Perdóname...

Capítulo 95

—No me gusta este lugar. —Hablo la mujer mayor.

—Tú solo tienes que cuidar al niño, lo demás no importa. Tenemos que ocultarlo hasta que salga la sentencia, por lo pronto nos quedaremos aquí, te guste o no te guste — Sentencio el viejo.

María Ugarte, miro desde la ventana hacia la calle y no pudo evitar que su cuerpo se estremeciera al verse rodeada de tanta pobreza, su nariz se frunció en señal de asco, nunca en su vida tuvo carencias, sus padres le dieron todo lo que necesitaba en su vida, nada le falto, hasta que se casó en contra de la voluntad de ellos, pensó estúpidamente que el amor, lo vencía todo sin importar nada. Craso error.

Ahora estaba en un lugar lamentable, viviendo una vida miserable, al lado del hombre que prometió darle todo lo que ella necesitara, su mira se perdió en la calle que les rodeaba, trato de mirar más allá, pero un cerro lleno de casas humildes la miraba desde el frente, sus labios se rizaron de manera inconsciente, en la calle una pareja de borrachos trataba de llegar a algún lado sin conseguirlo mientras daban fuertes gritos insultando a los transeúntes que osaban pasar por su lado.

El asco y la repulsión inundaron su cuerpo, había caído tan bajo.

—Fermín ¿Cuándo regresaremos a casa? — Dijo sin dejar de mirar a la calle, no podía verlo en este momento sin sentir odio por él y por ella misma. Pensar que su hija se alejó de ellos debido al cruel carácter de su marido, al menos Virginia si pudo ser feliz con Pablo, una parte de su ser se conformó con esa pequeña verdad.

—Tal vez en una semana, todo dependerá de lo que digan los abogados, mientras tanto debemos ocultarnos y ocultar a ese pequeño engendro, debemos recuperar todo lo que es nuestro.

—Cariño — dijo ella tragando su malestar— El dinero es del niño, no es nuestro ¿Por qué debes llegar tan lejos?

—Cállate mujer, ¿es que quieres vivir así toda tu vida?, si no me hubieras dado dos inútiles por hijos, nada de esto hubiera pasado. Ahora ve y prepara el desayuno, ese mocoso tendrá hambre cuando llegue.

—¿Recuerdas que jamás hice nada? Como prepararé algo si ni siquiera sé cómo prender una cocina.

—Eres una inútil, maldita sea la hora en la que me fije en ti.

—¿Por qué no vino Alex con nosotros, ayer?

—Deja de preguntar estupideces, el doctor dijo que era mejor que el mismo lo trajera, tenía que hablar con él y convencerlo de que lo mejor era quedarse con nosotros, de esa manera no hay riesgos de que se escape.

—Alex despierta —Dijo el hombre mientras chasqueaba los dedos, el pequeño despertó de su letargo y sonrió al verlo.

—Tío, lo siento. Me quedé dormido.

—Lo sé, pequeño, no te preocupes, junta tus cosas que tenemos que ir con los abuelos, ya te están esperando.

Luego de un largo trayecto, llegaron al fin.

La casa era pequeña, estaba en un lugar muy tranquilo, al menos es lo que pensó Alex, al ver todo lo que le rodeaba, no era nada parecido a como había vivido antes, pero le recordó mucho a sus padres, cuando viajaban por alguna noticia, en especial, se presionó un costado de la cabeza, le dolía un poco.

Bajo casi corriendo del auto, dos personas los esperaban en la puerta de la casa rosa.

—Abuelo, abuela, que bueno que estamos juntos de nuevo — Grito el niño lleno de alegría inusitada, creando una cara de sorpresa en la pareja, que jamás espero ese reencuentro, miraron al tipo joven con cara de intriga, pero este solo los miro de una manera vaga, restándole importancia al asunto.

—Pasa bebé, pasa. Tu abuelo hizo el desayuno — Indico María llena de júbilo.

—Doctor pasé — hablo Fermín Cisneros, mientras se apartaba hacia un costado para que el joven pasara al interior de la casa.

Avalos ingreso a la humilde vivienda y sonrió condescendientemente —Gracias por toda la ayuda que nos está brindando, si no fuera por usted, esos malditos estarían en posesión de mi nieto —Hablo Fermín en voz baja para impedir que Alex escuchara lo que decía.

El joven lo miro con repudio, pero no podía hacer nada al respecto, tenía que alejar a los niños de Luana y este era el primer paso de su plan. Al final ella lo perdonaría, porque todo lo estaba haciendo por su bien, y para él no había nada más importante que ella.

Lo lamentaba por Alex, pero en sus planes no estaba considerado ser padre, menos de esos niños que no eran suyos y que podían alejar a Luana de su control.

—Tío, ¿vas a volver?

Avalos sintió una ligera sensación de malestar en su conciencia al ver a ese niño de ojitos brillantes e intensos, cerró los ojos y volvió a mirarlo. No era momento de ser sentimental, eso nunca traía nada bueno, sonrió ligeramente y contesto.

—Claro que sí, volveré en unos días para llevarte a casa, sé obediente y no te alejes de tus abuelos, son lo único que te queda en esta vida.

—Lo sé, tío, desde que mis padres murieron solo tengo a mis abuelos —Respondió Alex mientras sentía un ligero pinchazo en la cabeza al mencionar la palabra padres.

Avalos salió de la casa rumbo a la ciudad, no había manera de que regresara pronto, esperaba que el condicionamiento al que había recurrido en Alex, durara más de lo que duraba en Luana, si era así, solo tendría que visitarlo un par de veces al año.




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