¡Urgente leer la nota al final del capítulo!
Ustedes saben que no me gusta dejar largas notas pero en esta ocasión es necesario porque quiero que estemos todos bien informados. Así que... lean por favor.
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¡Maldición! Pensó molesto, estuvo a punto de cometer una de las mayores estupideces de su vida por un momento de calentura, no terminaba de creer que esa mujer pudiera encenderlo de esa manera. Desde muy joven se prometió que no sería la clase de persona que ante cualquier problema con su pareja se van corriendo a los brazos de otra a engañarle, no él no le haría eso a su mujer, no sería uno más del montón como decían la mayoría de las mujeres porque ningún hombre es igual a otro, es solo que muchas veces ellas no saben elegirlos y terminan con idiotas.
Observó su reloj de mano, apenas iba a ser hora de almuerzo y él ya se sentía cansado, lo único que deseaba en ese momento era volver a su casa, disculparse con Andrea, abrazarla, besarla, mimarla, quería quitar el peso de la culpa que caía sobre sus hombros por lo pasado anteriormente.
—Andrea, mi Andrea. —Murmuró tomando la foto de ellos dos que tenía sobre su escritorio, amaba a esa mujer como un loco, estaba dispuesto a todo por ella.
Se quedó allí sentado por un par de minutos, pensando en si sería correcto ir a buscarla a casa de sus padres, no quería que ella se molestara más de lo que estaba ya o peor aún, que se diese cuanta de la culpa que lo embargaba.
Todo aquello no le importó cuando se levantó, tomó su cartera, su celular junto con las llaves del auto y se dirigió a la salida, iría a almorzar con su mujer, sí, eso haría, quería que todo volviera a ser como al principio, cuando los dos no podían quitarse las manos el uno del otro porque decían que no era suficiente.
—¡Carlos! —Se detuvo justo antes de llegar al ascensor al escuchar la voz de Lucía, en momentos como ese sentía que el mundo estaba en su contra. —Rodríguez te está llamando a su oficina, necesita hablar contigo, ahora.
—¿No puede ser más tarde? Voy saliendo a almorzar.
—Dijo que te necesita ahora. —Suspirando el hombre se dirigió a la oficina de su jefe, ese que algunas veces podía llegar a ser un dolor de trasero sin proponérselo, como en ese momento.
Dio un par de golpes a la puerta cuando estuvo frente a esta, en momentos como ese era que detestaba a ese hombre, se antojaba de todo en el momento menos oportuno. Escuchó el tan ansiado “pase” y así lo hizo, quería irse a casa lo más pronto posible o si no tendría que esperar hasta la hora de salida para poder ir.
—Buenos días, Rodríguez. —Saludó tomando asiento frente al hombre mientras miraba su reloj, ¿qué era lo que quería ahora? Ya le habían arruinado el día cuando rechazaron su proyecto, ¿para qué lo necesitaba ahora?
—Buenos días, Carlos. —Respondió apoyando los codos sobre el escritorio y juntando sus manos. —¿Qué es lo que te está pasando? Eres uno de los mejores aquí, esperábamos mucho más de lo que nos diste con esa propuesta y mira, no quiero ser grosero ni nada pero fue una total decepción.
—Ajá, me di cuenta de eso hace un rato.
Él se queda callado, no sabe cómo darle la noticia a ese muchacho, de hecho no sabe si debería de estar por decirle aquello pero le parecía injusto lo que le estaban haciendo. Él lo vio comenzar desde abajo en la universidad, fue testigo del inmenso esfuerzo que supuso para él poder acabar la carrera y también cuánto le costó llegar a donde estaba en ese momento.
No era justo… pero él debía mantener su lugar, si ellos llegaban a enterarse de que fue él quien le avisó de lo que pasaba seguramente lo degollarían y él era viejo, casi estaba a punto de jubilarse por lo que no cualquiera lo contrataría. Entonces decidió callar.
—Esfuérzate mucho más, muchacho. —Suspiró pensando en que debía velar por el bienestar de su familia. —Yo pronto me iré y si demuestras de lo que estas hecho podrías quedarte con este puesto, eres bueno, tanto que muchos querrían sabotearte para que no logres triunfar.
Carlos se sintió un poco confundido ante esas palabras, al entrar esperó que el viejo le hablara de cualquier cosa, menos de aquello, incluso pensó que le pediría convenciera a Andrea de trabajar allí pero eso, eso le pareció por demás, extraño.
No le tomó importancia.
—Gracias, Rodríguez. —Respondió sintiéndose honrado, el hecho de que quien fue su profesor le dijera que era una persona con un buen futuro le emocionó, ese hombre había sido una leyenda y quería algún día lograr tanto como él. —Le agradezco mucho sus palabras.
—Ay, muchacho, sé que eres capaz de mucho más. —Le dio un par de palmadas en el hombro. —Solo tienes que dejar fluir todas esas ideas, no deseches ninguna, ¿bien? Siempre he creído que las mejores ideas surgen cuando menos te lo esperas, muchas veces pueden parecer pésimas pero con un poco de trabajo pueden llegar a ser mejores.