Capítulo dedicado a -> Zuleima Venegas Rivas
¡Ni creas que me había olvidado de tí! Gracias por leer hermosa.
***
El calor y amor que transmite un hogar es algo que no se puede reemplazar por nada en el mundo, no importa lo que hagamos para intentarlo, el viejo recuerdo del anterior siempre opacará al nuevo. No importará nada de lo que se haga porque el recuerdo de lo perdido siempre estará allí, abrumando con su presencia. Y eso era algo que él estaba por aprender.
Pasar todo el día fuera de casa sabiendo que su mujer no aparecía había sido un completo dolor de cabeza para él. Más aún cuando tuvo que sacar un proyecto de las cenizas para presentarlo a su jefe, el mismo hombre que quería a Andrea trabajando para él.
Y lo peor de todo, tener que contenerse de gritarle a esa mujer que lo estaba comenzando a sacar de quicio, nunca antes sintió que su esposa tenía más razón que aquella vez. Sandra era un completo fastidio, más porque tenía su puesto por todo menos por trabajar.
—¡Ey, Carlos! —Escuchó detrás de él, Eduardo, un compañero de trabajo y viejo amigo suyo, venía casi corriendo para alcanzarlo. Respiró agitado cuando estuvo junto a él. —Hoy iremos al bar de Jhon un rato, ¿quieres venir?
No. Pensó. Debo ir a casa y…
Y nada, no tenía nada que hacer en casa porque no había nadie allí. Andrea permanecía con el teléfono apagado, a sus suegros no podía decirles nada y, bueno, lo último que necesitaba en ese momento era llegar a una casa solitaria.
—Está bien. —Palmeó su espalda, siempre habían sido buenos amigos. Se conocían de la universidad y aunque al principio eran una especie de rivales con el tiempo crearon un fuerte lazo de amistad. —¿Irán ahorita o más tarde?
Él creyó que lo mejor para él era ir en ese momento, no quería ir a casa sabiendo que no tendría a nadie esperándolo. No estaría su mujer, ni la ropa de dormir lista, ni su cena recién hecha… no habría nada.
—Más tarde, queremos estar más cómodos y, bueno, algunos llevarán a sus parejas. —Sonrió, para nadie era un secreto cuando amaba él a Cristal. Esa mujer lo había vuelto loco desde el primer día en que la vio. —Creo que podrías llevar a Andrea, hace mucho tiempo que no salimos todos juntos.
Asintió sin saber cómo responderle, después de todo ¿qué podría decirle? ¿No, no puedo llevarla porque no sé dónde está? No, definitivamente no haría eso. No quería que nadie se enterara de los problemas que estaba teniendo en casa.
—Entonces, ¿nos vemos allá? —Preguntó evadiendo el tema acerca de su esposa.
—Claro, a eso de las nueve estaremos llegando. —Palmeó su hombro y se alejó de allí con ese paso seguro que siempre lo caracterizó. Había cosas que sencillamente no cambiaban.
Terminó de hacer el camino hacia su auto con la cabeza agachada, quería llegar a casa y que el tiempo pasara lo más rápido posible. Hacía algún tiempo que no salía de fiesta con sus compañeros de trabajo, de hecho, hacía mucho que no salía a divertirse porque se había enfocado de más en su trabajo.
El camino a casa lo hizo en un total silencio, ni siquiera encendió la radio porque no se sentía de ánimos para escuchar música y, cuando por fin hubo estacionado el auto frente a la casa no fue capaz de siquiera levantar la mirada temiendo lo que podía encontrarse. Entró a la casa como un zombi, no parecía el hombre jubiloso que siempre había sido. Y por primera vez en su vida, sentía que se estaba perdiendo.
No le sorprendió encontrarse con que la casa estaba en completas tinieblas pero si se sintió más decepcionado que nunca, ella siempre le había dicho que no le gustaba dejar todo a oscuras y no porque le tuviera miedo a la oscuridad si no porque siempre había creído que eso llamaba las malas vibras. Decía que las casas debían estar llenas de luz, no de oscuridad.
—¿Dónde te has metido? —Pregunto al aire, sabiendo que nadie le respondería porque estaba solo, más solo que nunca.
Entró a la cocina y encendió la luz, analizó cada una de las cosas que habían allí, todo estaba tan cual lo había dejado cuando fue a la hora de almuerzo. Suspiró, la soledad comenzaba a abrumarlo y ni siquiera tenía quince minutos en ese lugar. Supuso que así se sentía ella cada día, porque siempre estaba allí, sola, sin nadie con quien hablar porque cuando él llegaba del trabajo lo único que hacía era quejarse de todo.
Y Andrea, su dulce Andrea siempre estaba allí. Esperando para recibirlo con los brazos abiertos en esa jaula de oro que siempre había odiado. Y él, tan idiota como era, llegaba soltando queja de todo sin pensar en cómo había sido el día de ella.
Solo la hago sufrir. Pensó desconsolado. No la merezco, no yo…
***
Holiwis *w*
Espero que les haya gustado el cap.
Lamento no haber actualizado antes pero estoy falta de inspiración... Y, bueno, estoy terminando mi otra nove: "Ámbar" Por si quieren pasarse a leerla. Desde YA les digo que es totalmente distinta a esta.
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¡Nos leemos pronto!