Marzo 2, 2017
09:09 am
『 T Y E E 』
La primera vez que probé el alcohol fue a los 15 años. Una compañera de trabajo estaba bebiendo sola en su habitación mientras lloraba. No entendía porque lo hacía, y cuando le pregunté para que servía, su respuesta fue que para nada más que hacerte olvidar. Me invitó a una copa, el momento me llevó a la otra y la otra. Fue mi primera borrachera y puedo decir que en su momento si logro darme lo que buscaba. Con el tiempo y los malos ratos, se transformó en una fea costumbre. Cada vez que me sentía mal, me bebía una botella, ponía música y bailaba y cantaba hasta que caía rendida en mi cama y dormía hasta el otro día.
Era mi escapatoria de un lugar del cual no podía huir.
Perder el conocimiento, olvidar lo que hice y terminar en algún lugar desconocido me ha sucedido pocas veces, con esta puedo contar cuatro. Soy de ese tipo de chica demasiado controladoras como para permitir que algo se le vaya de las manos, o que no pueda tener pleno conocimiento de lo que hago. Me gusta que todo cuadre, que cada segundo cuente, que no quede nada al azar. Perfeccionista, puede llamarse. Todas esas veces en que me deje llevar, la razón fue mi pasado y lo que me sigue atormentando; ahora me avergüenzo de decir que esta vez tiene que ver con hombres, un hombre con un maldito nombre de cinco letras y que no alcanza para describir ni siquiera un poco la inmensidad que su presencia antepone. No importa si me encanta el alcohol, si he probado más drogas que comidas en mi vida y soy la chica más fiestera del siglo, con ningún otra perspectiva de mí que no sea descontrol total; tengo más que claro mis límites y se hasta dónde puedo llegar, y cuando el equilibrio empieza a fallar, es la señal para parar.
Sin embargo anoche no me importo en lo absoluto, aun cuando todo se había vuelto borroso y apenas reconocía lo que había a mi alrededor, no frené, no me di el alto ni me obligué a parar, porque mi verdadero objetivo con todo eso era olvidar. O morirme, lo que fuera primero.
Y pese a todo lo que hice y lo duro que lo intenté, simplemente seguía recordando. De alguna u otra forma todo me llevaba a él, a su ser, a lo que representa para mí y a lo estúpido que ha sido su comportamiento. No entiendo cómo es que pasamos de ser lo más cercano al amor, a simplemente ser nada.
Comienzo a abrir los ojos lentamente, porque no recuerdo haber vuelto a casa, y estoy muy aterrada de mi paradero esta vez. Se que fui con Blake, pero no sé si regrese con él o lo qué pasó después. Lo primero que me encuentro es con un techo desconocido, uno blanco pero sucio y una cama que de seguro no es la mía, porque es dura como el infierno. Volteo la cabeza lentamente y comienzo a desear no haberlo hecho, porque con lo único que me encuentro es con algo que no me gusta. Unos ojos pardos me atraviesan con la mirada, esos ojos que siempre transmiten amabilidad y tranquilidad, ahora se muestras inquietos y completamente serios. Se que la he cagado en el mismo instante en el que él no me dedica su habitual sonrisa.
¿Qué mierda hice esta vez?
Comienzo a sentarme lentamente y me apoyo en la pared a mis espaldas, él me extiende un vaso de agua y una aspirina, pero en ningún momento cambia la intensidad de su mirada. Esta es la primera vez que alguien espera a que despierte de una resaca solo para atenderme correctamente, podría sentirme feliz, eso, si no fuera porque estoy realmente incomoda.
—¿Que paso?— le pregunto abriendo y cerrando los ojos para tratar de tener una mejor visión. Todo está medianamente borroso a mi alrededor y las luces brillan un poco más de lo normal; se siente como que todo transcurre a cámara lenta. Quizá ni siquiera es resaca, si no que aún estoy borracha, o drogada. Esta sentado en la cama de enfrente, un poco encorvado y sin despegar la mirada de mí.
—Dímelo tu— su tono seco me golpea tres veces en la cara; derecha, izquierda, derecha, y para rematar un golpe en el estómago que me dé ganas de vomitar.
La única vez que he escuchado a Skyle hablarle a alguien con ese tono, fue cuando Blake me llevo a la habitación luego de que casi me atropellaran. Es tan choqueante, que de verdad comienzo a temblar. Skyle es de las pocas personas que me importan, y me da miedo perderlo.
—No lo recuerdo— Skyle suelta una risa ahogada totalmente molesta.
—Por supuesto que no— gruñe. Trago saliva, porque estoy sintiendo la bilis subirme hasta la garganta.
—¿Pasó algo?
—Algo sería poco— vuelve a gruñirme—Anoche sucedió de todo. Te encontré vomitando en el sótano de la casa, no tenías tu camiseta ni tus zapatos, apenas me reconociste y quedaste inconsciente en cuanto te acosté en mi auto. ¡¿En qué demonios estabas pensando?! —miro mi vestimenta para asegurarme de que lo que me está diciendo es verdad; no llevo lo que sea que vestía anoche, si no que por el contrario, llevo una camiseta que de seguro es de él, estoy descalza y no hay zapatos al rededor, ¿Perdí otros tacones?
Joder.
—Estaba con Blake y.... estábamos... bailando— susurro intentando recordar. No sé si me duele más la cabeza por resaca, o por intentar traer y armar los pedazos de recuerdos que tengo de la noche anterior. Veo muchas cosas; hay muchos chicos, muchos nombres y risas, canciones, veo muchos vasos diferentes en mis manos, cigarros, a Blake, y esas pastillas. —Dios, esa... pastilla de eme me jodió la noche.
—¡¿Eme?!— me grita. —¿Consumes MDMA?— abro más los ojos porque comienzo a verlo nublado, sus gritos me están matando. ¿Qué hora es? Creo que quiero vomitar, siento que se me escapa el aire.
—¡Oh, Dios! Mi cabeza.
—¡Contéstame, Tyee! ¿Ingeriste esa mierda?
—¡Si!— grito finalmente. Afirmo mi cabeza para detener el mareo. —Lo hago a veces, nada de qué preocuparse— Skyle niega con la cabeza y me mira decepcionado. No sé si sentirme culpable; me importa mucho Skyle, pero yo no creo haberle dado una idea equivocada; él me conoció alcohólica, drogadicta y fumadora, fiestera, rebelde y grosera, jamás dije o fingí otra cosas. Si las expectativas son suyas, la culpa no es mía. —Creo que voy a...
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Editado: 05.11.2020