Pasiones Ocultas [serie Ice Daggers 4]

Capítulo 30

 

 

 

Nueva vida, nuevo amor

 

—Y eso fue todo lo que pasó. 

—Demonios ¿Por qué no usaste la cabeza y me soltaste? 

Aiden estaba sentado en un asiento hecho de tronco en el "Patio" de Alexei. Después de haber vuelto a ser Aiden, había sucumbido a un sueño de doce horas y luego de amanecer en su cama, recordó algo que lo dejó espantado. Una imagen que parecía sacada de la peor de sus pesadillas. 

La de él aplastando contra una pared a Alexei. 

—Si lo hubiera hecho— respondió su amigo— habrías cargado toda tu furia contra Riley de nuevo. Le dije que se alejara, pero, ya sabes como es ella no es la persona más egoísta del mundo. 

—Lo siento mucho... 

—Descuida— negó con la cabeza— sólo lograste moler un par de costillas y algunos musculos. 

Sin previo aviso le estampó un puño en su cara. 

—¡Mierda!— exclamó adolorido— ¡Ya me disculpe! ¿Qué ha sido eso? 

—Estoy vinculado idiota— sonrió— eso fue por Ashley. 

Cayó en la cuenta del verdadero daño, y entendió la fuerza que su amigo le había puesto en ese golpe. 

Se lo merecía. 

—Rayos ¿Está bien?— masculló.  

—Sí, afortunadamente sanamos rápido. 

Suspiró, puso sus codos sobre sus muslos y se estiró el rostro con ambas manos. Había pensado una y otra vez en el relato de Riley, en todo lo que había hecho desde que perdió el control de sus actos. No podía creer nada de lo que ella decía, jamás haría nada para lastimar a su amigo. Pero lo que más le desconcertaba era que de no haber sido por Alexei, Riley estaría muerta. 

—Gracias amigo— le dijo al sacar su cabeza de su escondite— la salvaste. 

—Habrías hecho lo mismo si fuese un cambiante medio loco— bromeó. 

—Sí, soy un auténtico desastre. 

—¿Qué piensas hacer?— le preguntó adoptando una expresión más seria. 

—¿A qué te refieres? 

—Bueno... Ahora todos saben lo que eres y lo que puedes hacer... 

Lo más sensato era abandonar el clan, pero Aiden no contaba con mucha sensatez después de lo que Riley había dicho. Ella intentó justificarse diciendo que fue una reacción de último momento, algo que fue causa del calor de su legendario enfrentamiento con Aria. 

Su reclamo aún daba vueltas por su mente. 

¿Cómo podía abandonarla? 

—No lo sé, Aria está dudando entre expulsarme o dejarme quedar. 

—Pero ya sabes cómo volver si te sucede de nuevo ¿Lo sabes?— sonó algo nervioso— Te puedo asegurar que no quiero volver a enfrentarme al Aiden dominante. 

—Descuida, he practicado. 

—¡¿Practicado?! 

—Así es, todavía tengo problemas, pero si sigo haciendo estos ejercicios de poder, pronto podré mantener ambos lados a raya sin tener que lidiar con pérdidas. 

—Eso me deja más tranquilo ¿Quieres decir que te quedarás? 

Aiden ladeó su cabeza y lo miró a los ojos, el rango ya no importaba, no tenía que mostrarse sumiso cada vez que se topaba con los ojos de un dominante. Aria le había dejado en claro que sólo podía hacerlo cuando fuera necesario. 

—Sí, este es mi hogar. 

Donde Riley estuviese, se quedaría. 

Y como si su mente la hubiese invocado, ella apareció entre unos arbustos, trotando con su cola alta y ese brillo de alegría en sus ojos. 

—Oh, la pequeña escapista ha aparecido ¿Qué otro escondite tienes?— se burló Alexei.  

Ella le gruñó. 

—Ya le revocaron su sentencia. 

Alexei soltó una carcajada. 

—Casi se me salió el corazón del pecho cuando no la encontré en la cabaña. 

—Había olvidado esa salida de emergencia— sonrió.  

Extendió una mano y ella se acercó, pasó su mejilla sobre su palma y le dio un áspero lametón. Lo miró con cierta impaciencia. 

—¿Qué sucede? 

Ella sostuvo su mirada por un segundo y al siguiente Riley desapareció en el bosque. 

—Vamos— le dijo Alexei con preocupación. 

La siguieron por un sendero lleno de arbustos espinosos, zarzas y malezas, ella iba en contra del viento para facilitarle el camino. Sabía que Alexei aún no podía correr a velocidad normal. 

Riley se detuvo al borde de la carretera, el límite del territorio. Pero su vista se movió de su esbelta figura hacia el hombre situado del otro lado. 

Sean Wells. 

No pudo evitar sentir un escalofrío recorrer su cuerpo al decir en su mente aquel apellido. Sus perspectivas habían cambiado, el puma ahora le parecía un completo desconocido. 




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