Por que si no preguntas, no respondo.

Capítulo 3. ¿Entonces, Tata?

Luego de que los niños vieran la película mandaron a Tania a buscarme, querían que continuara con la historia.

- ¿Y ahora que quieren saber, niños?

- ¿El abuelo era traficante de drogas y lo atraparon? – Alex rascó su barbilla fingiendo estar pensando. Y yo di una palmada en mi frente.

- No, Alex, no era traficante.

- ¿Entonces por qué no fue a verte?

- Ya les dije, hagan las preguntas correctas, y lo sabrán. -Acaricie con ternura el cabello de Carlos, pues había recostado su cabeza en mi regazo, ambos nos encontrábamos en el sillón y los demás esparcidos entre cojines y cobijas por el suelo.

- Oh, ¡Ya sé! ¿Cómo se conocieron, Tata? -Renata sonrío mostrando orgullo, esa era una pregunta que sí podría responder.

- ¡Ay no! Esa pregunta es muy aburrida y típica, mejor... ¿Cómo fue que el abuelo te reconquisto? -Alex me miró haciendo algún tipo de baile extraño con sus cejas.

- Esa tampoco la puedo responder hasta que conozcan todo, lo siento, cariño.

- Nunca toman mis ideas, aquí nadie aprecia mi talento, para que nací, sólo vine a sufrir, ya llévame Diosito... -solté una pequeña risita y Alex me miró fingiendo indignación- Que feo que seas así, ¿eh, Tata?

Solté una pequeña carcajada al igual que los demás y le tendí una galleta que llevaba envuelta en una servilleta, él, con una sonrisa renovada la tomó y se sentó enfrente murmurando cosas tipo:

- Por lo menos me alimentan bien, no me puedo quejar.

Sonriendo, negué con la cabeza pero volteé a ver a Renata que había pronunciado:

- ¿Entonces, Tata?

- Bien, les diré...

Vivíamos en un pequeño pueblo y siempre fuimos vecinos, en una pequeña colonia con habitantes tranquilos, pocos autos y pocos problemas. Era un lindo lugar aunque sus casas fueran pequeñas y algo amontonadas.

Yo no acostumbraba salir mucho, solo con Eve y alguno que otro pretendiente o amigo que mis padres conocían.

Sin embargo, nunca coincidí con él, en las fiestas, siempre me iba más temprano y nunca lo veía llegar a ellas, lo veía llegar a su casa algo borracho, pero nada de qué alarmarse.

Un día ayudaba a mi mamá a lavar la ropa, cuando uno de mis calzones se cayó al piso mientras pasaba la ropa de la lavadora a la secadora, así que me dispuse a recogerlo y posteriormente, después de extenderlo y sacudirlo un poco, a volver a colocarlo en la lavadora cuando...

- ¡COCHINA!

Ya había dicho yo que las casas eran pequeñas, pero no que el patio de lavado daba a la puerta de la calle, puerta que estaba abierta y no sabía con qué propósito. Me sonrojé y miré hacia la puerta de donde provenía el grito.

El que había gritado era un chico, parecía de mi edad, con una cabellera castaña y ojos color café, sonrisa burlesca y no muy musculoso, estaba recargado en la pared de la casa de enfrente, cruzado de brazos sonriéndome con burla.

- ¡Y TÚ, BOBO!

Corrí hacia la puerta y mientras oía como soltaba una carcajada, la cerré.

¿bobo? De todos los buenos insultos del mundo, de todas las maldiciones que había, de todas las mandadas al infierno que había... ¿yo le dije "bobo"?

Suspiré, y mientras negaba con la cabeza, me dirigí al cuarto de lavado de nuevo, conforme una pequeña sonrisa se formaba en mi rostro.

Al día siguiente fui a la preparatoria pensando en el incidente de el día anterior, digo, ¡nadie más tenía el privilegio de ver mi ropa interior! Cuando le conté a Eve lo que había pasado, por WhatsApp, me mandó un audio de 4 minutos riéndose.

Y luego otro donde me decía que se había hecho pipí de la risa y había tenido que ir a lavar su ropa por ello, bendito karma.

El caso es que iba distraída, pensando en ello cuando una cabellera castaña atravesó mi campo de visión y se adentro en el aula de tecnología. La sospecha pudo más que yo y me acerque a la puerta para ver si era la misma persona del día anterior.

Abrí muy poco a poco la puerta y miré dentro, el chico estaba sentado mientras me daba la espalda y parecía estar concentrado en algún cuaderno que tenía apoyado en su mesa, intenté abrir la puerta un poco más, pero en ese momento el chico alzó su teléfono a la altura de su rostro y me vi reflejada en él.

Caí de nalgas al suelo del susto y cuando iba a pararme agarrándome de la perilla de la puerta, el chico la movió y volví a caer.

- Así que crees que por mostrarme tu ropa interior tú y yo ya tenemos algo... -era el mismo chico de ayer y me sonreía con burla mientras alzaba una de sus cejas y sus brazos estaban cruzados.

- Así que crees que por espiar gente haciendo sus quehaceres ya queremos algo contigo... -desde mi posición cruce mis brazos también, intentando verme lo más digna posible.

El desconocido río y me tendió una mano.

- Ven, déjame te ayudo, soy Bruno Ruiz.

- Y después de ese día comenzamos a hablar mucho, íbamos a la escuela juntos y regresábamos igual, salíamos como buenos amigos y hasta con Eve y Ben, nos volvimos muy unidos, hasta que él me confesó sus sentimientos.




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