Soy un chico joven, tengo todo lo que alguien necesita, amigos, un mejor amigo que me ama y viceversa, una pareja con la que intercambié corazones, ella me ama, yo la amo, tengo una familia, tengo un techo, comida, ropa, agua, fe, sueños, buenos progresos, diría que tengo un buen corazón, tengo todo lo que me haría feliz, pero ¿de qué sirve tener tantas cosas si me siento sin nada al sentir distancia con ella?
Un día cometí un pequeño error que me llevó al desgarre del corazón, al cometerlo, el amor de mi vida se vio forzada a alejarse de mí, pero ¿cómo sobreviviría yo a eso si con una mínima distancia me siento por lo suelos?
Ella dijo las palabras... las palabras necesarias para destrozarlo, lo gané, lo gané por mi pequeño error...
Ella es la chica con el poder de doblegar las arterias de mi corazón con meros gestos, con palabras me hizo sentir la presión del fondo del océano.
Al perderla, necesité respirar, ella hace que mi corazón lata de una manera que me espanta, subí hasta el techo de mi hogar, respiré bien profundo... miré hacia arriba con el corazón roto... nada.
Vi con los ojos llorosos el cielo nocturno, despejado, sin estrellas, un cielo desesperanzador, un cielo triste y callado, ¿qué me motivaría en esos momentos de desesperación en los que deseaba volver en el tiempo y reparar mi error... mi gran error...?
En lugar de mi corazón, con la presión de las profundidades del océano sentía el caparazón de lo que solía llamar el motor de mi amor, el motor para seguir... ¿pero qué quedaba? Si este me había dicho que necesitaba mi mayor temor, necesitaba a mi mayor enemigo, lo hice correr hacia él, hacia el tiempo...