Noviembre 13, 2016
06:05 am
| Kylan |
En la habitación reina el silencio. Nadie ha vuelto aun, las luces están apagadas y de seguro Tyee sigue sin recobrar el conocimiento en su habitación. No es extraño, después de todo recién son pasadas las seis de la mañana. Me dirijo a la cocina y tomo una energética para beber, la llevo a mi habitación y antes de alcanzar a mi cama, tropiezo con miles de estupideces.
Se me había olvidado el gran desorden que deje buscando las llaves y que no hay forma de que pueda acostarme si no ordeno. Paso de todo, porque realmente no estoy de ánimos para dármelas de tío perfecto y ordenar; solo quiero dormir. Salgo de allí tan rápido como entré.
Su silueta me asusta como el infierno porque claramente el sillón al estar de espaldas a mi me cubría su cuerpo, y por eso es tan desconcertante encontrármela de frente cuando salgo de mi habitación. Cuando me fui, ella estaba de pie y muy decidida a seguir mis órdenes e irse a dormir, sin embargo, obedeció a medias y pese a que está durmiendo, jamás se fue a su cama.
Tampoco entiendo porque demonios creí que iba a hacerme caso y seguir mis indicaciones al pie de la letra. Es Tyee Smith, después de todo. La chica que parece valerle madres cualquier regla.
Enciendo la luz de la sala para poner en orden el lugar. Esta hecha un ovillo sobre el sillón, su vestido subido hasta casi el final de los muslos, sus botas han desaparecido y la cazadora también, tiene el cabello revuelto y su maquillaje negro corrido por el rededor de los ojos y sus mejillas. Evidentemente ha estado llorando y de seguro ha vomitado también. Luce exageradamente desordenada, pero natural y sexy.
Toco su brazo para despertarla, esta fría y su rostro muy pálido. No reacciona bajo mi tacto, y por un momento me paralizo pensando que podría estar muerta por intoxicación. Desechó la idea en cuanto la escucho soltar un solloso.
Una parte de mí se ve tentada a pasar de ella, apagar la luz y encerrarme en la habitación de Skyle sin ponerle ni siquiera un chal encima. Pero hay otra parte de mi que clama un poco de piedad. Se que si los chicos llegan y la ven es ese estado, estará en problemas. Ella siempre parece estar en jodidos problemas. Y no es como que sean en lo absoluto de mi incumbencia, pero me siento en el deber de ayudarla, por haberme ayudado a mi ese día. Fui bastante molesto y podría haberme mandado a tomar por culo, o reírse de mi en el momento en que comencé a dejar caer sentimentalismo. Sin embargo, ella se lo tomó en serio, me escucho, y quizá muy a su pesar, me aconsejo.
Muevo su brazo suavemente para intentar no asustarla, pero no lo logro del todo, despierta enseguida y parece realmente alterada. Arruga los ojos por la luz, se cubre con el antebrazo para intentar ver más allá y trata de levantarse inútilmente. La sujetó mientras con una mano intenta enderezarse apoyándose en el resoplado del sillón. Fija su mirada en mi y parece a punto de hablarme, pero entonces con su mano libre la veo tapar su boca, y comprendo todo.
Joder.
Cuando decidi que la ayudaría, en lo absoluto estaba dispuesto a cargar con ella corriendo hasta el baño para verla vomitar. No tenía ni pensado sobar su espalda para que le costara menos soltar todo lo que lleva dentro, y por supuesto que no me veía a mi mismo sujetándole el cabello en medio de todo ese lío. Vomita tanto, que llegado un punto tengo miedo de verla sacar algunos de sus órganos de allá dentro. Es tan pequeña y delgada, que parece mentira que de verdad haya bebido tanto alcohol.
—Joder, que puto asco— susurra para sí misma cuando se acaban las arcadas. Cierra la tapa del inodoro y echa a correr la cadena antes de sentarse encima.
Suelto su cabello cuando la veo apoyarse en el lavamanos, abre el agua y hace el intento de lavarse un poco la cara. Creo que ya está consciente, cuando su mirada se topa con la mía al menos sé que ya no va a morirse y que esto va a recordarlo mañana. No dice nada al respecto de mí, ni un insulto, ni sarcasmo. Simplemente guarda silencio; si alguien entrara ahora mismo ni siquiera notaría nuestra presencia. Ninguno de los dos dice nada.
—Venga, ya estás muy tarde para dormir.
Me suelta una sonrisa apenada y sorprendentemente tampoco se opone a mi idea. Me permite ayudarla a ponerse de pie y deja que la guíe hasta su habitación.
Mi bondad llega hasta cuando la deposito en su cama. No toco en lo absoluto su atuendo ni me arriesgo a cambiarla a su pijama; ese es mi límite. Y no es como que desvistiéndolas fuera a violar su privacidad, porque no me atrevería a dejarla desnuda —Aunque si así fuera, no sería nada nuevo, porque ya la he visto— pero aquel día en mi habitación dejamos los topes malditamente claros, lo que sea que oso entre nosotros, en em osado quedó, y hay que olvidarlo. Ni siquiera los amigos se desnudan mutuamente, y nosotros estamos muy lejos de llegar a ser algo como eso.
Ella abre los ojos. — ¿Qué tal la fiesta? —Murmura a medias. Tiene la voz ronca y seca, apenas puede con su susurro.
Un segundo tardo en procesar en que seguramente recuerda haberme visto salir cuando ella llego.
—No estaba en la fiesta.
—Uhm.
Quizá captó la indirecta, está demasiado ebria o simplemente sabe que las respuestas cortas significaban fin del tema, porque no sigue preguntando. Tira de las tapas para cubrirse hasta la nariz y me mantiene la mirada.
— ¿Puedes regresársela? — arrugo la cara y la miro confundido. —La chaqueta. Es de un chico de la facultad de ingeniería. No me sé su nombre, pero tampoco quiero quedármela.
—Hay muchos tíos en esa facultad.
—Es alto...— guarda silencio y piensa. —y folla del terror.
Me pregunto si es consciente de lo que dice y de lo estúpidas que suenan sus descripciones. Como si yo supiera como follan los chicos de esa facultad o anduviera pendiente de su altura. O como si siquiera me importara con quien se enrolló hoy. Parece mejor, pero me están mareando sus palabras sin sentido.
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Editado: 05.11.2020