluto silencio cuando mi padre volvió a hablar y mi cuerpo se paralizó. - Y, Cara, la próxima vez que te chives de tu hermana con la de veces que ella te ha encubierto a tí, la bronca te la llevaras tú. Esto es una familia, no un concurso de supervivencia-. La voz de mi padre dio por concluida la conversación.
Así que la cabrona de mi hermana era la que me había delatado, como narices le iba a contar lo que realmente pasa si ni si quiera sabe decir una mentira piadosa para ayudarme. Subí a mi cuarto enfadada, no estaba de humor para nada. Encendí el ordenador y puse la playlist automática, nada podía detener mi ira, está fluyendo a borbotones y sabía lo que pasaría entonces.
Empecé a llorar con mi peluche de perrito entre mis brazos mi cara aplastada contra la almohada, sólo necesitaba llorar, nada de visitas, nada de mimos o de palabras, simplemente necesitaba estar sola.
Por supuesto mi hermana no se da por aludida nunca y eso solo ayuda en que a mí me dé un ataque de ansiedad y cabemos en urgencias.
Con mirada llorosa y pulso inestable saqué el móvil y llamé a Alex, me respondió al segundo tono. no hicieron falta palabras. -Dame 5 minutos, deja la ventana abierta, llego ya, aguanta peque-. Sus palabras me reconfortaron un poco, pero la entrada súbita de mi hermana, lo arruinó todo.
Cara Smith
-Helena, no era mi...-. Me callo de golpe, mi hermana se encuentra en la cama abrazada a su perrito de peluche Buda. Su mirada es demasiado penetrante, de normal, suelo ignorar su norma de dejarla tranquila hasta el día siguiente y la verdad es que todo termina peor. Al final acabo optando por dejarla tranquila, además, tampoco tendría muchas ganas de hablar conmigo. Yo juro que no quise chivarme aposta, simplemente se me escapó.
Helena Smith
Sinceramente deje de odiarla un poquito cuando vi el temor en su mirada y como lentamente retrocedía hasta cerrar la puerta.
En mi ventana se escuchó un sonido seco seguido de un sonido corto y suave. Alex había llegado. Aún me acuerdo de la primera vez que Alex vino a mi casa, era la noche de mi cumpleaños, mis ansiados 17, y todo gracias a Carmona. Ese mismo día mi padre me entregó una caja llena de recortes y archivadores que mi madre había pedido que se me entregasen en mi décimo sexto cumpleaños.
Los recortes eran fotos de Carmona de pequeño y los archivadores contenían información de todos los clanes y camellos importantes de Madrid centro.
Seguía sumida en mis recuerdos cuando el brazo de Alex me rodeó y acercó su dedo pulgar a mi cara con intención de librarse de todas mis lágrimas.
-Han vuelto a detener a Carmona, sé que no te ayuda, pero algo es algo, se ha peleado con Dueñas-. Su voz era calmada, casi drogada, lo noté ido y acto seguido me levanté. Me acerqué a mi baño, encendí la luz, abrí el espejo, moví una caja, puse un código y saque una prueba toxicológica de emergencia. En ese momento Dueñas era lo que menos me importaba. -Alex, ¿has tomado algo?, ¿Bebido algo más...?-. No sabía que había podido pasar. -Nadaaaa, el único contacto con otra persona ha sido con un chaval que no tenía el móvil y me ha pedido el mío para llamar a un taxi y.... ¡Mi móvil! Me han robado el móvil justo acababa de escribirte diciendo que iba para allá-. Sabía lo que eso significaba, Alex corría peligro y yo tampoco me quedaba atrás. -Helena, sé que no te gusta que te lo pidan y que prefieres invitar... pero... ¿Te importa si paso la noche aquí? Puedo dormir en el sofá, con un manta me apaño yo...-. Pasaba de dejarlo terminar. -Quédate aquí conmigo, no pasará nada, yo te cuido, gracias por to Alex, descansa-. Mi cama no era pequeña, tampoco grande, simplemente era una cama de matrimonio pequeña, habían pasado unos segundo cuando empecé a escuchar la respiración acompasada, se había dormido.
Me levanté a cerrar la ventana y corrí la gruesa cortina que me separaba de una gélida noche. Iba a escribir a Dueñas cuando algo me dijo que no lo hiciera, que esperara, y efectivamente, un minuto después mi móvil sonó seguido de una luz y la notificación de un mensaje.
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Editado: 11.10.2019