Al entrar a mi habitación busqué un lugar para guardar el collar que me dió el anciano.
No es que no me gustara y no quiera colocármelo, sino que soy muy descuidada y pierdo casí todo. Es por eso que tengo guardadas las joyas que heredé de mis padres debajo del suelo de madera que está oculta abajo de la cama.
Nunca se sabe cuando alguien cotitea con tus cosas.
Guardé el collar con la caja junto con las demás joyas y salí afuera del castillo.
Soy una persona que memoriza los caminos rápido.
Salí en la parte trasera para ir al jardín de anoche.
Estando ahí me senté en la silla larga de piedra que estaba situada debajo del árbol de hojas moradas para esperar a mi entrenador. El lugar se mira mejor en la noche porque el lugar se ilumina con las hojas del árbol, ellas son las que le dan vida al jardín.
Pasó un gran tiempo y yo ya me estaba aburriendo así que decidí jugar un juego sola.
- ¿Que tal señorita Rusell? - peiné mi cabello en un moño para parecer un señor.
- Bien gracias ¿Y usted señor Leonel? - solté mi pelo y me coloqué elegantemente.
- Bien ¿Cómo ha estado?
- Gracias al cielo genial, acabo de planear mi nuevo viaje ¿Y usted?
- Como siempre, trabajando y saliendo a reuniones, lo normal.
- No diga eso, usted debe tomar un descanso del trabajo.
- Desgraciadamente no puedo, estar al mando de todo mi escuadron me quita tiempo libre.
- ¿Por qué no se viene conmigo? Va a disfrutar de unas maravillosas vacaciones.
- Gracias pero no puedo.
- Por favor.
El señor Leonel iba a seguir actuando.
- Decir que estas loca, queda corto - esa voz que reconocí por lo amargado que sonaba me sobresaltó y ahogué un chillido.
- ¡Que susto! -puse una mano en mi pecho- La próxima vez avisa -le reclamé- ¿Además que haces aquí?
Él solo bufó- Es mi castillo así que puedo estar donde yo quiera -se acercó más a mí- Además mi abuelo me mando aquí -dijo enojado.
- Tú serás... -en shock.
- Lastimosamente -dijo en un tono enojado- Seras mi discípula -dictó con una sonrisa retorcida.
Bufé- Ni creas que te saldras con la tuya -él sólo me lanzó ropa.
- Vístete -dijo dándome la espalda- Te esperaré afuera del jardín.
Que espalda tenía, no traía la capa de antes y eso permitía ver lo musculoso que estaba, solo vestía del mismo uniforme negro de todos y con su espada pegada a la cintura.
Que guapo y esa vista de su...¿Espera qué? Nooo que horror, ni loca, despierta~.
Me di palmaditas en la cara.
Observé la ropa, era un pantalón negro, una blusa y botas. Todos del mismo color.
Rápidamente me quité el vestido y me apresuré a cambiarme, el uniforme no me quedaba tan mal, de hecho me quedaba increible, no es por nada pero se ajustaba a mi cuerpo y lucía genial en mí.
Doblé el vestido y me llevé mis botas en las manos.
Salí y afuera estaba Ragnar cuidando el perímetro.
- Ya -dije sonriendo- ¿Cómo me queda? -di una vuelta para lucir mi cuerpo.
Él me observó un momento y luego hablo- Te ves bien -dijo viendo a otro lado.
Bufé, esperaba más alago por parte de él.
- Gracias -él me miró.
- Vamos -comenzó a caminar y yo lo seguí.
- ¿A dónde? ¿Qué haremos? ¿Hay misiones? ¿Me enseñarás a pelear?.
- Eres fastidiosa.
- Si no me contestas lo seguiré haciendo.
Me miró mal- Iremos al establo para preparar dos caballos y pedir tu armadura, y sí, tengo una misión donde sólo te quedaras a observar -me fulminó con la mirada- Y es obvio que te enseñaré a defenderte, por eso estoy aquí contra mi voluntad.
- No te quejes -dije ya cansada- Ademas no seré una mala aprendiz.
Él me miró incrédulo- Ya lo creo.
¿Qué querrá decir?
Caminamos por un largo rato donde cruzamos varias plazas hasta llegar a un establo grande.
Ragnar se acercó a la puerta del establo y yo lo seguí para observar. Habían varios caballos de diferentes colores en sus cuartitos, algunos no estaban.
- ¡Alf! -Rag gritó el nombre de alguien.
Una cabeza se asomo en uno de los cuartitos donde se encontraba un caballo café.
La persona que salió de allí era un hombre elfo, era alto, con cabello largo castaño como para peinarlo, orejas puntiagudas, ojos violetas y tez blanca pálida, era delgado pero sí tenía sus dotes, unos labios y gestos finos. Vestía sólo con un pantalón y botas.
Por la Luna, que vergüenza.
Me escondí detras de Ragnar y este solo se volteó la cabeza para verme confundido y yo sólo le sonreí.
- ¡Ragnar amigo! -saqué mi cabeza para ver al chico- ¿Qué haces aquí? ¿Saldrás de nuevo? -saludó con la mano a Ragnar.
- Sí, vine aquí para que me prepararas dos caballos.
- ¿Con quién te tocó esta vez?
- Con ella -se quitó de enfrete para que el Elfo me viera.
Traición hermano.
Lo miré mal y me quedé paralizada sonriéndole como tonta al elfo.
- ¿Una humana? -dijo alzando una seja y analizándome, algo que me puso más nerviosa.
- Sí, mi abuelo quiere que la entrene.
- ¿Su Majestad está bien? -dijo aún sin apartar la mirada de mí.
Ayuda.
- Lo está, sólo que ya sabes, siempre está planeando algo a nuestras espaldas.
- Uhm ¿Él confía en ella?
Por el amor de la Luna, a este paso me terminaré desgastando por lo mucho que me mira.
- Al parecer sí.
- Que raro, desde la guerra se sabe que no ha querido interactuar con humanos.
- Lo sé.
Me aclaré la garganta y miré a Ragnar.
- Ehm, Ragnar -lo llamé- Se te olvidó a qué venimos -la mirada del elfo aún la sentía encima.
- En realidad no -sonrió.
Hijo de tu mamá, lo hizo a propósito.
- Prepara los caballos Alf.
- Está bien -el elfo me miró por última vez y se adentró al lugar.
Suspiré aliviada y miré mal a Ragnar.
- Eres cruel Rag -el levantó divertido la ceja y sonrió arrogantemente.
Editado: 16.07.2021