Pérdida con el Ceo

Capituló 72 ¿Será posible?

Raquel entra encantada a la mansión de sus padres. Sintiéndose un tanto aliviada de por fin estar en un lugar de su agrado. Continúa caminando hasta llegar al vestíbulo de la gigantesca casa.

—Bienvenida, señorita —se escucha la voz del mayordomo. Que entra al lugar.

—Gracias, Ramón —dijo la rubia por encima de su hombro. Viendo ese rostro conocido. —¿Sabes dónde están mis padres? Creí que estarían aquí al saber que regresaría.

—Su padre no ha venido en toda la noche. Creo que sigue en la oficina y su madre se fue a la boutique con sus amigas y dijo que regresaría hasta tarde. —Le comunico Ramón con el típico tono de profesionalismo de siempre.

—Está bien. Que suban mis maletas a mi cuarto y que preparen el auto. Saldré en una hora —ordenó Raquel controlando un poco de su tristeza.

—Sí, señorita —asintió Ramón dejándola completamente sola.

Raquel ve hacia el segundo piso. Cambiando su vista hacia todos lados. Sintiendo la magnitud de la casa que le hace sentir cada vez más diminuta. Sube con calma las escaleras. Como si estuviera meditando cada uno de sus pasos. Sintiendo más tristeza a cada paso que da. Y es que, la verdad, sí esperaba encontrarse con sus padres. Por lo raro que le parezca, sí tenía mucha ilusión de verlo. Pero sabe que para su padre su trabajo es más importante. Y su madre, digamos, tiene cosas mejores que hacer que estar con ella.

Recuerda las pocas veces que han estado juntos, que casi siempre es por una cena en especial. Solo para guardar las apariencias ante… sus conocidos. Porque por otra razón ella siempre come sola. Desde que tiene memoria. Recuerda a esa niña sentada en esa enorme mesa del comedor que es para 20 personas. Sintiéndose mal, peor que un perro de la calle. Y siempre se ha sentido así hasta que tuvo a Hades. Sin embargo, ahora también la quiere dejar. Eso no lo permitirá. Y tampoco quiere dejar tranquilo a Hugo. Y que se vaya con Kayla. Y ahora es el momento de actuar y no de estar pensando en cosas que ya pasaron.

Han transcurrido unas cuantas horas. Hugo se ha puesto al corriente con su trabajo. Después de todas esas semanas ausentes. Su amigo le ha ayudado un poco. Sin embargo, el papeleo se ha acumulado en la mesa. Ve cómo los minutos transcurren y los pendientes no se acaban. Espera terminar para la hora de la cena y poder encontrarse con Kayla. Y pasar esa anhelada noche que tanto desea.

El sonido de llamada entrante desconcentra a Hugo. Por un momento sonríe, esperando que sea Kayla, que ya le tiene una respuesta con respecto a lo del anticonceptivo, ya que le dijo que iría esta tarde.

Pero su sonrisa se desvanece al ver en la pantalla el número de esa rubia. Duda un momento si contestar, pero al final su curiosidad es más. Y contesta.

—Hola —hablo con tono frío.

—Hola, guapo —contestó Raquel encantada.

—Ya te he dicho que no me llames así —la regaña él.

—No seas delicado. ¿No crees que tengo derecho a llamarte así después del momento íntimo que compartimos? —expresó Raquel a través de la línea.

—No pasó nada, te lo recuerdo —se defiende Hugo.

—Claro que pasó. Permíteme recordarte cómo me llevé ese lindo miembro hasta mi boca. Todavía recuerdo el dulce sabor de tu semen —declaró la rubia relamiéndose el labio.

—¿Y solo me llamas para eso o no me digas que estás embarazada por tragarte mi semilla? —dijo Hugo molesto al tener que recordar lo que ocurrió.

—Jajaja —se ríe a carcajadas la rubia. —Créeme, sí lo pensé, pero sé que así no se crean los bebés. Soy rubia, pero no estúpida.

—Bueno, entonces, ¿qué quieres? —demandó Hugo molesto.

—Cálmate, lindo. Solo quiero hablar de lo que pasó en esa isla entre tu prometida y mi prometido —declaró la rubia.

—Pues dilo. —dice Hugo sorprendido por eso.

—Tienes que escucharlo con tus propios oídos. ¿Dónde estás para pasar por ti?

—Me encuentro en mi trabajo —le especifico.

—Bien, esperaré a que todos se vayan y subiré a tu oficina. Así que espérame si te interesa saberlo —fue lo último que dijo y la llamada fue finalizada.

Hugo se ha quedado sin poder comprender nada. No sabe si lo que ella le dijo solo sea una trampa para hacerlo quedar mal con Kayla. Pero sí es verdad y tiene algo. Y pasó algo entre ellos. Por más que se lamente, no tendrá otra más que quedarse a averiguarlo. Tiene una pésima reputación ese hombre, pero no cree que Kayla sea capaz de eso y menos después de todo lo que le hizo. Eso lo hace sentir un poco mejor, pero aún hay una pizca de dudas en él.

Después de que Kayla terminara todos sus pendientes y que Felipa le hablara para cancelar la cena debido a unos asuntos que le surgieron. Decidió comer en un restaurante. Al finalizar, se fue hacia su cita con su ginecóloga.

Al llegar a su consultorio, fue recibido por ella dándole un abrazo.

—Hola, Kayla, me alegra saber que estés bien —la saludo con cordialidad.

—Gracias, sí, para mí también es una felicidad estar aquí de regreso.

—Bueno. Ven, pasemos —la ginecóloga le señaló hacia el cuarto. Ambas entraron tomando asiento. —Bien, dime qué necesitas.

—Vera, cuando me perdí en el mar dejé de tomar mis pastillas y me gustaría si puede darme otras o qué me recomienda para seguir protegiéndome —dijo Kayla con calma.

—Ya veo. Dime, ¿por cuántos días dejarte de tomarlas? —la doctora empieza a tomar nota en su libreta.

—Fueron tres semanas; ya con la que viene serían cuatro —le respondió Kayla. La doctora se queda un momento pensativa.

—¿Te ha bajado tu regla?

—No, pero haciendo cuentas debió de bajarme en estos días. Sin embargo, usted sabe que no soy regular —le comentó Kayla sin preocupación.

—Sí me lo dijiste. Pero no tuviste ningún tipo de contacto sexual durante estas semanas —siguió preguntando la doctora. Pasan unos segundos y Kayla no le contesta. Lo que deja a la doctora un poco preocupada. —¿Ocurre algo?

—Sé que tengo que ser honesta… —Hace una pausa tomando aire. —Sí tuve sexo, pero él no se vino dentro de mí.




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