Mayo 11, 2017
19:38 Pm
| Kylan |
Dentro de esa negra y ajustada vestimenta de cuero luce más alta, aunque sé que solo son sus botas rudas. Esta igual de delgada, pero su cuerpo de alguna forma parece más resistente, quizá ahora ha ganado musculatura. Mantiene la mirada seria. Si solo te enfocas en ese fuego en el interior de sus ojos, sigue siendo aquella desagradable chica rota que intenta con todas sus fuerzas mantener en pie sus apariencias... Me hace trizas con sus palabras pero me enciende el calor de su alma. No importa cuán duro intente ocultarlo, se hace más fácil verlo entre más te parezcas a ella.
Me dirijo a mi auto y quito la alarma, pongo el primer pie dentro pero me veo obligado a quitarlo al instante.
De verdad, ¿Es necesario que me haga la vida siempre tan complicada?
—¿Es en serio?— detiene el intento de subirse a la motocicleta, pero no se aleja de ella. —Hace menos de cinco minutos te dije que me cabrea verte sobre esa cosa. ¿De verdad piensas que voy a dejarte ir en ella?
—No se supone que deba esperar tu consentimiento.
Me enamoré de ella, de su actitud y de su personalidad. Así de difícil, así de complicada. No creo que hubiera caído tan hondo por ninguna otra persona si no tuviera todo lo que tiene ella. Pero de verdad a veces me gustaría que me ayudara un poco.
El gruñido que suelto sale de lo más hondo de mi alma.—Aceptaste escucharme a mi manera. Con mis condiciones.
—No sabía que también incluía ordenes de lo que tengo que hacer— se queja, aunque la expresión en su cara refleja completa inestabilidad emocional.
—Lo hacía— presiono. —Él viento esta que pela aquí fuera. Ven conmigo. Por favor.
Traga saliva, y me mantiene la mirada prologando el silencio y la tensión en el ambiente. Veo sus ojos brillar con una emisión que no se reconocer.
—Solo porque has pedido por favor.
Sonrió. Si alguien me hubiera dicho que conseguiría que aceptara cosas con solo decirle por favor, habría aplicado esa táctica mucho antes. Toma las llaves de la motocicleta y se acerca a mí con el casco aun en la mano.
Poco a poco comienza a subir el color en su rostro que el frío le había quitado. La vuelvo a ver en el pasado, sentada a mi lado, seria, completa, segura y estable. No debería, a mucha velocidad no debería, pero es inevitable por unos segundos, girarme a mirarla. Concentrada en el paisaje a través de la ventana, en silencio. Entre sus manos pálidas y los nudillos llenos de cicatrices y heridas está sujetando su casco como si en cualquier momento fuera a salir corriendo. Casi inexistente y completamente ajena a mí. Me quedo pensando ellas, y creo que solo entonces comprendo por qué le molestaba tanto verme pelear. Duele ver a quien amas herido.
—¿Que te estás haciendo?— no me giro a mirarla porque sé que tampoco lo está haciendo. No sé si está demasiado herida para hacerlo o es que tiene miedo de derrumbarse si llega a encontrarse con algo que no espera. Aprieto el volante bajo mis manos, conduciendo con ambas, como pocas veces lo hago, solamente por el nerviosismo. Y porque no sé por cuánto tiempo más seré capaz de soportar su indiferencia.
—¿A qué te refieres?
—Tu apariencia. Te ves descuidado, has cambiado. Pareces más frágil. ¿Dónde está tu cazadora y esa maldita gorra que siempre debía estar subiendo?
No puedo evitar esbozar una sonrisa de medio lado y comenzar a pensar en aquella ropa arrojada sobre mi cama. Es increíble que detalles tan pequeños como esos le molesten tanto; puede ser insignificante, pero eso me da a saber de qué se fijaba incluso en los detalles menos importantes de mí. Mi cazadora y mi gorra formaron parte de nosotros cuando nos estábamos conociendo, y tengo demasiados recuerdos de ella atados ahí. No sé si sentirá lo mismo con el collar que ya no lleva colgando, pero después de que salí de la cárcel, fui incapaz de volver a colocármelos.
—Me recuerdan mucho a ti— contesto por fin. Le echo una mirada rápida. —No podía llevarlas cada día y pensar en que no tenía idea donde estabas y si estabas bien. No podía comer sin saber si tú lo estabas haciendo. Sin ti mis pesadillas volvieron, pero solo era capaz de preocuparme por las tuyas.
—¿Que sucede contigo?— esta vez sí se voltea a mirarme, pero entonces sus emociones chocan con las mías. Me golpean tan fuertes que me veo obligado a apartar mis ojos de ella. —Él chico del que me enamore era fuerte, serio, impenetrable.
—He perdido lo que más amaba— respondo instantáneamente.
—Tú no eres ese tipo de persona que se deja romper por otras.
—Tú me hiciste eso.
Arruga el ceño. —¿Me estas culpando?
—Te estoy agradeciendo— contradigo negando levemente. —Pensé que no había nada más que pudiera dañarme, hasta que me dejaste. No tenía idea de lo perdido que estaba antes de que me encontraras.
—Ambos estábamos tan perdidos, que es imposible saber quién encontró a quien.
Suspiro. —Al principio creí que éramos distintos, y que por eso sería imposible llevarnos bien. Ahora me doy cuenta de que en realidad te pareces mucho a mí. Por eso no pude evitar caer por ti.
—¿Por los pasados de mierda?
—Por la manera en la que decidimos salir adelante. Nos transformamos. Alzamos murallas impenetrables, alejamos a todo el mundo, porque somos conscientes de la nocividad de nuestro cambio, y no queríamos contagiarlo a nadie más. Pero también porque no queríamos que nadie más volviera a dañarnos.
—Supongo que al final ninguna de esas murallas era tan fuerte, no éramos invencibles. Si había personas capaces de seguir dañándonos.
—Solo porque las dejamos ingresar dentro de nuestras paredes.
—Estoy segura de que no fue consentido. Si yo hubiera sabido que me debilitarías tanto. Si tu hubieras sabido que iba a destruirte...
—Lo volvería a hacer. Te volvería a elegir.
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Editado: 02.12.2020