Otra vez estaba sola en el recreo, escondiéndome en el jardín para que no me fueran a encerrar en el salón, el baño, el sótano... Bueno, en donde se les antojara dejarme.
Todavía nadie me dejaba juntarme con ellos y si alguien se me acercaba era para pegarme, decirme algo o reírse de mí. Intenté contárselo a mi appa y no me hizo caso, mi omma estaba muy ocupada con Hye-ri como para que yo le contara. La seongsaeng no se daba cuenta, ella nada más se encargaba de enseñarnos cosas y si le decía, todo iba a ser peor.
Lo bueno fue que la campana sonó rápido y pude irme al salón primero. La maestra nos puso a recortar bolitas y cuadritos para Matemáticas.
El reloj no avanzaba. Todos estábamos en equipos— bueno, a mi la maestra me puso en uno porque nadie me quiso con ellos— recortando las figuras.
Miré mi pantalonera y estaba llena de pegamento por culpa de Yang-mi, quien me lo tiró todo a propósito. Y por la mía también. Si no fuera así, la seongsaeng no me habría regañado en la mañana.
Estaba triste y quería llorar, pero no podía. Se iban a reír de mi, la maestra le iba a decir a mi mami, ella le diría a mi papi y él me regañaría por llorona. Me iba a ir mal por la pantalonera sucia.
Woo-jin me aventó todas las figuritas en la cara cuando la maestra se volteó a hablar con la directora.
— Seongsaeng, Hye-jung está jugando— le dijo.
— Hye-jung, no estés jugando. Si sigues así te voy a mandar a la dirección y le voy a decir a tu mamá— me regañó.
Woo-jin me estaba haciendo caras. Yoon-do también se empezó a reír.
— Y tú también, Yoon-do por reírte de tu compañera— lo regañó la maestra.
— Ahora lo vas a cortar todo tú—oí a Ji-cheong mientras me aventaba las hojas y las tijeras. Estas últimas me hicieron un rasguño en la mano antes de que las atrapara. No supe cómo le hice para no gritar.
Estuve todo el día recortando las figuritas de Matemáticas. Tenía que acabar ese día y eran muchas hojas las que había que cortar.
Sonó la campana para irnos a la casa y miré a mi mami. La maestra le estaba diciendo algo y mi omma se enojaba más y más. Nunca había visto a alguien tan enojado así que salí antes de que otra cosa pasara.
— ¿Qué te pasó en el uniforme?— casi me gritó mi mami.
— Metirarontodoelpegamento—dije rápido y quedito.
— ¡Ten cuidado! Esta vez lavaré tu uniforme pero a la próxima lo harás tú— me regañó.
— Está bien, omma.
Llegamos a mi casa y lo primero que hice fue quitarme el uniforme y ponerme ropa nueva. Me puse a terminar de recortar las hojas, afortunadamente me faltaban poquitas para acabar. También estaba una película en la tele y ya quería terminar de recortar para poder verla.
Hye-ri se cayó de la cama y empezó a llorar.
— ¡¿Qué pasó?!— nos preguntó mi papi, acababa de llegar de su trabajo— la niña está llorando, Seo-woo, pon atención.
— ¡Todo porque tú estabas embebida en la televisión!— me gritó mi omma.
¿Cómo pude olvidarme de mi hermanita? ¿Por qué se me ocurrió no cuidarla? Bueno; tampoco la había visto en la cama, pensé que estaba en la cuna.
No supe qué hacer, ¿levantar a Hye-ri? ¿Llevármela al doctor? ¿Curarla? Eran buenas ideas, pero no sabía cómo hacer las últimas dos. Hice lo que tenía que hacer: levantarla. Bueno; más bien tratar de levantarla.
Mi hermanita lloraba mucho e intentaba soltarse de mí, eso hacía más difícil agarrar a la niñita.
— No, Hye-ri, por favor, no— le pedí a punto de llorar.
Mi omma agarró a mi hermanita rápido y se la llevó al carro de mi halmeoni; tuve que ir corriendo para no quedarme sola en la casa. Tenía una regañiza segura.
Y estaba segura de merecerla. Yo tenía toda la culpa de que mi hermanita se cayera de la cama, si le hubiera puesto atención todo estaría bien ahora.
— Pero, ¿cómo se cayó?— les preguntó mi abuelita a mi mami y mi papi.
— Se cayó de la cama— le contestó mi mami muy asustada.
— Ten más cuidado, Seo-woo— la regañó mi abuelito.
Mi mami me miró muy enojada y me asusté mucho. Cuando llegáramos a la casa me iba a ir muy mal pero ahora tenía que cuidar a Hye-ri.
— Hye-ri, por favor no te duermas— le pedía mi omma muy asustada.
Tenía mucha hambre y no podía pedir comida. Mi mami me había dado una mandarina para comérmela en el recreo y Eun-bin me la había quitado para pisarla. Por eso me fui al jardín a esconderme.
No me gustó acordarme de eso. Tenía que pensar en cómo conseguir comida. Claro, tan fácil como preguntarles si había dinero para comer.
— Tengo hambre, halmeoni— le dije a mi abuelita.
— Si, nada más espera a que lleguemos y tu abuelito va a comprar burritos.
Bueno: sabía que comería algo. Por mi culpa mi omma no terminó de hacer la comida. Llegamos rápido a la clínica, mi mami y mi papi se bajaron; y me dijeron que me esperara en el carro. Mi abuelito se bajó y fue por los burritos que me había prometido.
El rato fue eterno. El hambre que tenía desde recreo, el uniforme manchado de pegamento y lo que pasó con Hye-ri nada más hicieron las cosas peores.
Llegó mi hal-abeoji con los burritos. Había traído muchos.
— Aquí están.
— Gracias— contesté y empecé a comer.
Los burritos sabían muy bien, mejor de lo que pensaba. Empezamos a platicar y se me había olvidado lo de mi hermanita.
— Gracias otra vez, hal-abeoji.
— No hay de qué— me contestó.
Después de ese momento llegaron los demás y se terminaron los burritos para irnos a casa otra vez.
Mi omma no me dijo nada ni en el camino ni llegando a casa. Menos mal que ésta vez me había salvado.