Octubre 26, 2016
15:22 Pm
| Tyee |
Siento a Kylan salir de su habitación y perderse de mi vista de reojo en algún lugar detrás de mí, sin embargo no escucho ninguna otra puerta, así que supongo que se dirigió a la cocina. Espero que cargue la partida y comienzo a mover el Resident Evil. Casi comienzo a concentrarme en el juego cuando vuelvo a escucharlo de vuelta. Lo peor es que se que se queda mirándome, arruinando por completo mi momento.
— ¿Alguna vez estudias? — lo escucho decir. Kylan ni siquiera saca las manos de sus bolsillos para hablarme. Me mira concentrado, totalmente serio, como si estuviera haciéndome una pregunta de vida o muerte. Vuelvo la vista al juego rápidamente para evitar perder la partida, no me molesto en responderle —Digo. Estas todo el día jugando y por las noches te vas de fiesta.
Tú estás todo el día de mal humor y yo no digo nada.
—Joder, resulta que el sujeto si habla— respondo para nadie en particular.
Parece que el gruñido que me lanza entonces viene de lo más profundo de su alma. —Les hablas a mis amigos, comes de mi comida y encima tienes el descaro de despertar en mi cama, pero no puedo hablarte.
—Ni que te hubiera violado— susurro en un principio. —Va, ¿Qué sigue? ¿Ocupo tu baño, piso tu suelo y respiro tu aire? Creí que era yo quien marcaba las propiedades con meado. — vuelvo otra vez la vista a la pantalla, disparo dos veces a mi enemigo y lo veo caer. —Se que puedes hacerlo mejor que eso.
No dice nada por unos segundos, pero continua allí. Parece que en el fondo de su alma quisiera seguir discutiendo conmigo, y realmente me lo pregunto, ¿Le fallara algo? No me conoce, pero no es tan difícil imaginar que si tengo un carácter letal en mi estado normal, debo ser una verdadera pesadilla para discutir. Se que a él no le gustará encontrarme ese lado.
—Y joder, Kylan. Fuera de todo sarcasmo, lo digo en serio. ¿Por qué demonios simplemente no me ignoras?
Lo escucho suspirar cansadamente.
—Intento hacer como que no existes, pero eres como la encarnación del mismo pecado. Me descompone el día tan solo pensar en aquella mañana.
Vale, eso es bastante grosero de su parte. Evidentemente él no recuerda nada de esa noche, porque estoy segura de que de haberlo hecho, esas palabras no hubieran salido de su boca.
Decido ignorar las ultimas diez palabras de su frase y tomarla por otro sentido, porque en estos mismos instantes lo único que quiero es jugar, y si exploto, entonces simplemente no seré capaz de quedarme en este sillón después que lo mande a la mierda.
—Dicen que hay pecados que son la entrada al mismo paraíso— me encojo de hombros. Y con esto ni siquiera es que lo esté invitando a pecar; con un ticket al infierno tengo más que suficiente. Tan solo quiero dejarle bien en claro, que así de rota y todo, puedo ser una distorsión digna de admirar.
—Bendigo a quien se atreva a probar tu paraíso.
—Eso no ha sido para nada amable de tu parte, colega. Si es así como haces amigos, ya me voy haciendo una idea de porque tan solo tienes a los Titanes.
—Es que yo no estoy intentando ser tu amigo.
—Ve entonces, hazme un favor y no preguntes idioteces.
El silencio solo le dura un minuto. Apuesto que me está quemando con la mirada. —Ahora entiendo tu miseria en microbiología. —achico los ojos y dejo que mi personaje descanse un segundo escondido tras el auto. Va a seguir con el tema.
— ¿Lo dice quien reprobó fisiopatología dos?
—Tú no sabes nada.
—Tu tampoco— concuerdo. —Por eso mismo creo que no deberías hablar sobre mi vida si no te has encargado de corregir la tuya.
Guarda silencio, ni siquiera se mueve, e incluso parece que ha ido. Yo doy por terminada la conversación cuando pasa más de un minuto sin decir nada. Me escondo, avanzo, disparo y maldigo cada vez que alguien me encuentra antes que yo a él. Eso, hasta que el que avanza no es mi soldado, si no él; pasa por delante de mí mientras trato de apuntar al enemigo, y se sienta a mi lado en el sofá. —No, no podía dar la vuelta al sillón. Tenía que pasar por delante— Su peso me hace rebotar. Casi me volteo a mirarlo emputada por su acción, porque estoy en un punto crítico tanto en el juego como con él.
—Enséñame a hacer eso— dice sin embargo antes de que yo alcance a lanzarle mi veneno.
Insisto, ¿Por qué jodidos me sigue hablando? Quiero solo un poco de paz para poder jugar. ¿Es eso mucho pedir?
—¿El qué?— me obligó a responder.
—Eso, desconectarte de tu vida.
Esta vez sí que detengo el juego. Esta apoyado en el respaldo y con sus manos entre las piernas, sus ojos verdes me miran serios e inexpresivos bajo la gorra negra de los Boston Celtics. Tengo una costumbre bastante mediocre de fijarme en las cosas más insólitas, y de hecho menos importantes. Como las acciones repetidas de las personas, sus gestos y todo eso que en realidad ni siquiera importa. El que lleve siempre la gorra sobre sus cejas comienza a molestarme. La visera le hace de sombra y oscurece sus ojos, en estos momentos los vuelve más intensos y casi parece estar leyendo mis pensamientos. Lo que me pone jodidamente enojada. Odio sentirme vulnerable. Aun así, sigo mirándolo hasta perderme en su mirada. Llevo más de la mitad de mi vida ocultándome en mi burbuja de fantasía, excluyendo al resto del mundo de mi espacio y fingiendo que nada más importa. Olvidándome de todo lo demás. La gente cree que simplemente paso de todo, —Aunque de cierta manera si es verdad— o que soy así por falta de concentración y preocupación a lo que me rodea. Nadie jamás ha reparado en que quizá yo elijo todo esto, que quizá es mi vía de escape hacia un callejón sin salida, pero en el cual me siento bien. Porque me aparta, me aleja. Esta soledad es la que me gusta. La belleza de la oscuridad es que solo se le acercan los que no le temen.
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Editado: 05.11.2020