PlatÓnico: Encrucijada

CAPÍTULO 3

–El señor Alejandro está fuera de peligro pero debe seguir aquí un tiempo –dijo el médico a Isabel e hijos–. La bala dañó algunas vértebras lumbares y hay lesión en la médula espinal. Lamento decirles que nuestros temores se hicieron realidad, quedó en estado cuadripléjico.

 

Aquella tarde, Alejandro sabía que encontraría a Isabel con su amante; un empleado de confianza le había informado del amorío así que decidió matar al chico y luego deshacerse de él. Su carrera política se vería afectada si se daba a conocer que su esposa lo engañaba.

Tiempo atrás, Isabel había encontrado el paquete. Cuando revisó su contenido, encontró documentos y videos comprometedores de Alejandro y gente importante en el medio que se manejaba que los vinculaban con un grupo delictivo. Entregó la evidencia a Omer con la finalidad de tener un arma contra su esposo y protegerse de cualquier represalia. Sabía que el chico se escondería y cuidaría lo que le había dado; con él esas pruebas estaban seguras y tarde o temprano se comunicaría con ella.

 

 

Nora, intranquila, veía pasar las horas lentamente en la casa de playa junto a su padre pues no salían más que para comprar alimentos.

–Iré a Mérida a ver unos asuntos  –le informó al poco tiempo Juan Pablo.

No estaba acostumbrada a cuestionarlo así que él se fue en un autobús que salía del centro del pueblo.

Al llegar a Mérida, Juan Pablo intentó rentar una caja de seguridad en un banco pero era indispensable que abriera una cuenta así que desistió de inmediato. Optó por comprar una pequeña caja metálica y luego de curiosear un rato por la ciudad regresó a la casa. Guardó la mayoría del dinero en el cofre y lo enterró abajo de un árbol de limón que estaba en el patio trasero.

Mientras cenaba con Nora, le extendió unos libros que había comprado. Ésta los revisó sin emoción.

–Gracias papá.

– ¿Por qué estás tan callada y sin apetito? –cuestionó el hombre.

–No entiendo cómo mi vida cambió tanto. Todas las noches tengo pesadillas donde veo a la familia de Omer muerta, lo veo a él agonizar y despierto cada vez más asustada. También me duele haber dejado las prácticas de enfermería estando a un paso de graduarme. Extraño a mis amigas, la casa, el pueblo.

–Sólo el tiempo te hará superar el trauma de los últimos eventos –respondió él–. Debes entretenerte, puedes leer, tomar cursos por Internet y aprender todo tipo de cocina, repostería, yoga, en fin, lo que quieras. Hija, en este lugar tan alejado y tranquilo nadie nos encontrará. Además te recuerdo que por tu comportamiento rebelde al involucrarte con Omer estamos en ésta situación en vez de llevar nuestra vida normal en Santiago.

Nora salió de la casa y caminó por la playa durante una hora, la sensación le agradó y decidió que sería su medio de desahogo.

 

Dos veces al día, antes del amanecer y al atardecer, Nora realizaba largas caminatas en la orilla de la playa; iba descalza, metía sus pies al agua, brincaba, respiraba profundo y percibía los olores, eso la hacía feliz y olvidaba las circunstancias que la tenían ahí. Las pocas veces que había salido de su municipio visitaba Monterrey y otras ciudades cercanas así que nunca había visto la playa más que en fotos y estaba realmente fascinada. Observaba a los pescadores que salían a buscar el sustento desde el amanecer y su mente volaba. Era una chica soñadora, constantemente se imaginaba lo felices que serían Omer y ella cuando estuvieran juntos, podrían vivir ahí mismo, seguramente con el tiempo podría emplearse en alguna clínica como enfermera y él poner un taller de soldadura o buscar empleo en Mérida, la falta del título universitario no les impediría salir adelante.

 

 

Después de seis meses en el pueblo, Nora se encontraba desesperada, Omer no había tenido contacto con ella aunque el dinero llegaba puntual de forma mensual. Su padre había relajado las medidas de confinamiento pues le permitía ir al mercado y dar sus largos paseos en la playa; él mismo salía todas las tardes en una moto que había adquirido en Mérida. Suponía que pasaba las horas en un bar porque regresaba entrada la noche silbando y cantando con algunas copas encima.

Para una chica joven lo normal sería relacionarse con gente de su edad, trabajar, salir a divertirse de vez en cuando pero ella estaba atrapada en la casa y el pueblo así que se asfixiaba. Estaba resintiendo la soledad pues convivía únicamente su padre. Si por lo menos Omer estuviera con ella se sentiría mejor.

Su madre, preocupada, la había contactado por correo electrónico al constatar que estaban fuera de servicio tanto el teléfono de casa como su celular, sin embargo Juan Pablo le había advertido que no dijera dónde se encontraban. Optó por redactar un escueto correo informando a Victoria que estaban bien sin dar más detalles. Tenían años sin verse pero con cierta periodicidad la señora le hacía llamadas pidiéndole que se reunieran e invitándola a vivir con ella. 

Algunas tardes mientras su padre estaba fuera, se aventuraba a la parte turística del pueblo. Le gustaba ver a la gente que iba a disfrutar de la playa, parejas, familias, a veces extranjeros. Se quedaba sentada en la orilla por horas y luego regresaba a su casa sintiéndose mejor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.