Tengo frío...
Me encuentro en la fría acera de la calle mientras el cielo llora sobre mi. El viento pasa rápidamente acariciando y lastimando mi piel al mismo tiempo sin que nadie se de cuenta.
El dolor, mareo y aturdimiento no me deja pensar, no me deja razonar y entender lo que sucede.
Pareciera que el clima se encontrase en un duelo eterno, ¿Cuántos días ya lleva así este clima?. Si no me equivoco, casi más de dos semanas.
El frío, al cual soy tan débil, se cuela desde mi piel hasta mis huesos haciendo que un terremoto llamado escalofrío recorra mi ser.
Mis ojos, los cuales dicen que son el reflejo del alma, cada vez se cierran más y más tratando de calmar éstas sensaciones que me ahogan.
El sentimiento de tener a un ser desconocido detrás mío agarrando mi cabeza y clavando sus garras afiladas en mis sienes no desaparece. Es tanta la insistencia que me asusta.
Éste frío infernal lo siento como si fueran agujas y el viento inclemente se asemeja a la cachetada que le propina una mujer a su esposo al saber que le han sido infiel.
Las lágrimas del cielo me queman, me congelan, me golpean.
La acera se siente tan dura que presiento que en el momento menos esperado al hacer el más mínimo movimiento se romperá mi cuerpo haciéndolo parecer frágil.
Cada segundo que transcurre la atmósfera se torna cada vez más mustia.
Esto es como un atardecer tétrico en donde poco a poco la única luz va dejando de existir, quedando en los recuerdos de los humanos un mísero halo de su vida.
¿Désde cuándo mi mundo se ha convertido en un universo tan gris, deprimente y solo lleno de desgracia como lo puede ser un cementerio por la noche?
Ah!...
Quizás todo comenzó desde que dejé de esperar tanto del mundo que me rodea...