Julio 9, 2017
21:40 pm
| Tyee |
«Seis semanas. El bebé aun es un feto. Puede que tengas síntomas como que no, depende de cada persona. Tu cuerpo aun no comienza a cambiar...»
Menuda mierda.
Guardo en el bolsillo el nuevo móvil que me ha dejado Heckler. Estoy comenzando a estresarme nuevamente. No pegue un ojo en toda la noche, o más bien, no he dormido para nada bien en las últimas dos noches, desde lo que paso con la familia de Dallas. Pensando en ellos, en lo que debió suceder, en cómo se deben estar sintiendo, en la mierda que estamos viviendo, la carga que llevo dentro, lo que voy a hacer con él y cómo lo voy a hacer.
Me afirmo en uno de los autos para sostenerme cuando me mareo, nuevamente. No sé si se debe a que ahora soy consciente de que estoy embarazada o es que los efectos en mi cuerpo son realmente tardíos, pero ahora si comienzo a sentir aquellas cosas que andan mal en tu cuerpo durante el embarazo.
Creo que hubo algún tiempo, cuando aún estaba en el Burlestt, en que soñaba con el día en que saliera de allí para poder llevar una vida normal, estudiar la carrera de mis sueños, casarme con alguien, tener hijos... y lo que sea que aspira la gente normal. Luego entonces, esa vida que soñaba para mi futuro, se dividió en trozos, se desordeno y se mezcló con mi presente. Quede embarazada, a los catorce no a los treinta como yo quería. Me quisieron obligar a tenerlo, no sé por qué, pero no lo permití, porque no había nada en ese bebé que pudiera amar. Intente abortarlo, sin importar si se me iba la vida en el intento, porque de cualquier forma ya no tenía vida. Intentaron salvarme, y en proceso me destrozaron por dentro. Se encargaron de vaciarme, de arrancarme el alma poco a poco. Me quitaron todo. Así fue como lo sentí. Me quitaron mi niñez, mi virginidad, mi adolescencia, mi libertad, mi derecho a estudiar, a elegir, a tener una familia, una vida en paz, incluso hasta el poder ser madre. Yo fui quien decidió abortarlo de mala manera, pero jamás tendría que haber decidido, en primer lugar. Eso nunca debió pasarle a una niña de catorce años.
Era lo que yo quería al principio, así que incluso si había eliminado todas mis posibilidades de algún futuro, era mejor que volver a vivirlo. Pero Basko no iba a perdonármelo tan fácil.
«Eres una asesina» me decía, cada vez que tenía oportunidad, todos los días, repetidamente. Mientras me torturaba, mientras me violaba. Sin descanso. Jugo con mi mente, conmigo, con diversos métodos hasta que termine creyéndolo. Yo si lo había asesinado.
«Eres débil y estas vacía, rota». «Y te vas a quedar sola, porque nadie quiere algo que no sirve. No hay más futuro para ti, tu misma te encargaste de arrebatártelo». Decía. Y lo repetía siempre, sin olvidarse de nada para asegurarse de que yo tampoco lo hiciera.
Cuando se colaba en mi habitación mientras ni siquiera me recuperaba ni de las heridas físicas ni emocionales.
«Eres una asesina»
Y no es que ahora lo crea. No creo que nada de lo que hice en aquel instante este realmente mal, porque ni yo ni ese feto teníamos futuro. Porque eso es lo que era, un feto. No sentía, no sabía. Apenas y existía. Yo lo sabía.
Pero no por eso las pesadillas desaparecen.
No porque uno sepa que un miedo no va a dañarte, dejas de temerle.
La mente no funciona así.
Transformó todo lo que se suponía que tenía que ser hermoso, en miedos. En voces que se repetían en mis pesadillas. En malos pasajes que me inundaban en los malos viajes con el LSD. Eran más recurrentes cuando se acercaba la fecha. Cada noviembre era como una constante tortura. Todos los días me recordaban que estaba aún día más cerca del día catorce, cuando decidí atacar contra nuestras vidas. Y cada día después de la fecha, era un recordatorio de que había sobrevivido a costa de su muerte. Y la palabra se repetía.
«Asesina».
Me traumó.
Consiguió que odiara todos los aspectos. Jamás he podido tocar un vientre desde entonces.
Ahora es como un recordatorio constante de ese mal pasado. Y en este momento creo que lo que más me asusta del embarazo, no es la situación que estamos viviendo. No es la mafia, ni los peligros. Porque sé que si estuviera segura de ello, nadie podría derrotarme. Así tenga encima un gran vientre, un bebe o un niño. Nadie los tocaría, incluso si tuviera que vivir con ellos dentro de BlackHand. Mi miedo es que las pesadillas del pasado se vuelvan mucho peores. Tengo miedo de jamás sea capaz de amarlo. Porque en estos instantes no siento nada por él.
Yo soy la única que eventualmente, realmente podría hacerle daño.
Basko estaba enfermo. Solo sabia dañar, causar dolor. Eso era lo que quería hacerme. Jugo con cada parte de mi mente. Me hizo avergonzarme de mi cuerpo, de mis cicatrices, de mi pasado e incluso de lo que pudiera ser mi futuro. No me di por vencida, porque lo único que no pudieron quitarme, fueron las ganas de vencerlos. El escapar ya no se trataba del futuro, se trataba simplemente de joderles la vida, de no darles en el gusto.
Nunca más, a nadie.
Le doy la última calada a mi cigarrillo, lo tiro y no siento ni un poco de culpa. He estado fumando durante años, y este último tiempo, con todo el estrés, el peligro y los problemas que vengo acarreando, me he transformado en una chimenea caminante. Si eso no mató a la pequeña cosa dentro de mí, un cigarro no hará la diferencia. Quizá incluso hasta se haga inmune.
—Ahórrate el sermón— le advierto, cuando sé que está a punto de abrir la boca. Lo escucho gruñir.
—Sabes lo que pienso sobre eso.
—Y tú también.
Blake comienza a acercarse lentamente, caminando entre las sombras que forman los autos del estacionamiento, sin dejar de mirarme a los ojos. —Escucha Tyee. Te deje en paz a cambio de que no atentaras contra él. No estás cumpliendo tu palabra.
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Editado: 02.12.2020