Por tu amor

Capítulo quince

La soledad y el silencio en la casa que antes había estado llena de las risas e historia de Andrea lo abrumaban como nunca creyó que podría llegarlo a estar. Recordó, con pesadez, todas aquellas veces en que no se había contenido de decir lo que pensaba a pesar de saber que podría herirla con sus palabras y había dejado claro lo mucho que le molestaba su presencia en ese momento. Era ridículo pensar que lo que en ese momento le molestaba era la falta de ella, ridículo y completamente irónico. Y lo enfurecía un poco lo idiota que había sido con ella en el pasado al pensar en que todas aquellas veces ella lo complació callando y dejándolo solo, tal cual como él lo quería.

Ella lo amaba, se lo había demostrado una y otra vez. Nunca fue el tipo de mujer que esperaba a que un hombre tomara la iniciativa, estaban juntos gracias a eso. Ella siempre fue ese soplo de aire fresco que él necesitaba y ahora, no tenía nada. Estaba solo.

Molesto como estaba se apresuró a cambiarse de ropa, sí, su esposa se fue y lo dejó solo y abandonado pero no se echaría a morir como seguro ella pensaba, se aseguraría de aprovechar la soledad en la que ella lo dejó al máximo y comenzaría por salir con sus amigos esa misma noche. Tomó sus llaves y salió apurado de la casa, decidido a demostrar ser el hombre que de niño le habían enseñado de primera mano.

Minutos más tarde se encontraba estacionando su auto cerca del viejo bar al que casi siempre iba con sus amigos cuando eran más jóvenes, inmaduros e irresponsables. Aunque bueno, no es que hayan cambiado mucho tampoco. Lo más resaltante entre los tres es que ya no eran esos muchachos de antes y no estaban para dar los trotes de antes pero por el resto… digamos que no habían cambiado tanto como se creería.

—¡Eh, Carlos! —Un entusiasta Eduardo lo llamó al verlo cruzar la puerta del local. Se dio la vuelta para mirarlos, se encontraban todos. Eduardo junto con la mujer que le puso la correa; Laura, la mujer podía parecer muy dulce pero podía ser la pesadilla de cualquiera si se lo proponía, Lucía; su vieja ex novia y por supuesto, Ronald; el hombre que todos creían secretamente tenía algo con Lucía puesto que casi nunca se separaba de ella. Donde iba uno, iba el otro. —Pensamos que traerías a tu esposa a pasar un buen rato con nosotros. Con todas las responsabilidades que se le han venido encima luego de tener al pequeño Miguel debe hacerle falta salir a divertirse un poco.

Todos allí lo quedaron viendo esperando a que dijera algo al respecto. Andrea nunca fue cercana de ninguno pero era una buena chica y podía echarse al bolsillo a cualquiera pues siempre fue alguien fácil de tratar a pesar de lo joven que estaba cuando se casó con Carlos.

—A Andrea le pareció mejor quedarse en casa. —Respondió mientras sacaba una silla para sentarse junto con los demás. —Está dedicada al cien por cien en cuidar a nuestro hijo, desde que quedó embarazada supo que las salidas quedarían en segundo plano.

Las mujeres sentadas en la mesa se miraron sin decir nada. Ese comentario les había parecido que estaba fuera de lugar y había tanto grosero como machista pero Laura estaba cansada de saltar en defensa de Andrea cada vez que él hacía ese tipo de comentarios así que se limitó a apretar la mano de su marido, se habían prometido no dejarse afectar por nada y disfrutar la noche como hace tiempo no habían podido hacerlo. Pero Lucía, altanera como siempre no pudo contener las ganas que tenía de desquitarse con Carlos y saltó en defensa de ella. No le parecía justo que hablara así sin ella estar presente para poder defenderse.

—Pues el niño también es tu hijo. —Resaltó ella con lo obvio. —No veo cual es el problema con quedarte a ayudarla un poco, no es justo que tú salgas por allí a divertirte mientras que ella se queda en casa a atender al hijo de ambos.

La mesa quedó en silencio y eso era porque los demás también estaban de acuerdo con aquellas palabras. Incluso Eduardo, el mejor amigo de Carlos quien por mucho tiempo compartió con él esos pensamientos tan machistas hace tiempo. Pero las cosas habían cambiado en cuanto se casó con Laura, a las malas tuvo que aprender que tanto el hombre como la mujer debían ayudar en el hogar. Ella incluso se despareció por todo un fin de semana dejándolo solo para que hiciera todas las tares que según él, a ella le tocaban. Nunca volvieron a discutir acerca de ello luego de eso.

—Ella es la mujer, es su responsabilidad. —Alegó molesto de tener que discutir eso con ellos. Era algo que le parecía completamente obvio, no era algo que llevar a disputa.

—¿Y eso qué? No te hace menos hombre ayudarla un poco, no se te van a caer los huevos… —Ronald colocó la mano en el hombro de la joven mujer en una petición de que no llevara aquello más lejos. Se suponía que habían salido a divertirse, no a intentar resolver los problemas morales y maritales de él. —¿O sí?

Carlos, explosivo e impaciente como siempre había sido le dio un sonoro golpe a la mesa. Había ido allí para tratar de distraerse del hecho de que su esposa lo había dejado abandonado y ellos no hacían si no sacar el tema una y otra vez. ¿Acaso no se daban cuenta de que él no quería hablar de eso? Era eso o en verdad querían terminar de sacarlo de quicio.

—No veo en qué te afecta esto, Lucía. Y aunque sé que siempre te has metido donde no te llaman creo que deberías controlar un poco esa boquita tuya. Podría meterte en muchos problemas.

—¿Me estás amenazando, imbécil? —Reclamó sintiéndose todavía más furiosa que antes. Cuando el hombre sonrió, no pudo guardarse lo que sabía y lo soltó sabiendo lo mucho que eso lo enfurecería. —Aunque ¿sabes algo? Tienes razón. —Lo miró sonreír sintiéndose ganador en ese momento. —Ese no es mi problema y además, ¿por qué pelear por una causa que ya está perdida? Si ambos sabemos que Andrea te h dejado porque ya no te soportaba.

—¿Qué mierda? ¿Cómo es que…?



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En el texto hay: poder, amor, superacionpersonal

Editado: 16.09.2020

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