Octubre 2, 2016.
16:11 pm
| Tyee |
De pequeña recuerdo a mi madre rayar y sobre rayar palabras en cualquier inmundo trozo de papel que encontrara de camino a cualquier parte que fuera mientras hablaba por teléfono. Era algo que siempre hacía, sin importar que. No hago lo mismo, pero tengo también mi propio ritual para las llamadas telefónicas; caminar por todas partes. De aquí para allá. Si hasta un baile me pego, y miro las cosas a mi alrededor como si jamás en la puta vida las hubiera visto. Lo que descubro en mi paseo por la sala de estar, es que hay una capa de polvo en los bordes de la venta, que hay algunos tacones de Vike junto al sillón, y que además, hay que barrer el suelo de la cocina.
—¿Entonces todo está bien?— paso el teléfono al otro oído y me acerco hasta la cocina para girar el bistec en la sartén. Con el peso de la carne y mi torpe descuido, saltan algunas gotas de aceite que caen directas en mis manos. Suelto la sartén de golpe para alejarla de mí y retroceder casi con miedo, no sin antes ponerles mala cara a las desgraciadas. Maldigo en voz baja por milésima vez.
—Todo en orden— dice su voz al otro lado de la línea.
Le dirijo una mirada fulminante a la cosa de metal sobre la cocina, porque la odio, porque nunca nada me sale bien cuando la utilizo, y ¡Hombre! porqué tengo hambre y ella no está cooperando en lo absoluto.
Camino hasta el sillón, me siento en el borde y me lanzo hacia atrás. Reboto un par de veces antes de quedar cómoda. Este sillón es sencillamente genial.
—Te extraño, Ian— le digo, porqué de verdad lo hago. No lo veo hace un año aproximadamente, y antes de eso casi había olvidado que tenía un hermano.
—Sí, yo también— concuerda. Lanzo un suspiro.
—¿Y tú exnovia?— ¿Cómo se llama la tipa esta? July... ¿Jade? No. —¿Jane?— Ian suspira. Se mantiene en silencio por algunos minutos, se escucha cansado. Me imagino a un Ian con ojeras bajo sus azules ojos tristes. Me siento mal por él. —Solo estoy aquí por Gaara, pero Jane lo hace cada vez más difícil— frunzo el ceño.
—¿Te deja verla?— pregunto. Acomodo el teléfono entre mi hombro y la oreja para poder raspar la pintura de mis uñas. Una maldita manía que no favorece para nada el cuidado. Y luego me pregunto por qué se rompen tan fácil.
—Si, pero con eso de su nueva pareja...— se detiene. —Topamos con los tiempos y las visitas.
Un trozo de pintura me salta a la cara, y me lo quito molesta al mismo tiempo que protesto. —¡Hey! Reclámale que es tu derecho. No dejaste de lado tu sueño para mirarla pasear con su nuevo novio— no conozco a la susodicha ni siquiera de fotos, pero me la imagine rubia, de pelo largo y liso y meneando el culo de un lado a otro con un chico negro; y malditamente la imagino guapa como en infierno, porque después de todo, era la novia de mi hermano; y mi hermano es digno de una diosa griega. —De lo contrario iré a partirle el culo y me traeré a Gaara conmigo— él ríe. Un sentimiento de nostalgia se incrusta en mí, hace tiempo no lo escuchaba reír.
¿Y qué mierda con el nombre, sin embargo? Le falta imaginación y le sobra tiempo para estar viendo esos dibujitos japoneses.
—Claro, Ty. Descuida.
—Algún día iré a conocer a mi sobrina— pese al monstruo de madre que tengo en mente, por el contrario, me imagino a una pequeña niña con cachitos rubios y ojotes azules que descubren el mundo con curiosidad, dulce y amable. —Debe ser tan guapa como su padre.
—Saco todo lo de su tía— imposible, pero me hace sentir bien el hecho de que me incluya.
—Espero que Dios la ayude con lo del carácter.
Si mi sobrina resulta ser como yo, existen dos posibilidades. Nos matamos entre nosotras o hacemos arder el mundo juntas.
—Debo cortar— dice después de parar de reír. —Saluda a Vike... Por mi— Su tono se congela junto con sus palabras.
—Vale, cuídate.
Corto el teléfono con un suspiro, lo desbloqueo y sigo quitándome el esmalte negro de las uñas mientras tarareo una alegre melodía que se me pego durante el día. Cuando la puerta se abre, antes que su presencia siento su grito.
A lo largo del tiempo, y si eres una persona observadora, te vas dando cuenta de detalles, pequeños o gigantes, en la actitud y el comportamiento de las personas. A veces en los gestos, en las miradas, en costumbres y cosas que hacen sin darse cuenta. Vike se caracteriza por ser la reina de los gritos. Cuando se emociona, cuando pierde, cuando esta triste y llora, cuando se estresa o incluso cuando está enfadada. —Sobre todo cuando está enfadada— Todos sus gritos suenan distintos. Por las malas aprendí a distinguir cada uno de ellos, ya que la mayoría de las veces, alguna de las
Idioteces que hago es la causante.
Ahora sé que las he cagado.
— ¡Tyee!
Agacho la cabeza sin saber muy bien de que se me acusa, pero sé que algo debí haber hecho terriblemente mal. Vike es mi amiga de hace muchos años y conoce muy bien mi carácter, sabe que odio que grite por estupideces y por eso no se mete conmigo si no se trata de una urgencia; pero en estos momentos ella está más que consciente de que yo debo aflojar el corsé y perder mi orgullo de tía ruda, ya que no ganare de ninguna forma. Me levanto del sillón y me veo rodeada de una espesa nube de humo gris que se extiende por la habitación. Parecidas a nubarrones oscuros de lluvia que se han colado por la ventana y amenazan con dejarnos nadando en un diluvio. La hermandad Gir tey desaparecería. ¡Todas moriríamos! Vike corre a la cocina, y sólo entonces, recuerdo un pequeño gran detalle. No apague el fuego.
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Editado: 05.11.2020