PlatÓnico: Encrucijada

CAPÍTULO 17

Durante la cena, Efe entregó a Nora un anillo sin apartar sus ojos de los de ella.

– ¿Quieres casarte conmigo? Deseo que formemos un hogar y luchemos por una vida distinta a la que hemos tenido hasta ahora. Prometo amarte y respetarte. Admito que no empezamos con el pie derecho y te pido perdón por ello. Te amo, estoy loco por ti y por nuestro hermoso Sükri. ¿Me aceptas?

Nora observó el hermoso anillo.

–Por supuesto, te amo también. –Tocó su rostro, acercó su cara y lo besó con tanto amor que él se conmovió.

 

En los siguientes días todo pasó rápido. Se casaron una mañana en el registro civil acompañados de Victoria y Sükri. Habían decidido no hacer partícipe a alguien más.

Nora escogió un vestido blanco sencillo pero elegante. Su hermosa cabellera estaba recogida en la parte alta de la cabeza y tenía como único adorno un pequeño pasador de piedras en forma de flor, su maquillaje era discreto y combinaba con el brillo que le daba el amor. Efe estaba soberbio en su traje negro, tenía buen porte por naturaleza y su atractivo era indiscutible.

Victoria cargaba feliz a su nieto y soltó algunas lágrimas al ver a su hija casarse.

Acudieron a comer a un bonito restaurante y más tarde los recién casados pasaron la noche solos en un lindo hotel de la ciudad.

 

El tiempo transcurrió. Nora y Efe se acomodaron rápido a la vida de casados. Se mudaron a una casa grande que escogieron y decoraron juntos. Poco a poco vieron aumentar la cantidad de pacientes en el consultorio. Sükri crecía rodeado del amor de sus padres y abuela. ¿Qué más podían pedir? Ambos coincidían en que la ausencia de los padres de él y del papá de ella provocaba un doloroso vacío, sin embargo lo preferían así.

No eran una pareja sin problemas, más bien habían tenido tantos obstáculos para poder estar juntos que valoraban y cultivaban día a día su amor y su tranquila vida familiar.

 

 

Omer se tragaba la frustración de no poder recuperar a Nora. Lo único que había logrado eran encuentros ocasionales donde le demostraba que estaba y estaría incondicionalmente pero ella no daba pie a algo más. Contó cada día que pasó lejos y dio por hecho que ella lo esperaría pues la creyó segura. Nunca había matado o hecho daño a alguien, se dedicó a esconderse bien e incrementar el dinero que le dio Isabel. El que el hijo del hombre que le destruyó la vida se la hubiera arrebatado era un motivo más para vengarse. Esos malditos la involucraron para seguir torturándolo. Estaba seguro que Efe se había casado con ella para retarlo.

El odio lo intoxicaba como un veneno pero cuando sentía que caía visualizaba su venganza y recobraba la fuerza.

Estaba decidido a destruir a esa familia de la que Efe se había olvidado, ya llevaba un buen tramo recorrido, no faltaba mucho.

 

 

Desde que perdió a su hijo menor y Efe se marchó, Isabel bebía para sobrellevar su dolor y soledad. Se había alejado de los pocos familiares y amigos que le quedaban y Omer aprovechó esas debilidades para manipularla. La mantenía en una burbuja en la que fingía amarla. Logró que se deshiciera poco a poco de las propiedades, inversiones, autos, objetos de valor y abriera una cuenta conjunta con la promesa de que la usarían para marcharse lejos. Le ofrecía alcohol a todas horas y tenían sexo frente a su esposo. Juntos sometían a Alejandro a ayunos interminables y olvidaban darle sus medicamentos. Despidieron al personal y del esplendor de esa majestuosa mansión no quedaba ni el recuerdo, la hierba crecía en los jardines y la basura se acumulada dentro la casa.

Omer juró que Efe sufriría el dolor de ver a sus padres convertidos en despojos humanos, el que se hubiera alejado de ellos lo beneficiaba, cuando se decidiera a volver no los reconocería y sería tarde para ayudarlos.

 

Isabel era un fantasma deambulando por la casa, bebía hasta quedar dormida en los interminables días que Omer estaba fuera, olvidaba su aseo personal y vestía lo que encontraba. No soportaba estar sobria porque pensaba en su hijo muerto, el rechazo de Efe, la enfermedad de su esposo y en cómo la vida cambió tanto para su pequeña familia. Añoraba tanto al bebé que tuvo un corto tiempo en sus brazos, su amado nieto. Algunas veces sentía latigazos de conciencia y se decía que saldría de ese hoyo en el que estaba y recuperaría a su familia pero pronto Omer ya estaba a su lado ejerciendo su poder y la hacía hundirse más.

Alejandro estaba débil, la falta de cuidados mermaba su de por si precaria salud. Era consciente de lo que sucedía a su alrededor. Sufría cada minuto por su cuerpo inmóvil, por su soledad y por las humillaciones de Isabel y Omer. Clamaba al ser supremo que su suplicio terminara y su agonía no se prolongara mucho tiempo más. Deseaba morir y descansar pero ese maldito no se lo permitiría, hacía que un doctor lo revisara con cierta frecuencia y  lo mantuviera vivo para disfrutar con su sufrimiento.

 

 

Por su parte, Juan Pablo continuaba en aquel pueblo del sur, bebiendo a diario y cada vez más amargado. A veces en su delirio veía a Victoria y a Nora y les reclamaba su abandono. Estaba muy solo pero lo prefería a tener gente traicionera a su lado. Hasta que la muerte se apiadó de él y se lo llevó mientras dormía plácidamente en su cama.




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