Perdóname...

Capítulo 19

Luana, se encontraba nuevamente arrinconada en una esquina de su habitación, Valentino se acercó y quiso llevarla de nuevo a su cama.

—Amor, vamos a la cama, ¿sí?

—No, no quiero, la cama está llena de sangre y mi bebe, no quiere estar ahí.

—Siéntate aquí amor — dijo Valentino mientras la dejaba suavemente sobre el mueble de la habitación.

Luego se acercó al closet y saco un juego de sabanas limpias. Cambió las que supuestamente estaban sucias por las limpias que acababa de sacar.

—Amor, ya las cambié, déjame llevarte a la cama nuevamente, por favor.

—¿De verdad las cambiaste?

—Si cariño, ya están limpias.

La levantó en sus brazos, la acostó y luego la cubrió con las colchas limpias, se sentó a su costado mientras acariciaba tiernamente sus cabellos, cuanto tiempo habían perdido, cuanto tiempo que no podrían jamás recuperar. Un nudo en su garganta se hacía cada vez más grande y amenazaba con hacerlo llorar, se moría de dolor por ella y por aquel niño que pudieron haber tenido y que había dejado de existir aun antes de nacer.

Se odió a sí mismo, por ser tan estúpido por no tomarse un tiempo y seguir esperando a que ella recapacitara. Siguió acariciándola mientras la miraba relajarse y quedarse dormida nuevamente.

Se levantó dispuesto a retirarse cuando ella le dijo.

—Ven aquí, no me dejes, siento que voy a enloquecer si me quedo sola.

—Me quedaré cariño, estaré contigo todo el tiempo que quieras.

—Acuéstate a mi lado, tengo demasiado frío.

Valentino se acostó a su lado mientras ella se acercaba a su pecho y lo abrazaba con fuerza mientras mantenía los ojos cerrados.

—¿Tino, como crees que sea nuestro bebe?

Él se quedó en silencio un rato, mientras apretaba los dientes por el dolor que le causaba la pregunta ¿Qué podría responderle? Luego de un rato se armó de valor y respondió.

—Él será muy querido, ambos lo amaremos como a nada en el mundo, deseo que se parezca a ti, que saque tus ojos y tu pequeña nariz.

—No, no, amor. Yo quiero que se parezca a ti, que tenga tus labios y tu sonrisa. ¿Ya te dije que tu sonrisa me vuelve loca? —Dijo Luana mientras acariciaba sus labios con la yema de sus dedos.

Valentino le dio pequeños mordiscos que le hicieron reír. Luego beso su frente, su nariz y finalmente le dio un beso casto en los labios.

—Amor, debes descansar. Necesito que te pongas fuerte.

—Lo sé, me pondré bien para que nuestro bebe no sufra. Te prometo que me cuidaré mucho.

—Me parece perfecto amor, descansa que mañana será otro día. —Valentino la apretó contra su pecho, no sabía cuánto más podría estar con ella así, las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas ya sin contención, ella se había quedado dormida profundamente y solo escuchaba sus leves ronquidos.

No supo en qué momento se quedó dormido, pero eran casi las siete de la mañana cuando se despertó, Luana estaba dormida con su cabeza sobre su pecho, trato de moverse con cuidado para evitar despertarla, ella giró hacia el otro lado y siguió durmiendo.

Valentino se levantó de la cama, acomodo la cobija y la cubrió hasta la altura de sus senos y se quedó mirando asombrado, uno de ellos se había salido de manera descuidada, por un lado de la camiseta de tiras.

Sintió que su virilidad se había despertado, trato de arreglarse, ya que le incomodaba con la presión del pantalón. Suspiro y se metió al baño, iba a ser una mañana muy larga con esa imagen impresa en su mente.

Al salir se acercó a Luana, la acomodo mientras cubría sus senos y rozaba sin querer el pequeño pezón que en ese momento se encontraba duro, quiso acercarse y besarlo, saborearlo como muchas veces lo había hecho. Necesitaba hacerle el amor, su cercanía lo estaba volviendo loco.

—No, Valentino — se dijo furiosamente — Ella no se encuentra bien. Respeta.

Suspiro agitadamente y salió de la habitación sin mirar atrás. Bajo los escalones apresurado ya se le había hecho tarde, en la cocina encontró a Carmen tomando un café recién pasado.

—¿Te sirvo un poco? —pregunto con voz triste. Se le veía cansada y deprimida.

Valentino se sentó a su lado mientras la abrazaba y le daba un beso en la cabeza. No te preocupes Carmen, todo se resolverá, ella estará bien. Cuando despierte todo será diferente. Bebió el café, le supo amargo y quemo su estómago, se quedó pensando la razón de eso y recordó que no había comido nada en todo el día anterior.

La preocupación había reactivado su gastritis. Tenía que recordar que no debía olvidarse de sus alimentos si no quería volver a la clínica de emergencia. Si su médico se enteraba le caería una llamada de atención y con justa razón.

—Gracias por permitirme pasar la noche con ella, pero hay algo que debo decirte.

—¿Qué sucedió?

—Luana me estuvo hablando del bebe como si no lo hubiera perdido, me hablaba como si aún estuviera embarazada. ¿Por qué crees que haría algo así?

Carmen se asustó, y desvió la mirada, una mirada que no pasó desapercibida por el ojo agudo de Valentino.

—¿Hay algo más que no me hubieras contado? ¿Algo que yo deba saber?

—No, Valentino, como crees. Solo que no pensé que ella estaría peor. Estoy demasiado asustada.

—Lo lamento, me tengo que ir. Ya sabes cualquier cosa que suceda, me avisas. Gracias por todo. Gracias por cuidar de ella.

—No me des las gracias, Luana es mi hija y la luz de mis ojos.

Valentino salió de la casa, pero algo le decía que no le habían dicho toda la verdad respecto a lo sucedido con él bebe.

Ni bien Valentino salió de su casa, Carmen realizo una llamada, se encontraba alterado por todo lo sucedido.

—¿Hola?

—Por favor con Virginia

—¿Con quién hablo?

—¿Quién es usted y por qué tiene el teléfono de mi sobrina?

—Soy la doctora Mendizábal.

—¿Ocurrió algo con mi sobrina?




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