Perdiéndola (mia para siempre #2)

Recien casados II

Volviendo al principio, la luna de miel terminó, así que nos tocó regresar a nuestras respectivas rutinas. Nina no estaba muy por la labor de hacerlo.

—Un ratito más—pidió acurrucándose contra mi costado después de una noche apasionada.

—Debemos presentarnos al trabajo. Hoy tengo una sesión con unos chicos para promocionar el nuevo perfume.

—No quiero sonrisitas. Quiero seguir pegada a ti y talvez sobre ti. Mmm…—su lado travieso y pícaro empezó a hacerse notar cuando su lengua lamió mi pecho y jugueteo con mi tetilla izquierda.

—Nina—intenté sonar en desacuerdo, pero ella me conocía demasiado bien.

—No vas a negarte, ¿verdad? –y creo que supo que no lo haría en el momento que se puso a horcajadas sobre mí y no protesté. Al contrario, tiré de ella y dejé que mis manos presionaran sus botones de placer.

Llegamos a las justas al trabajo.

La mayoría de las mañanas eran de ese modo. Nina me buscaba o yo a ella para tener un encuentro amoroso antes del trabajo. Y no negaré los beneficios de ello. Aunque trabajábamos en la misma compañía nuestras funciones eran distintas y no nos veíamos tan seguido. Yo me encargaba de las fotografías y mi manzanita del diseño publicitario. A veces solo nos veíamos en los almuerzos o teníamos que esperar a la salida. Tampoco negaré que en los almuerzos no solo la comida era consumida. Era así de lunes a viernes y media mañana del sábado, el resto del sábado y el domingo eran nuestros.

Solíamos levantarnos tarde y si estábamos de ánimo nos hacíamos el desayuno sino lo pedíamos.

—¿Qué quieres desayunar hoy? –eran las 10 de la mañana según el reloj en la mesita de madera a lado de nuestra cama y nosotros seguíamos acurrucados tras días de intenso trabajo.

—Solo quiero quedarme en la cama y dormir—se acurrucó pegando su espalda contra mi pecho. La rodeé con mi brazo y le di un beso en la sien.

—También estoy así de cansado, pero no podemos quedarnos con el estomago vacio. Has adelgazado últimamente.

—Eso es bueno, ¿no? Solían gustarte las chicas delgadas pero con una gran delantera y trasera. En la compañía hay muchas chicas así. No creas que no me he dado cuenta de las miraditas que te lanzan cuando estas tomándoles fotos. Y tú que no eres nada coqueto.

—No puedo evitar ser tan sexy cariño—dije en tono coqueto, a sabiendas de que Nina haría pucheros. En su lugar me pellizcó—. No debes estar celosa cielo; solo tengo ojos para ti manzanita. Nos elegimos mutuamente, ¿recuerdas? Además, no es como si tú pasaras desapercibida.

—Tonterías.

—Si claro—dándole un último beso en su hombro me levanté colocándome un pantalón de dormir para llamar por nuestro desayuno. Nina podía decir que no tenía hambre, pero tarde o temprano su estómago despertaría—. Llegó a mis oídos que eres la sensación latina de la compañía. Incluso los modelos me preguntan por ti. Claro que yo les dejo en claro que eres territorio prohibido.

—Bueno también deberías dejárselo en claro a las modelos, especialmente a Keyla.

—Nena, a penas y hablo con Keyla. Como fotógrafo debo admitir que su rostro es angelical, pero como hombre solo tú me vuelves loco.

—Más te vale sonrisitas. Más te vale—intentó sonar amenazadora, pero sus lindos cachetitos provocaban ternura. Sin poder evitarlo, la alcé en vuelo y la senté en la encimera de la cocina.

—Como digas dueña de mi corazón. Ahora sí, ¿Qué quieres de desayunar?

—Me apetecen unos huevos revueltos con…

Debí haber valorado más esos momentos. Ni siquiera yo intuí lo que se nos venía; o talvez sí y no quise aceptarlo.




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