Noviembre 14, 2016.
5:04 am
| Kylan |
Tiene unas laminas se LSD sobre la piel de su antebrazo, que no había notado antes. Son unos pequeños círculos que tienen dibujadas unos emojis.
— ¡Demonios!
Tomo su brazo y se las despego, arrojándolos lo más lejos posible.
—¿Tienes más? — le pregunto, ella entrecierra los ojos, pero no creo que realmente me esté mirando a mí.
Busco por otras partes de su cuerpo por si es que tiene más, porque sé que de ella no conseguiré una respuesta. Conociéndola, quizá ni siquiera se midió en dosis. Sería capaz despegárselas en todas partes solo porque son bonitas. Menuda mierda.
Por suerte fueron solo dos, pero ojalá supiera cuantos gramos estaban suministrados en cada una. Al menos tendría una idea de cuanta atención necesitará.
No sé si es que vino con algo para abrigarse, o se le ocurrió salir así nada más, pero está temblando, y no es como que su estado me vaya a dar el tiempo de averiguarlo. Me quito la cazadora y la sudadera que llevo debajo se lo instalo a ella. Ni siquiera opone resistencia, sus brazos son como un peso muerto, los puedo mover como si fuera una muñeca, y debido a la diferencia de tamaño, casi ni siquiera tengo que esforzarme. Vuelvo a colocarme mi cazadora y me pongo de cuclillas.
— ¿Tyee? — ella pestañea lentamente. — ¿Me entiendes?
Ladea la cabeza y me mira sin reconocerme, como si yo fuera una parte del cielo que se tiño de rosa en medio de la oscuridad. Me dedica una sonrisa chueca y se desconecta nuevamente. La tomo por debajo de sus brazos para poder pararla y cargarla de mejor manera hasta mi auto. No me había fijado en lo delgada que era hasta el momento de sujetarla, pesa menos que una pluma; es lo primero bueno que sucede en mi noche.
Con el balanceo que produzco al cargarla, comienza a reírse, como si mis brazos fueran una montaña rusa y esto en verdad fuera un chiste. Inhalo y exhalo un par de veces para darme paciencia, diciéndome que solo se está comportando así por el efecto de las drogas, y que debe estar comenzando el viaje. Ella continúa riéndose y diciendo "Wii" de vez en cuando.
Abro la puerta con dificultad y la dejo en el asiento del copiloto. Mi Audi de dos puertas no tiene asientos traseros, así que es el único lugar donde puedo dejarla. Recuesto un poco el asiento, tomo unos cinturones especiales que tengo instalados y los abrocho por sobre sus brazos. La idea de esto es que no pueda levantarse ni moverse mientras manejo. Cierro la puerta y suspiro.
Por la ventana puedo ver su cuerpo inerte sobre el asiento. Quizá está dormida, o solo pérdida.
No estoy con ella por gusto propio. Por mí ya me habría ido de vuelta a la fraternidad, a mi cama y a la paz. Lo único que quiero en estos instantes es sacarla de mi vista. Está siendo un verdadero grano en el trasero, pero abandonarla seria como dejar tirado a Ian, y eso no me lo podría permitir. Conozco a Ian desde que tenía edad suficiente para valorar a las personas, es más que uno de mis mejores amigos, mi hermano, no podría fallarle de esa forma.
Entro en mi auto y aguardo allí algunos minutos.
—Jamás...— dice. Me giro a mirarla. Tiene los ojos cerrados y una mano alzada hacia el techo del automóvil, o lo que puede subirla. —Jamás veras algo así de nuevo.
Le restó importancia y me vuelvo a mirar al frente. No se trata más que del comienzo de miles de palabras y cosas sin sentido que saldrá de su boca por al menos cinco horas. Quizá más, quizá menos, eso depende de hace cuanto se pegó la laminas en los senos. O se las pegaron, ya que estoy seguro de que fue aquel imbécil quien la incitó, y aun así ella no se negó. Por el alcohol y la droga que la obligo a tomar ya no me preocupo, estoy seguro de que no queda nada en su interior. Mi auto está a salvo de vomito.
—Voy a seguirlos por siempre. Las luces, los colores...— deja la mano caer en su costado, pero ahora tiene los ojos abiertos y los mantiene pegados al techo, pestañeando una vez cada medio minuto o algo así.
Al menos por ahora no está tratando de pararse o tirarse hacia el suelo en plan suicida, lo que me genera menos problemas y menos rabias. Tiro la cabeza hacia atrás y cierro los ojos. Tengo sueño, y estoy enormemente cansado. Son las cinco y diez la madrugada, la hora en que generalmente regreso de los paseos nocturnos o decido dejar de estudiar y me acuesto para tratar de atraer el sueño. Quizá el cansancio de todo lo sucedido me está haciendo caer antes, pero me siento extrañamente agotado.
Tengo pesadillas que me generan insomnio y también mucho miedo de dormirme y volver a revivirlas. Mi sueño se ha cambiado, y ahora duermo generalmente en las horas en que mi cuerpo no da más y cae agotado.
Puedo pasar horas recostado mirando el techo de mi habitación, pensando, sin lograr dormir. Cuando no tengo exámenes suelo salir a caminar; perderme en la oscuridad y calmar mi mente. Cuando regresaba, algo de aquel paseo me permitía dormir. Ahora me siento agotado, pero no quiero dormir, y odio que la razón sea el miedo que me da descuidarla. Esta drogada, y podría sucederle cualquier cosa. Aunque es mejor pensar que le tengo miedo a lo que pueda hacerle al auto si se descontrola.
Enciendo el motor y acelero por la calle camino a la carretera oeste de Newbridge. No hay autos, no hay ruido, no hay más la carretera, la noche, Tyee y yo. Cada más o menos diez minutos recién logro cruzarme con alguien más, podría conducir mirando el teléfono o algo así, pero me dedico a estar atento ante cualquier conductor ebrio que quiera jugar a los autitos chocones conmigo.
Las luces se ven a lo lejos alumbrando el desierto que es en este momento la carretera. Divisó el nombre en el letrero antes que la fachada de la gasolinera. Fancy está abierto las veinticuatro horas del día, y su tiendita de alimentos y suvenires también.
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Editado: 05.11.2020