Marijo, se despidió de Jeann, y arrastró a la anciana, a una de las habitaciones que permanecía cerrada. Apenas cerró la puerta, la mujer le dio un golpe en la nuca, mientras se llevaba las manos a la cintura y erguía el cuerpo.
──Eres arrogante, presumida, cruel y berrinchuda ──le dijo. La chica se llevó las manos a la cintura, evidentemente ofendida por aquel comentario──. Es por eso por lo que merecías un castigo. Sin embargo ──, agregó acercándose a ella acariciándole el rostro, tiernamente con su huesuda mano──, salvaste mi vida y eso, no es algo que pueda pasar por alto.
──Me estoy arrepintiendo de haberlo hecho ──comentó la chica en voz baja, mientras la anciana la observaba molesta──. ¿Qué trata de decirme? ──preguntó, apartando discretamente, la mano de la anciana. La mujer sonrió y le dio la espalda, provocando que la desesperación se apoderara de ella──. ¿Quién es usted en realidad? ¿Por qué sigue apareciendo cerca de mí? ──la anciana se acercó a la ventana y apartó un poco, la blanca cortina que caía sobre esta, para poder observar hacia afuera.
──Me llaman por muchos nombres, pero, dadas las circunstancias, creo que es mejor elegir otro. Algo más discreto ──comentó, mientras se sentaba con algo de dificultad, en un lujoso sillón que estaba junto a la ventana──. Puedes llamarme Agatha, hace mucho que no uso ese nombre.
María José se acercó a Agatha y se inclinó frente a ella para poder verla a la cara.
──¿Es una especie de bruja, o algo así? ──le preguntó. Agatha rió y se puso de pie con ayuda de un bastón.
──Deja ya las preguntas, niña. Te di una misión, concéntrate en eso por ahora. ──le dijo con aire juguetón.
──Unir a una pareja, antes de que termine el otoño ──bufó mientras ponía los ojos en blanco──. ¿Por qué debo hacerlo? ──la anciana le dio otro fuerte golpe en la nuca.
──¡No me contradigas! ¿Quieres dejar de ver el hilo rojo ¿sí o no? ──se sobó la cabeza y observó a la anciana con resentimiento. Esta, por su parte, caminó hasta la puerta y se detuvo, dándole la espalda──. Hay algo que olvidé mencionarte.
──¡Genial ¡más sorpresas! ──exclamó Marijo mientras ponía los ojos en blanco y sobaba su nuca.
La anciana ignoró por completo el irrespetuoso comentario y se le acercó lentamente. La vio de arriba abajo y se llevó una mano a la barbilla, pensando si estaba bien o no, decir lo que tenía que decir. Marijo no tenía la paciencia suficiente como para soportar aquello. Se dejó Caer en el sillón más cercano, mientras la observaba con fastidio.
──Te he dado tu primera misión ──repitió la anciana, pensativa.
──Sí, ya lo sé ──respondió ella con fastidio.
──Muy bien, hay algo más que debes hacer ──se puso de pie de golpe.
──¿Algo más ¿no le basta con todo lo que ya tengo que hacer? ──la anciana hizo un ademán con la mano, quitándole importancia a ello.
─¡Oh ¡por favor! ¡Cualquiera puede formar una pareja antes de que termine el otoño! ──comentó como si aquello no importara.
──Si cualquiera puede hacerlo, ¿por qué demonios tengo que hacerlo yo? ──la anciana volvió a acercarse a ella y le dio un ligero zape en la cabeza.
──¡Deja de contradecirme y haz lo que te ordeno! ──le dijo mientras volvía a llevarse una mano a la barbilla. Giró hacia ella y la vio detenidamente──. ¿Conoces la leyenda del hilo rojo del destino? ──le preguntó, acercando su rostro un poco más de lo requerido. La chica permaneció tranquila. Se encogió de hombros y dijo:
──Creí que era obvio.
La anciana sonrió con malicia y se acercó aún más a ella, haciendo que tuviera que echarse para atrás, evitando que se acercara más de la cuenta.
──¿Y qué harías si te dijera que no es el único hilo que existe? ──Marijo abrió los ojos sorprendida y se le acercó mientras esta retrocedió un poco. Eso captó por completo su atención, pues no era algo de lo que tuviera conocimiento.
──¿Me está diciendo que hay más hilos? ──la anciana cerró los ojos y movió la cabeza hacia arriba y hacia abajo.
──El hilo rojo del destino conecta a los seres que están destinados el uno al otro. El hilo es indestructible… bueno, casi.
──¿Casi? ¿Qué quiere decir con “casi”? ──Agatha sonrió.
──Existen solo tres condiciones bajo las cuales, el hilo puede romperse.
──¿Qué condiciones son esas?
──¿En serio quieres saberlo? ──Marijo lo confirmó con un leve movimiento de cabeza. La anciana se acercó a ella y le dio la espalda mientras avanzaba con paso lento──. El destino no siempre está escrito sobre piedra. Nada es verdaderamente permanente. Hay ocasiones en las que el destino tiende a cambiar y, por ende, algunos sucesos cambian en el transcurso. La primera condición, es una de las más comunes y tristemente, la más inevitable de todas.
Marijo se puso de pie y caminó detrás de ella esperando escuchar con claridad lo que decía, pues su voz poco a poco iba descendiendo hasta que llegó a convertirse en un simple susurro.
──¿Qué condición es esa? ──preguntó cuando estuvo lo suficientemente cerca.
──La muerte. ──respondió la anciana mientras daba la vuelta de golpe──. Cuando uno de los portadores del hilo muere, es necesario cortarlo. Pero esto solo puede ocurrir si el hilo blanco aparece junto al rojo.
──¿Hilo blanco? ──se extrañó──. ¿Qué significa el hilo blanco?
──Esperanza, anhelo, consuelo… Fe. El hilo blanco significa que aquel ser necesita de ello y significa que hay alguien ahí, dispuesto a ayudar en esa labor. El hilo cumple la función de unir a ambos seres y de esa manera puede cambiar de color. Se tornará rojo o bien, tornasol. Al tornarse rojo, puedes cortar el hilo anterior que poco a poco ira perdiendo su brillo y dejarás espacio para su nuevo hilo. Sin embargo, si su color se vuelve tornasol, no tendrás que hacer más. Las cosas tomarán su rumbo sin que interfieras más de la cuenta.
──¿Qué significa el hilo tornasol? ──preguntó Marijo, mientras volvía a sentarse sin despegar la vista de su rostro. La anciana sonrió y le acarició la cabeza casi con cariño.
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Editado: 20.01.2024