Noviembre 14, 2016
8:54 am
『 T Y E E 』
Solo alcanzo a poner un pie fuera del auto antes de que Kylan se baje sin siquiera mirarme y comience a caminar. Tengo que recordarme que él es siempre así de borde, y que ya se le ha pasado el enojo conmigo para no comenzar a gritarle. Camino a la entrada.
Distingo dos cuerpos parados justo antes de la puerta; por el gorro puedo saber que uno es Kylan, de espaldas a mí y tan tenso como uno de los pilares de la terraza. A medida que me voy acercando, distingo mejor a su acompañante, quien me ha estado mirando desde antes de que yo lo hiciera con él. Tiene su típica sonrisa baja bragas en los labios y parece tan contento de verme como si desde un principio me estuviera esperando. Vestido de pie a cabeza con una teñida deportiva.
—Tyee— saluda.
Arrugo el ceño. He estado solo una vez en el mismo salón con él y ya se cree con el derecho de pronunciar mi nombre como si fuera el suyo. Mi pobre nombre se sintió tan violado, así como si fuera uno de los más comunes y todas lo tuvieran. En ese momento se fue al carajo la originalidad de mi madre.
Clavo la vista en sus ojos, son de un azul oscuro. —Entrenador Street.
—Oh, no. Solo llámame, Thomas.
Rechazó la idea instantáneamente. Jamás nos convertiremos en algo tan privado como para acostumbrarme a tutearlo. Me limito a mirarlo a la espera de que haga o diga algo. Kylan también lo hace, pero no de la forma más cortés. De los tres, el entrenador es el único que posee una sonrisa de comercial en sus labios.
— ¿Están juntos?
—No— se apresura a responder Kylan.
Y ahí vamos de nuevo con esa forma tan asquerosa que tiene de referirse a mí.
¿Quién querría estar con él? De todas formas.
—Los vi bajar juntos del auto.
—Viste mal— gruñe.
Paciencia.
Uno, dos...
Uno, dos, tres...
— ¿Que te trae por acá? — pregunto lo más cortés posible para que no sonar como que me molesta su presencia, que es justamente lo que me ocurre. Trato de sacarme de la cabeza la palabra de Kylan, porque esa mierda de contar verdaderamente no sirve de nada, me pone de los nervios, y porqué si no me distraigo con algo, se desatará mi instinto asesino. —¿Pensé que los profesores se alojaban en el departamento Cel tta?
—Así es, verdaderamente una pena, porque toda la diversión se encuentra acá— tuerce su boca en una mueca. —En realidad venía a verte a ti— su sonrisa llega de vuelta
¿A mí?
Veo a Kylan arrugar el ceño. —¿Para qué?
—Para recordarte que no puedes faltar el lunes. He mentido para evitar que te penalizaran. No lo haré dos veces— siento que casi se me escapa una risa.
—¿Viene a cobrar agradecimientos? Yo no se lo pedí— su sonrisa tiembla. ¡Joder! Si no miento cuando digo que ya estoy de mal humor.
—Sé que no lo hiciste, pero...
—Pero la verdad es que no me gusta pensar en clases mis días libres, y aunque sean tan interesantes, en charlas anti-Drogas tampoco. Con su permiso.
Evito su cuerpo y entro en la facultad sin mirar atrás, unos segundos más tarde Kylan me sigue. Subimos juntos al ascensor, pero no volvemos a dirigirnos la palabra. ¿Por qué tiene que ser tan silencioso? Digo, si ya se le paso el enojo ¿Por qué no hablarme?
En el interior del departamento se respira ese ambiente de resaca. Hay una tranquilidad que apesta, en el sillón se encuentran sentados Jaeden e Ian. Miran la pantalla casi pegados, aunque es obvio que realmente no le están prestando atención. La tele esta bajísima, apenas se entiende lo que dice, ero como tampoco hay ningun otro ruido dentro, puedo distinguir que están anunciando un comercial de las nuevas toallas higiénicas con diseño de flores, corazones y estrellas. De todos los que he visto a lo largo de mi vida, no hay ninguno más estúpido que ese.
Hablo en serio. Digo, ¿Para qué demonios pagaríamos más por tener algo con diseño entre las piernas? Ni que fuéramos por allí mostrándola o las colgáramos como cuadro en nuestra habitación después de quitárnosla. El solo pensamiento de ello resulta asqueroso. Por lo general uno lo único que quiere es que esa maldita semana acabe y no tener que volver a ver un paquete de ellos hasta un mes más.
Agradezco al universo el silencio, porque sinceramente no me encuentro mucho mejor que ellos y no quiero encontrarme con ruido y mal olor. Camino hasta el sillón y me tiro entre el espacio de Ian y el reposabrazos derecho. Apoyo mi cabeza en su hombro y cierro los ojos para intentar descansar un poco. Tengo sueño, mareos, cansancio, pero también flojera de volver a moverme para ir a una cama.
— ¿Ustedes... venían juntos? —pregunta Jaeden con una voz ronca. Y ni siquiera mueve su cuerpo para mirarnos. Muevo un poco mi cabeza para verlo. Viste una simple polera sobre sus vaqueros de la noche anterior, esta despeinado y tiene los ojos rojos. Asiento en el hombro de Ian.
—Silencio quiero escuchar el programa.
Miro la tele. Están pasando un programa de unos paisajes y un hombre que debe hablar sobre lo que lo rodea, supongo. En realidad, ni, aunque mantengamos silencio se logra entender. Alabado sea el súper oído que tiene, yo también quiero uno. De pequeño jamás le gusto tales cosas, era más de ir por el lado de las películas de acción, con peleas, balas, autos, velocidad, peligro y estupidez. Me pregunto qué tan sobrio esta.
— ¿Por qué venían juntos? ¿Dónde andaban? —vuelve a preguntar Jaeden, ignorando por completo a Ian. Deben conocerse hace tiempo, pues ni siquiera se inmuta cuando Ian se voltea y lo mira con furia en los ojos. Lo que no sé, es si lo hace por la insinuación que esconden sus palabras, o porque no puede cerrar la boca.
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Editado: 05.11.2020