Pétalos de azucena

Como aquel invierno

Género: LGBTQ/Romance.

Pocas cosas le sabían tan dulces como aquel invierno que pasaron juntos. Daniel se había quedado en la ciudad ya que el vuelo que lo llevaría de regreso a la capital se pospuso por las tormentas aplastantes y furiosas. Sin embargo, Nicolás se sintió afortunado de que al menos lo tendría un día más, antes de perderlo para siempre.

El destino, se dijo, con una sonrisa esperanzada en los labios azules.

Se echaron en la cama, abrazados el uno al otro, compartiendo la calidez que generaban sus cuerpos, sus aromas y, por qué no, los alientos. Nicolás lo sostenía con delicadeza, creyendo que si lo apretaba se desvanecería entre sus dedos delgados. Besó su cabeza, queriendo retener en su memoria lo más que pudiera de aquel momento tan íntimo, tan mágico.

—Me gustaría que fuera de otra manera —susurró, con la voz quebrada. Daniel sintió sus ojos humedecerse, asintiendo en acuerdo.

—Podría cancelar todo, quedarme contigo —ofreció, con la ilusión de que la negativa de Nicolás cedería—, podríamos ser felices...

Sin embargo, sintió el anhelo desaparecer entre las sombras del cuarto cuando vio a Nicolás negando suavemente—. Tu familia espera que te cases con Carla. Y por más encantado que estuviera de tenerte todos los días despertando a mi lado, no podría hacerte ese daño.

—Pero yo te...

—¡Lo sé! Sé que me amas, tanto como yo te amo a ti —lo interrumpió, álgido. Sintió su garganta arder, al tiempo que de sus manos brotaban las lágrimas que le negaba a sus ojos—. Pero no podría vivir con el hecho de que te separé de tu familia y sé que, a la larga, tú tampoco.

La habitación quedó en un silencio sepulcral luego de sentenciadas aquellas tristes palabras, para minutos después ser embargada por los inconsolables sollozos de Daniel. Nicolás se enfrentó a la tentación de acompañarlo, pero decidió mostrarse impasible. Ya tendría tiempo de llorar después.

Acarició y besó los labios de su amado con la más frágil de las ternuras, secó sus lágrimas con sutileza, saboreando con el tacto la tersura de su piel, con la vista la cremosidad de su tez y con el olfato la dulzura de su fragancia.

—Seamos felices una última vez —le propuso tiernamente. Miró sus ojos café oscuro, observándolos con una melancolía y amor abrasadores.

Y entonces dictaminó que nunca volvería a perderse en otra mirada como lo hacía en aquella.

 



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En el texto hay: relatos, relatoscortos

Editado: 01.07.2020

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