Susurros nocturnos
Lo que tanto temía, nunca pasó, pues las cosas en el hotel estaban tan tranquilas como cuando se fueron, Alexei estaba hablando por teléfono en uno de los sillones, Aria había subido a su habitación mientras que Liam había salido a dar un paseo solitario.
Se había dejado llevar por la paranoia, pensó, quizás podían dejar todo esto atrás y seguir adelante.
—Aiden —lo saludó Alexei—. Hay un jardín afuera ¿Quieres acompañarme?
Riley se despidió en silencio de ambos y caminó hacia el ascensor.
—De acuerdo.
El lugar era pequeño, pero exuberante en plantas, tanto decorativas y ornamentales como aromáticas y comestibles, cuatro bancas de madera rodeaban una fuente de agua con la estatua de un querubín lanzando agua desde un cuenco.
Un pedazo de naturaleza en una ciudad de concreto.
— ¿De qué quieres hablar? —le preguntó cuándo se sentaron.
Las marcas en su cuello apenas eran visibles, cinco débiles puntos rosados contrastaban con el color pálido de su piel. Eran las huellas que un lobo le había dejado, cuando varios de ellos habían intentado llevarse a su compañera. Alexei había peleado con valor y ferocidad, casi perdió su vida al defender a Ashley.
Ahora llevaba con algo de angustia las cicatrices de aquella pelea.
—Liam —dijo, con la mirada en la caída del agua—. Cada vez está más sólo, me preocupa su salud mental.
Aiden no necesitaba que le recordara, cada día, notaba el deterioro de su amigo, Liam solía ser fuerte, pero por alguna razón que no conocía, se estaba volviendo un solitario, el clan ya no era su ancla, él ya no se aferraba a ellos.
Aiden temía que los dejara, o peor, que se abrazara sus instintos primordiales y se convirtiera en un salvaje.
—Mis palabras no le hacen efecto. —Habían pasado semanas desde la última vez que hablaron más de tres oraciones—. Y Riley tampoco puede llegar a él.
Los otros sumisos, Hailey y Ryan, hacían todo lo posible por intentar descubrir la razón de su aislamiento sin dejar que la rudeza de su actitud los intimidase.
Liam era el más fuerte de todos, después de Aria, por eso ella lo había elegido como su lugarteniente, por su habilidad para el combate y la defensa.
Pero ahora, quizás la cordura del hombre más valioso de su clan pendía de un hilo.
—No sé qué más hacer Aiden, si él no habla con nadie no estoy seguro de que podamos de alguna manera ayudarlo. Podríamos perderlo, y no quiero que suceda eso.
—Lo sé amigo, tampoco quiero eso. Pero si él no quiere decirnos no hay nada que podamos hacer.
—Tal vez... Riley pueda intentarlo.
Su animal se revolvió, molesto por la idea de usarla a ella, aunque fuese por una buena razón. Fue un pensamiento egoísta, se dio cuenta que Riley provocaba cosas en él que jamás había pensado sentir.
—No. Ella no está lista.
Aún temía a los hombres, fuesen de su clan o no.
—Pero tú dijiste que sus problemas se habían ido.
—Aún no quiere estar cerca de Liam, ni de Connor, todavía queda algo de miedo en su interior, que creo nunca poder eliminar.
Lo que ella había vivido había dejado huellas tan profundas que quizás jamás serían borradas.
Tan solo pensar en eso le hacía querer rugir de rabia.
—Yo no he sentido miedo cuando estoy con ella —siguió Alexei—. Hunter tampoco, ni Ryan, ni James ¿Qué es lo que ocultas?
—Nada —dijo, el tono defensivo de su voz hizo a su amigo mirarlo de frente—. Y si hubiese algo, no lo diría, soy su mejor amigo, jamás revelaría asuntos personales de ella.
Alexei volvió su atención a la fuente, la brisa cambió de dirección moviendo las hojas de la vegetación a su alrededor, atrayendo aromas extraños. Aiden percibió la mezcla de Alexei, los olores de él y su pareja estaban unidos por su vínculo.
Se preguntó si alguna vez podría elegir a una mujer para tener lo que Hunter, Kaylee y Alexei tenían.
—Gracias por escucharme —dijo levantándose del banco—. Iré a dormir.
—De nada, buenas noches.
Se quedó en el jardín un par de horas, contemplando en silencio aquel pedazo natural tan ajeno a una ciudad artificial. A las doce de la noche subió hasta su habitación.
Riley estaba dormida, había corrido las cortinas para que las luces de las farolas alejaran la oscuridad. Aiden sintió su pecho oprimirse al ver su cuerpo extendido en su cama, con cuidado se sentó en la otra cama, recordó el momento en que la acorraló en el callejón, jamás había sentido atracción por ella, no de una manera tan intensa.
Pensó que solo era algo pasajero, pero ahora que ella estaba de nuevo cerca de él, envuelta en el aroma de su cama, esa intensidad apareció con fuerza, tentándolo a permanecer mirando su figura, a tocar su piel...
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Editado: 06.09.2018