Pre-destinados

REBELIÓN

El auditorio completo le rindió una ovación a la joven maestra, quien permaneció de pie con la mirada serena. Marijo no sabía con exactitud como debía de reaccionar. Era más que claro que su tía le había dedicado aquellas palabras, y estaba agradecida por ello. Se sentía conmovida, no solo por aquellas palabras, sino tambien por el gesto tan cálido que Jeann le había mostrado. El hilo tornasol que estaba atado al dedo de la joven, brillaba con intensidad, haciéndole saber que una nueva amistad había surgido. Eso le gustaba, pues desde que podía recordar no había conocido a ningún otro amigo más que Diego, quien permaneció a su lado siempre. Aunque era más que claro que la presencia de una amiga tambien era fundamental en su vida, y la ausencia de esta, era algo que no le era para nada grato. Jeann le sonreía con cariño, y aún la tenía sujeta de la mano, cuando en ese momento, Odette se le acercó por la espalda y le colocó la mano sobre el hombro. En ese instante, soltó a Marijo, provocando que aquel hilo desapareciera por un breve momento, uniéndola con la bailarina. Aquello le desconcertó, pues no comprendía la causa de aquello. Quiso replicar, pero recordó que no podía hacerlo en ese momento, pues le creerían loca. Tragó saliva con un poco de dificultad para después acomodarse en su asiento con la mirada al frente.

Poco a poco, las personas iban abandonando el recinto, hablando entusiastas sobre las palabras que la profesora de teatro les había dedicado. Dichas palabras les habían dado el valor que les hacía falta a muchos de ellos, pero otros tantos se sentían un tanto consternados, tratando de imaginar que hacer para poder llenar las expectativas que se esperaban de ellos.

María José por su parte se quedó un instante, pasmada tratando de procesar todo lo que había ocurrido hasta ese momento, y fue entonces cuando Hatori Nara apareció junto con el resto de sus compañeros. Había entrado en una especie de trance por lo que no se percató del momento en el que Odette se había marchado. Hari llegó y tomó a Jeann del cuello, dándole un fuerte abrazo, mientras el resto llegaban entusiasmados junto a ellas. En ese momento, Marijo alzó la vista y se dio cuenta de que aquel extraño y bello hilo tornasol, volvía a aparecer uniendo a Hari y Jeann. Sin embargo, ese no era el único hilo que se manifestaba, pues del meñique de la joven japonesa, tambien se encontraba un brillante hilo rojo que caía al suelo y la conectaba directamente con Diego. Siguió dicho hilo con la mirada y al ver la conexión que existía entre ambos, no pudo evitar apartar la vista de forma exagerada. Dicho gesto fue perfectamente visible para todos, pero fue Diego quien de inmediato se le acercó.

──¿Estás bien? ──le cuestionó, provocando que aquellas palabras volvieran a resonar en su cabeza, haciendo eco en su mente. Alzó la mirada tratando de concentrarse en sus ojos para olvidar al menos por un instante, aquel endemoniado hilo.

──Sí, lo estoy ──dijo en un balbuceo, mientras se apartaba y sin pensarlo se colocaba junto a Haku, quien intentaba hacer que su preocupación por ella no fuera evidente.

──Bonitas palabras las de tu tía ──comentó de pronto Hari, llevándose la atención con ella──. Creo que han logrado motivar a casi toda la academia.

El grupo la observó de forma cómplice, y comprendieron de inmediato lo que trataba de hacer por lo que trataron de seguir el hilo de la conversación.

──¡Cierto, cierto! ──corroboró Jacqueline──. Rouse tiene una facilidad de palabra muy sobresaliente ──comentó con aquel acento suyo, el cual era muy parecido al de su padre.

──¡Vaya que sí ──dijo alguien más, pero Marijo no pudo saber quién, pues en ese momento bajó la mirada y se concentró en los hilos que permanecían en el suelo, enredados entre sí.

 

«Unir una pareja antes de que el otoño termine».

 

Sonaba demasiado sencillo, pero aún no era capaz de lograrlo. Los chicos continuaron hablando, tratando de captar su atención, pero sus esfuerzos eran en vano, pues la mente de la joven mexicana se había perdido. Aquellos malditos hilos llenaron de pronto su cabeza. Queria salir de ahí lo más pronto posible. Escapar al menos por un segundo de toda esa mierda. Sin embargo, siendo realistas, no había ni siquiera a donde huir.

──¿Marijo? ──escuchó a lo lejos que alguien le llamaba──. ¡¿Marijo?! ──repitieron con mayor fuerza. Fue entonces cuando alzó la vista y se encontró con su tía Rosalinda, quien se había acercado a ella, y al igual que el resto de sus demás compañeros, la observaban un tanto preocupados──. ¿Estás bien, cariño?

Quiso sonreírle para darle a entender que todo estaba bien, pero por más que lo intentó, no fue capaz de lograrlo.

──Estoy algo cansada ──dijo al cabo de unos instantes. Quería sonar convincente, pero quedó más que claro que no lo logró. Todos la observaban preocupados.

──¿Qué fue lo que te hizo Carlota? ──preguntó Rosalinda, mientras cruzaba los brazos y ponía una mirada seria. Ese parecía ser un muy buen pretexto, por lo que no dudó en usarlo. Por un instante lo había olvidado, pareciera como si todo su mundo de pronto hubiera entrado en caos y mirara a donde mirara, solo había problemas y situaciones tanto incómodas como complicadas.

──¡Oh, ¿eso?! ──dijo tratando de centrarse en ese tema──. No es algo a lo que no esté acostumbrada, no te preocupes.

Rosalinda cruzó miradas con los demás. Era claro que ninguno de ellos estaba de acuerdo con aquella respuesta. El lugar se había quedado vacío, salvo por ellos y por algunos profesores quienes continuaban arriba del escenario conversando entre ellos. Marijo comenzó a observar el lugar y poco a poco fue regresando a la realidad de la que tanto deseaba escapar.

──Pasaré toda la semana en el cuarto de castigo ──dijo de pronto, tomando por sorpresa a todos, pues aquello les parecía terrible.

──Iré a hablar con esa mujer ──Rosalinda estaba molesta, e intentó salir a buscar a Carlota, pero Marijo la tomó del brazo impidiendo que avanzara.




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