No es tuya para amar
No hay nada más que hablar
Es temporal…
~Ella estrella. La Gusana Ciega~
La ve caminar y alejarse por el atestado pasillo de la facultad, tan altiva, tan fuera de este mundo, siempre mejor que los demás. Quiere alcanzarla y tomarla de la mano; caminar a su lado para dejarle claro al mundo (y a él mismo) su amor pero… él no era esa clase de hombre.
Le gustaría dejar de actuar como si estuviera cometiendo un crimen cada vez que la observa. Necesita dejar de mentirle a todos, de mentirse él, de mentir por ella; ya no desea ser víctima de su amor. ¿Pero cómo? ¿Cómo no enamorarse de su sonrisa, de su cabello, de esas piernas largas y suaves que solo se ha atrevido a rozar por arriba de la falda?
Maldita fuera la hora en la que sus padres habían decidido que un matrimonio arreglado sería lo mejor para su hijo, ¿Dónde quedaba su opinión? ¿Y si no quería un matrimonio? ¿Y si estaba enamorado de alguien más?
El problema no era la chica, Isabel ella era un encanto, el problema…
El problema era que él estaba perdidamente enamorado de Catalina Ricci, la hermana mayor de Isabel.
Y aun después de tantas horas puede recordar el hormigueo en sus manos al tocar esas piernas, al besar torpemente sus labios. El miedo a ser descubiertos aún está presente en su columna y cada vez que piensa en ello un toque eléctrico le recorre el cuerpo y un chocante rumor de tripas lo mantiene atado al piso. Llevan más de un mes viéndose a escondidas y siente que es un milagro que nadie (sobre todo Isabel) lo notara.
Aún recuerda la primera vez que se besaron en un pasillo desierto de la biblioteca; puede recrear la sonrisa de Catalina y el miedo de no ser lo suficientemente bueno dando su primer beso. Rememora las manos inexpertas y los gemidos combinados con risas nerviosas. Tiene grabada perfectamente la mirada cómplice de esos ojos negros brillantes y el silencioso pacto que no era necesario mencionar.
Revive cada uno de sus fortuitos e inexpertos encuentros; más risas que manos, más besos que miradas, más roto él que ella. Porque lo sabía perfectamente, Catalina se divertía, ella estaba jugando y él tenía todas las de perder.
Por esa razón la vería alejarse por el pasillo cada vez más vacío, esperaría un poco para seguirla, esperaría un poco para dejar todo ese juego. Retrasaría un poco más el momento final y así hacer entender a su corazón que era algo temporal.