—Todos pretenden ser buenos, Alex... pero la verdad es que nadie lo es... —Sus pasos se detuvieron en la mitad de las escaleras, volteó y simplemente le sonrió con picardía—. Ahora mismo te lo probaré.
Alex solo la miró, luego continuó avanzando a paso silencioso por los escalones restantes. Una vez arriba, atravesó un largo pasillo en forma de L, donde al terminar la primera recta, se encontró con la sorpresa de toparse con unas segundas escaleras que conducían al ático. Arqueó su ceja derecha y sin darle más tiempo al asunto se encaminó hacia ellas. Dos minutos después, él se hallaba ante un hecho desconcertante, donde el cuerpo de uno de los sospechosos yacía recostado en una pared con cinco tiros en su pecho.
— ¿Qué demonios pasó aquí? —preguntó Inaudito acercándose al cuerpo, lo examinó y un minuto después se giró a ver a Chantal—. Este hombre parece estar muy bien entrenado y por lo que puedo ver, ninguna de las balas falló... ¿Acaso uno de los suyos lo traicionó? o ¿Aquí había estudiantes que sabían manejar un arma?
—Las dos opciones parecen fiables... pero hay algo que no encaja en todo este asunto... —Chantal ladeó su cabeza observando el cuerpo, analizó detalladamente su ropa, luego las heridas y entonces, se paró ante la mirada de Alex—: Es mejor que venga el forense.
Él inmediatamente lo consintió.
—Ve a buscarlo...
Ella asiente y tan pronto como lo hace sale del lugar. Alex suspira cansado. El bullicio de los policías caminando de un lado a otro lo aturden, obligándolo a levantarse e inspeccionar el lugar mientras espera a que Chantal vuelva con el forense. Pasa su vista por los rincones del ático, solo observa miles de cajas repletas de polvo; se acerca al ventanal y desde la perspectiva más general, piensa que por este medio los responsables del crimen escaparon. Inhala, detallando los fragmentos que aún quedan de pie y entonces, algo llama totalmente su atención. En uno de los vidrios de la parte izquierda, hay una fibra de cabello color castaño... es la prueba perfecta. Alex comienza con el análisis procedente, donde rápidamente se coloca unos guantes de látex negros, luego lo toma con mucha delicadeza y finalmente lo introduce en una bolsa transparente. En ese momento llega Chantal junto con el hombre; sin embargo, antes de tan solo poner un pie adentro, Alex la agarra del brazo.
—Nos vamos ahora mismo al laboratorio.
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Informe médico del Hospital Central: El miércoles 01 de noviembre del 2023 a la 1:23 de la madrugada; se registró la entrada a emergencias de una chica de diecisiete años quien suscribe con el nombre de Izaro Smith; la cual, mostró síntomas de tener una contusión muscular a causa de fuertes golpes en el estómago. Actualmente se encuentra estable y reposa en la habitación 113 con estricta vigilancia.
«Te advertí que no fueras», el sonido agudo de una voz llamó su atención. Izaro abre sus párpados de manera lenta, visualizando a primera instancia un techo completamente blanco. El olor a narcóticos le produce náuseas, el zumbido de una máquina motora le molesta y poco a poco es consciente del dolor que emanan sus músculos; sin embargo, se siente tan cansada que no puede evitar entrar en un estado de soporífero de vez en cuando.
Al cabo de ocho minutos, se percató que la pesadez de su cuerpo había disminuido, permitiendo que sus extremidades se movieran con más agilidad. Quiso incorporarse en la cama, pero en cuanto lo intentó, un dolor sordo la golpeó directo en las costillas, obligándola a mantenerse inmóvil por unos segundos. Se quejó en silencio, reteniendo todo lo posible el hecho de gritar. «¿Qué fue lo que pasó? ¿En dónde estoy?», pensó un tanto aturdida e inconscientemente detalló la habitación. Un momento después tragó saliva, dándose cuenta de que se encontraba en un hospital. Levantó su mano izquierda, un cable la alimentaba con suero, llevó su mano derecha a la cara, otro cable parece darle oxígeno.
«¿Por qué?», susurró, girando su cabeza en busca de respuestas; sin embargo, cuando su mirada pasó al lado derecho de su cama, lo encontró a él. Lo miró detenidamente, detallando el color negro de su cabello rizado, su tez blanca y sobre todo, se fijó en aquellas finas facciones que eran acompañadas por una pequeña barba; no obstante, el chico se mantenía completamente dormido, por lo que era imposible saber el tono de sus ojos. Acercó su mano, acariciando su cabello mientras se planteaba la duda de ¿qué hacía él ahí? y se la hubiera seguido preguntado, si no fuera porque lo vio removerse de una manera que le causó ternura. Lo dejó quieto, luego simplemente se quedó ahí, sonriendo como una tonta... hasta que volvió a escuchar la misma advertencia.
«Te dije que no fueras». Los recuerdos llegaron y el horror predominó. Miles de imágenes pasaron a tiempo récord en su mente, llevándola a ver todo como si se tratara de una película de terror. Los gritos, la sangre, el fuego; todo aquello la hizo entrar en estado de impotencia absoluto en donde su único remedio fue llevar sus manos a la cara e inmediatamente comenzar a llorar en silencio.
—No es verdad... no es verdad... —murmuró, siendo consciente de que todo lo que estaba viendo en su mente la encaminaba a la cima del agobio. Su cuerpo comenzó a temblar, el dolor en su pecho se volvió insoportable y ante el terror, sintió que perdía el control; pero entonces, unas cálidas manos tomaron su rostro y la obligaron a mirar atentamente unos ojos ámbares.
—Por qué... ¿Por qué lloras sola? ¿Por qué lo haces en silencio? —Uriel la contempló, intentando descifrar mediante sus gestos la respuesta a todas sus preguntas. Ella no dijo nada, por lo que no le quedó más remedio que unir su frente con la suya—. Llora, grita, haz todo lo que quieras... pero por favor, sonríe después...
Entonces, sin poderlo aguantar más, dejó salir todo el coraje que sentía. No le importó llorar a gritos delante de un desconocido, tampoco el hecho de que tanto su garganta como sus ojos le dolían insoportablemente... ella simplemente se permitió liberal cada una de las emociones que en ese momento la consumían. En cuanto Uriel, él solo permaneció ahí, sentando en aquella cama sin despegarse de Izaro... Nunca se apartó, incluso duró un par de minutos más junto a ella aún si ya no la escuchaba llorar, luego simplemente se alejó.