Dando un fuerte respiro, se abrochó adecuadamente su saco y cerró la puerta con llave detrás de ella.
Misuk era de esas pocas personas cuyo cabello crecía no tan lento. Recordaba tenerlo a la altura de debajo del mentón; ahora podía amarralo flojamente, pues le llegaba a la mitad del cuello.
Había muchas cosas que la hacían sentir diferente. Desde pequeña, las personas miraban con curiosidad sus ojos, pues no era común allí el tenerlos de un color tan claro. Sentía que destacaba aún más gracias a su cabello, azabache como el de su padre. Eran tan largos y finos, su frente era del tamaño perfecto y su piel de un color cremoso. Siendo tan pequeña llamaba la atención de todos debido a su curiosa apariencia.
Pero ella lo odiaba.
Misuk no quería ser así. No quería ser la muñeca perfecta que su padre deseaba formar. El día que decidió irse de casa, cortó su cabello y lo tiñó de un color tan claro, que no destacaría entre los demás cabellos coloridos; sin embargo, tampoco sería invisible. De alguna manera, quería transmitir alegría.
Descubrió que era buena dando consejos desde que cumplió 12 años, las sonrisas de las personas al agradecerle la motivaron a seguir haciendo ello incluso en su nueva escuela. Encerró su tranquilidad y tormentos en una apariencia animada.
Ahora era conocida por todos por sus consejos y sus reacciones divertidas. Pese a ello, no destacaba en notas; en el caso de los deportes era lo contrario. No tenía la atención de los demás si no era por esas mismas razones. No era popular, pero tampoco invisible. Y así estaba bien.
Esa era la Misuk que siempre había querido ser.
Pero esa parte de ella, lo quisiera o no, siempre seguiría allí. Sabía que últimamente su rutina había dado un giro inesperado. El haber iniciado su trato con Taehyung, atrajo la mirada de sus compañeros de diferente manera. Ahora podía sentir los ojos de envidia con cada paso que daba; se volvió extraño que alguien fuese a pedirle consejos.
De nuevo era la Misuk cohibida que no hablaría con nadie de no ser por Yuqi.
Sabía que si se dejaba romper el corazón, podría volver a ser la Misuk de siempre: la chica animada para nada inteligente pero buena en deportes, que inesperadamente era la mejor dando consejos.
Lo único que debía hacer, era dar media vuelta.
Y aún sabiendo eso; aún siendo consciente que aceptaría aquel cambio, tocó el timbre de la casa contraria con decisión. No estaba segura de qué iba a decir; ni siquiera sabía si tendría alguna posibilidad de remediar las cosas.
Pero quería intentarlo.
La puerta fue abierta por Wonyoung. Esta tenía su cabello amarrado en una cola alta y tenía sus gafas colocadas; Misuk sabía que los Kim solo las usaban cuando estudiaban. Al conectar sus miradas, la menor abrió sus orbes sorprendida de verla allí.
—Misuk, creí que ya no vendrías —confesó apartándose para darle paso dentro—. Como hace tres días que Taehyung vino y... —calló de repente, percatándose que estaba hablando de más—. Nada, ven, pasa.
Algo tímida, ingresó y miró a su alrededor. La casa estaba como siempre; sin embargo, se sentía más fría que de costumbre.
Siguió caminando hasta dar media vuelta dando con el comedor. En aquella gran mesa, sus ojos se posaron sobre los del chico que la miraba a través de sus lentes, con sorpresa pero seriedad en sus pupilas.
—Misuk —saludó Jiheon poniéndose en pie. Había estado sentada junto al chico. Al parecer, el mayor había estado ayudándolas a ambas chicas a estudiar— no te veía desde hace días.
Wonyoung se colocó junto a su amiga y murmuró algo en su oído. La chica asintió y ambas los miraron.
—Iremos al parque por unas... ¿dos horas? Sí, dos horas —Wonyoung comenzó a dirigirse a la salida siendo seguida por su amiga—. Nos vemos...
Cerraron la puerta. Cuando Misuk iba a hablar, esta se volvió a abrir y la menor de los Kim se asomó con expresión seria.
—Bien, es obvia la razón por la que nos estamos yendo —rodó los ojos y suspiró—. Por favor, arréglense, ¿sí? No quiero ser pesada, pero siendo sincera, ustedes combinan tan bien juntos... además, Jiheon y yo te adoramos. Espero que pase lo que pase, puedas seguir viniendo a ver maratones de series y películas de vez en cuando —les dio una pequeña sonrisa—. Ahora sí, los dejamos.
Notó todo el ambiente tenso una vez se encontraron realmente solos. Acomodó algunos cabellos sueltos por detrás de su oreja y tratando de mantener la calma, sin poder mirar directamente al rostro ajeno, comenzó a hablar.
—Taehyung, yo...
—Quiero contarte algo —interrumpió suavemente, dándole una pequeña sonrisa—. ¿Te gustaría tomar asiento? No es algo precisamente corto...
—Oh, claro.
Algo nerviosa, siguió a Taehyung tomando asiento en el largo sofá. Había un gran espacio entre ellos; comenzó a arrancar la piel de su labio inferior. Taehyung se quitó los lentes y los dejó en la pequeña mesa del centro, para seguidamente, con la mirada perdida, comenzar a hablar.
—No siempre fuimos solo Wonyoung y yo, hubo tiempo en el que éramos cuatro. Teníamos la familia perfecta; nuestros padres eran buenos, atentos y muy amorosos. A Wonyoung y a mí no nos faltó nada.
>>Hasta que ese día llegó. Fue algo similar a lo sucedido con Jimin y tú, pero la diferencia recaía en que mi mamá correspondió el beso con ese otro hombre. No había sido planeado, ella no había engañado a mi padre nunca y ese señor tampoco se lo esperaba. Ambos eran muy amigos, incluso mucho antes de que mis padres saliesen y se casasen; eran amigos de la infancia. Mi padre siempre respetó aquello, y nunca interfirió en las salidas que ambos tenían cada jueves en la tarde desde siempre.
>>Yo tendría 8 años y Wonyoung 6; no nos habríamos enterado nada de no ser porque un viernes en la mañana, encontramos a nuestro padre llorando con una carta en mano. La tomé con cuidado mientras mi hermana abrazaba a nuestro progenitor y la leí en mi mente.