PlatÓnico: Doble Vida

CAPÍTULO 6

Los siguientes tres años fueron parecidos al primero. Podría parecer que Alexa se adaptó pero más bien se resignó a vivir sola con su hijo entre tanta gente.

Algunos fines de semana iban en grupo familiar a ríos o balnearios. Lucas se sentaba por horas leyendo, usando su laptop o su teléfono ajeno a quienes lo rodeaban. Alexa nadaba y jugaba con su hijo. Juan, el esposo de Guida, corría detrás de una traviesa Mía ocasionando risas en su suegra, esposa y la tía Mary.

Emir visitaba la casa en algunas ocasiones y los acompañaba. Lucas Jr. amaba jugar con su tío; éste lo lanzaba al aire, luchaban en la arena, jugaban fútbol y se perseguían mutuamente.

Quienes veían a Alexa y Emir pensaban que eran una pareja joven con su pequeño hijo.

Lucas estaba y no estaba; aunque escuchaba las conversaciones más tarde preguntaba cosas que ya se habían dicho.

Sin darse cuenta, Alexa había ido acumulando resentimiento hacia su esposo; ya no lo buscaba, no le hacía llamadas que sabía jamás serían contestadas, evitaba incluso hablarle porque no soportaba sus desprecios. Le mostraba la misma indiferencia que él a ella; a veces se descubría observándolo con coraje, él se daba cuenta y apartaba la mirada.

A solas soñaba con irse lejos para nunca volver a ver a ese hombre y a su familia, sin embargo no lo hacía. ¿Por qué? Tal vez se engañaba con una tonta esperanza de que algún día cambiara con ella. En otras ocasiones se decía que Lucas Jr. debía crecer cerca de su padre, aunque de cercanía no había mucho en realidad. No podía evitar sentirse ansiosa cuando pensaba en iniciar una vida sola con su hijo. Esperaba graduarse en un año a más tardar y poder aumentar sus ingresos. Desde hacía tiempo elaboraba postres que vendía a una cafetería y el dinero que ganaba lo empleaba en sus gastos ya que su madre no pudo seguir apoyándola con todo.

Lucas acostumbraba derrochar dinero en su hijo. El niño tenía ropa, zapatos, juguetes, aparatos electrónicos, paseos y un sinfín de cosas que ni siquiera necesitaba. A veces un simple objeto costaba lo que su mamá ganaba en un mes. Alexa recibía en la mano el dinero justo para llevarlo a lugares a divertirse y solían pasar horas en esos sitios solos, siempre solos.

–Con frecuencia necesito apoyo económico, mis ingresos apenas alcanzan para cubrir mis gastos –Alexa había perdido la cuenta del número de veces que lo había expresado a Lucas en el pasado sin que algo hubiera cambiado.

–No puedo darte dinero, estoy ahorrando para adquirir una vivienda propia. Sabes bien que en Orizaba la casa era rentada y ésta pertenece a mis padres –respondía él.

 

 

–Cuando los hijos son adoptados es mejor decirles la verdad desde el principio –expresó maliciosa la tía Mary a Elisa al darse cuenta que Alexa buscaba algo en el refrigerador.

Alexa ni siquiera escuchó a la señora pues se había hecho especialista en cerrar sus oídos a lo que dijera.

–No debes tratar así a la chica –repuso Elisa cuando se quedaron solas–. Lo que escuchaste cállalo pues no te corresponde hablar de ello.

–Es una mosquita muerta, no la soporto, llegará el día en que me des la razón –la tía Mary hizo una mueca.

 

Alexa vio que Lucas entraba en la casa, se dirigió a él pero éste la evitó y se fue a la recámara. La furia la invadió, era terrible que ni siquiera pudiera hablarle de algo porque siempre le daba la espalda.

–Necesito que te quedes con el niño mañana por la tarde ya que tengo un evento escolar.

–Sabes bien que no puedo –respondió él.

–Nunca puedes, eres mal padre, mal esposo y poco hombre –atacó Alexa alterada–. Hace mucho dejó de importarme lo que hagas por mi salud mental pero por lo menos podrías dedicarle un momento a tu hijo, las cosas materiales no suplen tu ausencia.

Lucas ya le daba la espalda para retirarse pero ella se le puso enfrente y le obstruyó la salida temblando de coraje e impotencia.

– ¿Para eso quieres que esté en la casa? Vives enojada e histérica.

Alexa le dio un fuerte golpe en la cara y Lucas le dobló las muñecas hasta que gritó de dolor.

– ¡No voy a permitir que golpees a mi sobrino! –La tía Mary entró vociferando a la recámara.

– ¡No se meta señora! Ustedes solapan a Lucas, ni siquiera tienen amor por mi hijo –gritó Alexa.

– ¡Mosca muerta! No se puede esperar menos de una chica adoptada como tú –lanzó la señora.

Lucas se fue rápidamente.

– ¡Dígame de qué habla! –exigió Alexa.  

–Hace años escuché a tu madre decir que tu hermano y tú no son hijos de Luis, ni siquiera sabes quién es tu padre –Mary se regocijó al ver que Alexa se había quedado sin palabras.

 

Los siguientes días, Alexa estuvo llorando a ratos pues entendió el porqué de la indiferencia de Luis. No sabía lo que haría, ni siquiera si lo platicaría con su madre y hermano.

Lucas veía sus lágrimas con desprecio y molestia sin dirigirle la palabra. Una semana después, la chica empacó sus cosas y las de su hijo. No sabía a dónde iría pero no viviría más ahí y tampoco regresaría a la casa de su madre y Luis.




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