Sintiéndose aún abrumada por los acontecimientos tomó asiento en el mueble como Sebastián le indicó, verlo jugar con su hijo la enternecía de una manera que nunca nadie lo había hecho antes, ni siquiera su esposo y padre de su hijo puesto que rara vez le prestaba la atención suficiente al niño. Al principio su madre la convenció diciéndole que era normal, los hombres son muy temerosos a la hora de tratar con un niño pequeño, dijo ella con una sonrisa en su rostro, misma que ahora recordándola le parecía falsa. La mujer se había encargado de mantenerla siempre contenta con su matrimonio y ella, había caído redondita en la trampa.
Era en momentos como aquel que se sentía una completa estúpida, frente a ella tenía al único hombre que la había amado tanto o más que su padre y ella lo sacó de su vida sin siquiera dudarlo un poco. Tarde se había dado cuenta de que por complacer a un par de personas estaba perdiendo a otras que siempre estuvieron para ella tanto en las buenas, como en las malas.
—Y dime, princesa. ¿Cómo te ha tratado la vida estos últimos años? ¿Sigues casada con el patán al que llamas el amor de tu vida? —La forma en que lo dijo hizo que por un momento quisiera echarse a llorar como una niña, había perdido tanto sin darse cuenta.
—Sí, sigo casada con Carlos. —Agachó la cabeza sintiendo como la vergüenza comenzaba a hacer mella en ella, no entendía la razón por la cual se sentía así pero era una mierda total.
—Déjala en paz, amor. —La dulce y armoniosa voz que lo regañaba de manera tan amorosa hizo que levantara la cabeza, lo que vio la pilló de sorpresa. Frente a ella se hallaba Victoria, la que en un momento hubo sido su mejor amiga abrazando por la cintura a Sebastián mientras que le hacía mimos al pequeño Fernando. —Tu hermana se aparece en nuestra casa después de años y tú comienzas a atacar a su marido sabiendo de lo que es capaz de hacer para defenderlo, ¿es que quieres que te vuelva a echar de su vida?
Escuchar esas palabras hizo que se sintieran peor aún si es que aquello es posible siquiera, Victoria en ningún momento lo dijo con la intención de hacerla sentir mal, eso lo sabía perfectamente pero escuchar de su boca lo que todos pensaban de ella la hacía sentir peor. Ella los echó de su vida y cuando necesita de ellos la reciben con los brazos abiertos, ese era el verdadero ejemplo de cómo debe actuar quien se hace llamar tu familia o amigo.
—Lo siento. —Dijo intentando ahogar el sollozo que pugnaba por salir de su garganta, nunca se había sentido tan vulnerable como ese día, ni cuando estuvo embarazada de su primer hijo. —Lamento todo lo que hice, me comporté como una idiota y… lo siento tanto.
Tapó su rostro con ambas manos cuando ya no pudo contener las lágrimas, deseaba cambiar tantas cosas de su vida que no sabía por dónde comenzar y el sentimiento de impotencia la abrumaba cada vez más y más.
La pareja se sorprendió de verla tan vulnerable, ellos eran de las personas que mejor la conocían y ella nunca fue la clase de mujer que se tira a lamentarse llorando como magdalena, desde muy pequeña había considerado una estupidez lamentarse y no hacer nada para cambiar la situación. Se miraron a los ojos transmitiendo más de lo que muchos hacías y mientras ella tomaba al niño, él se sentaba junto a la primera chica que le rompió el corazón.
—Una vez te prometí que estaría para ti cada vez que me necesitaras, ¿lo recuerdas? —Tomó el rostro de ella entre sus manos y besó su frente en un gesto de protección, luego la rodeó con sus brazos en un abrazo que decía más que las palabras. Ella se reprochó por haber dejado ir ese refugio tiempo atrás. —Puede pasar cualquier cosa entre nosotros, podremos discutir por lo que sea o puedes echarnos de tu vida en cuanto te plazca pero una promesa es una promesa y cada vez que me necesites estaré allí, no importa que haya pasado entre nosotros, ¿de acuerdo?
Ella asintió mientras secaba las lágrimas traicioneras que seguían saliendo de sus ojos sin su permiso, entonces él la hizo levantarse del sillón en el que se encontraban para guiarla hacia el patio trasero de la casa, misma que los había visto crecer.
—Ahora quiero que conozcas a alguien pero prométeme que te controlarás, ¿está bien? —La curiosidad comenzó a bullir dentro de su ser, ¿a quién podría él querer presentarle? Se detuvieron por un momento en el cual él esperó por su respuesta mostrándose muy paciente, cuando ella asintió él la dejó ver a las personas que se hallaban justo detrás de ella.
Victoria ahora cargaba a una pequeña de poco más de un año entre sus brazos mientras que otra que se veía mayor se escondía detrás de sus piernas. Ella miró a ambas niñas con la boca abierta, el asombro era tanto que por un momento dudó de lo que sus ojos veían, solo cuando vio a la que parecía ser la mayor ser tomada por Sebastián entre sus brazos fue capaz de cerrar la boca.
Los ojos de ambas niñas se dirigieron hacia la mujer desconocida que seguía mirándolas sin poder ocultar su asombro, lo que las hacía sentir cohibidas a la hora de actuar.
—¿Quién es ella, papi? —La tierna voz de… ni siquiera sabía sus nombres y eran tan parecidas que comenzaba a preguntarse si serías gemelas pero la respuesta que le dio la pareja a las pequeñas la dejó perpleja.
—Corina, Thais, ella es Andrea; su tía.
A partir de allí nadie dijo nada, el llanto de su hijo hizo que las pequeñas bajaran de los brazos de sus padres para correr dentro de la casa y cuando las dos desaparecieron de su vista… se desmalló. Demasiadas emociones para un solo día.