Marzo 9, 2017 | Hace ocho días
16:50 Pm
| Tyee |
Blake dijo que el hecho de estar en la habitación de alguien que acaba de morir es de mucha suerte, porque está queda en el piso seis, lo que está lo más alejado de la fosa que puede ser posible, y que es una habitación que a muchos les gustaría cambiar. Dijo que aquí dentro no escucharía los ruidos y que podría dormir tranquilamente. Sin embargo, ruido es lo que justamente me despierta. Quien sea que se encuentra en la habitación junto a la mía, no está interesado en lo más mínimo en entrenar, estudiar o algo así, porque tiene la música tan fuerte que parece que en realidad tuviera el equipo en mi habitación o estuviera llevando a cabo una fiesta de fraternidad en la suya.
Doy vuelta la almohada no una ni dos veces, si no que tres o incluso una cuarta vez. Trato de encontrar alguna posición en la que el ruido no queme mis oídos y me deje dormir. No la hay. Incluso parece hacerse cada vez más fuerte. No importa si estoy en BlackHand, en Gir tau, o la habitación de Alph sau, seguiré siendo la chica que odia que la despierten. Esta vez no es la excepción. Me levanto de un salto y pateo mis zapatillas antes de salir casi volando de mi habitación. Abro la puerta y tropiezo con unas cajas, tengo que hacer equilibro en mi pie y afirmarme del marco de la puerta para no caer de cara y quedar con la baranda incrustada entres los dientes. Recuperó el equilibrio y lo único que quiero es tirar del sexto piso todas las cajas junto con el idiota a quien se le ocurrió dejarlas aquí. Entonces veo mi nombre en una de ellas, y sé que lo único que lograría, sería romper mis cosas y perder a mi único amigo, porque sé que fue Blake quien las dejó aquí.
Quiero correr al interior de mi habitación, abrirlas una por una y tirarlas como lluvia a mi alrededor mientras me gozo de tener algo conocido conmigo, algo mío, en un lugar tan diferente; sin embargo al otro lado de mi habitación la música sigue matándome. No es un rock antiguo ni un metal pesado, es una canción de pop tranquila, pero está demasiado fuerte como para poder disfrutarla. Camino hasta su puerta y toco un par de veces, espero, pero no hay respuesta del otro lado. No me sorprende después de todo; no sería de extrañar que no escuchara ni sus pensamientos.
—¡Hey!— vuelvo a tocar. —¡Oye!— esta vez grito. No sé por qué creo que un grito lo va a alertar si los golpes en la puerta ni lo inmutan. Golpeo esta vez el doble de fuerte que las dos anteriores, estoy a punto de sacar la silla de mi habitación y arrojársela a su puerta, pero entonces me abre.
Detrás de ella aparece el rostro somnoliento de un chico bastante alto, muy alto. Incluso más que Blake. Su cuerpo es delgado, pero veo sus músculos tensarse firmemente cuando se pasa una mano por el cabello.
—Hola ¿Qué sucede?— pregunta tranquilamente.
—¿Como que «que sucede»? ¿Qué pasa? ¿Qué estás sordo y no oyes tu música? ¿Y dónde está el respeto por los demás? ¿Es que no sabes qué hora es?
Me mira desconcertado, pestañea un par de veces antes de desviar la mirada al techo y volver a mí. La música sigue sonando muy fuerte, casi tengo que gritar para hacerme escuchar. Él se me acerca un poco para contestar.
—¿Las cinco de la tarde?
—Si claro, las cinco. No pueden ser las cinco...
Me doy media vuelta y me fijo en el reloj en la pared de mi habitación; y si, son las cinco. Me volteo a mirarlo mientras me trago el orgullo. El chic se agacha un poco y se acerca mucho más a mí, invadiendo mi espacio personal. Se fija también en el reloj antes de volver la vista hacia mí. Tiene unos ojos verdes muy claros, pero su piel es tan blanca, que sus ojos hacen un gran contraste. Parece que llevara viviendo en la nieve por mucho tiempo.
—Las cinco— repite. Me tira en la cara mi comentario idiota, y lo peor, es que al final me sonríe. —Lo siento, estaba durmiendo.
Doy un paso para poner un poco de distancia entre nosotros. —¿Quién mierda puede dormir con ese ruido?
—Alguien realmente cansado— niega con la cabeza, se endereza y comienza a reír. Se que no mintió sobre lo que me dijo cuando me doy cuenta de que lleva ropa casual y su cabello oscuro esta despeinado, como si exactamente, acabara de despegar la cabeza de la almohada. Vuelve a mirarme cuando termina de burlarse de mí. —Se necesitan agallas para tocar así en la puerta de alguien.
No digo nada, porque tiene razón. Realmente soy estúpida, y ahora que lo pienso hasta me odio. Llevo menos de veinticuatro horas aquí y no logró pasar cinco minutos sola antes de lanzarme a discutir con cualquiera. Si este tipo en realidad fuera otro, ya me hubiera tomado del cuello y lanzado contra mi puerta para que me regresé dentro. Yo lo haría, e incluso subiría más aún el volumen de la música, porque son las cinco de la tarde. E incluso, solo por joderlo, la colocaría todos los días temprano para despertarla. No busco amigos, pero tampoco me quiero formar enemigos.
Espero que me muestre una sonrisa de superioridad, de esas que lanzo yo cada vez que sé que tengo la razón, pero en cambio el suelta una serena y sincera sonrisa, muy amable para tratarse de un mafioso de BlackHand— discúlpame, no sabía que tenía nueva vecina. Lleva días vacía— cuando se disculpa, incluso me hace sentir mal.
—Aun así— levanto la barbilla intentando sacar porte —ya que con mucha suerte alcanzo a pasar su hombro— y dignidad. —No soy tu única vecina— él vuelve a reír.
—Scar está en un trabajo en Rusia— se encoge de hombros. —Además le gusta mi música.
Frunzo el ceño. Sus respuestas inteligentes me están haciendo ver débil. Debería odiarlo por ser un tipo altanero y desagradable, sin embargo lo estoy odiando por tratarme tan amablemente, que me hace sentir la mala de la historia. No quiero llevarme bien con él, no quiero formar algún lazo aquí. No quiero sentirme a gusto. Él podría volverlo difícil. Cualquier sentimiento bueno es un punto débil que las personas conocen de ti, y es con ese mismo punto que luego logran destruirte.
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Editado: 02.12.2020